viernes, 5 de septiembre de 2008

W. Giegerich: El “cómo” del discurso psicológico


El “cómo” del discurso psicológico
(fragmento tomado del capítulo 1 de "La Vida Lógica del Alma", 1998 )
Por
Wolfgang Giegerich

Traducción de Enrique Eskenazi
Agradezco al autor su amable permiso para traducir y publicar este artículo, que
también puede leerse picando aquí


Habiendo comenzado con el temprano rechazo de Einstein a escribir una introducción a la revolución que su teoría de la relatividad provocó en la física, parece que hemos terminado en un lugar distinto. Ciertamente, nuestra insistencia en la división entre ego y sí mismo o daimon, y en la necesidad de una psicología cuya forma lógica se base en la negatividad, está alejada de los intereses específicos de Einstein. La barrera que Einstein señaló tenía que ver con exigencias intelectuales, con el indispensable entrenamiento en pensamiento abstracto que la mayoría de la gente no adquiere, porque no lo necesita. Mi reproche a la psicología era que, tal como está constituida, no hace una distinción correspondiente a la que por descartado hace la ciencia entre popularizaciones (escritos divulgativos) y escritos para especialistas. Acusé a la psicología de fraternizar con la conciencia común, o la ego personalidad, o “el hombre de la calle”. Lo que así se produce es inevitablemente psicología pop. Pero mi reproche no es por aspirar a cualificaciones intelectuales; los requerimientos para entrar una psicología real, tal como los describí, no tienen nada que ver con un cierto entrenamiento de la mente. La división que ha de ocurrir "en el umbral" es mucho más radical, acaso podría decirse “existencial”, referente al mismo sentido de identidad, a Quién en nosotros debiera ser tanto el “sujeto” o “autor” como el destinatario del discurso psicológico, e involucra un desplazamiento fundamental del centro de gravedad (o, mejor aún, de autoridad) desde la personalidad habitual a un no-ego, un Otro real en nosotros.

Hay un segundo aspecto de la barrera del "¡Prohibida la entrada!" que tiene que ver con demandas intelectuales y, después de todo, con cierto entrenamiento mental. La psicología es esencialmente psicología pop también porque hace su trabajo con los medios intelectuales o lógicos de nuestro pensamiento e imaginación cotidianos. Fraterniza con la "conciencia natural" incluso respecto a las categorías y modelos de pensamiento. También en esta área cree en la continuidad. Sin ruptura. Sin herida narcisista (expresión de Freud, nota del trad.). Sin exigencia de que la mente que desea entrar en la psicología rompa con la "lógica" ordinaria, usual y, por tanto, confortable, y se eleve por encima de ella y adquiera un modo de pensamiento más complejo, de más alto nivel, más abstracto. La abstracción es una forma de negación. Ahora estamos mucho más cerca de la preocupación original de Einstein, después de todo, aunque no es necesario decir que el tipo de pensamiento abstracto que la psicología tiene que requerir no puede ser el pensamiento abstracto de la física. No es matemático y formal, ya que las "leyes" lógicas que lo gobiernan no son los de la lógica formal. Más bien son los de una lógica dialéctica mucho más compleja, tal como la que desarrolló Hegel en su Ciencia de la Lógica, que podría servir como modelo para el tipo de pensamiento abstracto requerido a fin de hacer justicia a las complejidades de los dilemas del alma moderna. La psicología necesita "el trabajo del Concepto" (expresión de Hegel, nota del trad.)

Pero la psicología no se somete a tal trabajo. La cuestión de qué forma de pensamiento necesita la mente para poder tratar adecuadamente con las grandes realidades psicológicas de nuestra era, simplemente no existe para ella. Así como los médicos antes de Semmelweis visitaban a sus pacientes sin preocuparse por los gérmenes que llevaban con ellos desde dónde venían, así en el área del intelecto la psicología es completamente inconsciente y despreocupada respecto al estatus lógico de conciencia con el que se acerca a los temas individuales que trata. La psicología ha aprendido que los terapeutas como personas debieran pasar por un extensivo análisis personal antes de poder trabajar con pacientes. Pero no ha aprendido que así como los médicos tienen que proteger a sus pacientes de las fuentes de infecciones que los médicos mismos llevan, la psicología tiene que proteger a los fenómenos psicológicos de las insuficiencias intelectuales de su propia estructura mental. Sin el menor examen de sus premisas lógicas y modelos de pensamiento, la psicología procede a cavar en sus temas tal como si llegara de la calle, por así decirlo. No hay un previo “lavado de manos” intelectual, ni “antisepsia” intelectual. La alquimia fue establecida como la dualidad de oratorio y laboratorio. La psicología no tiene equivalente. Hace que el psicólogo se meta directamente en el “laboratorio”. Simplemente se da por sentado que en psicología uno puede preceder con la Obra así como así, y que el tipo de inteligencia necesaria para la psicología es la misma que la de cualquier periodista, o la requerida para afrontar las situaciones de la vida diaria. Sólo el contenido, las ideas particulares, el tipo de información con que trabaja la psicología son diferentes de aquello sobre lo que escriben los periodistas o lo que conoce la conciencia de sentido común, pero no lo es el estatus lógico básico de la mente.

La conciencia común desarrolló sus estructuras de pensamiento y sus modos de pensar a partir de su experiencia en y con el mundo fenoménico. Las cosas u objetos visibles y tangibles, la gente y sus comportamientos e interacciones, los procesos naturales (el fluir del agua, el viento, incendios, terremotos, etc.), las organizaciones sociales de la sociedad, la experiencia interior o emociones, pasiones, intuiciones, impulsos, intenciones, etc., eran el marco de referencia para todo pensamiento sobre cualquier cosa en la vida. El pensamiento era básicamente pensamiento pictórico modelado según lo que parecían mostrar la percepción y la intuición sensorial (Anschauung). El pensamiento no había vuelto a casa sobre su propio fundamento. Los modelos básicos de pensamiento se adquirieron durante las eras en que el hombre era cazador y agricultor, en otras palabras, hasta hace aproximadamente doscientos años atrás.
Pero ahora vivimos en un nivel de realidad abstracto, totalmente diferente. Aún cuando las fuerzas de la naturaleza siguen ahí, sin embargo el nivel en que vivimos ha superado el nivel de las cosas y procesos naturales, el nivel de lo que puede ser percibido e imaginado en términos de percepción e intuición sensorial. Pero en este nuevo nivel abstracto todavía nos acercamos a la vida con las viejas categorías. Para tomar un ejemplo simple, la guerra. La palabra y la idea “guerra” se desarrollaron en un tiempo en que la lucha todavía se hacía hombre a hombre, con espadas, cuchillos, lanzas o flechas. Ahora tenemos guerras con misiles de larga distancia, con vigilancia asistida por satélite y modernos sistemas de telecomunicaciones, con armas basadas en la tecnología del láser, el radar y los ordenadores, y con todo el potencial del poder nuclear. Este es un fenómeno totalmente diferente, algo absolutamente nuevo e incomparable, pero todavía usamos para ello la misma palabra, guerra. Este es sólo un pequeño ejemplo que muestra hasta qué punto nuestra conciencia y nuestra lógica están retrasadas por detrás de lo que ha estado ocurriendo. La palabra “guerra” es una equivocación que cubre el golfo que separa la antigua situación “familiar” de lucha, de la situación radicalmente nueva y abstracta de lucha. Hace mucho que la vida se ha movido del nivel en el cual una vez tomó lugar, y ahora ocurre en un nivel fundamentalmente “superior” (o “más profundo”) mucho más abstracto. El objetivo de la equivocación es eximirnos de tener que advertir, en el pleno sentido de la palabra, que estamos confrontados con fenómenos verdaderamente novedosos, que requiere nuevos enfoques psicológicos.

Este no es el sitio para dar una visión de todos los cambios fundamentales que indican sintomáticamente que el nivel previo de vida se ha vuelto obsoleto, y que el lugar de lo que realmente acaece, dónde “ocurre la acción” hoy, está en un nuevo nivel. Pero unos pocos ejemplos adicionales pueden aclarar que la vida se ha catapultado a un plano diferente. En la física nos hemos movido del macronivel a un micronivel (moléculas, átomos, partículas subatómicas), en biología hacia la biología molecular y al nivel de la información genética. La física ya no habla más acerca de lo que realmente puede verse, sino que diseña y refleja modelos teóricos de realidad. El nivel de realidad natural ha sido superado. Ya no existe más la pretensión de que el mundo realmente sea del modo en que la física lo describe. Por la misma razón, el nivel de información alcanzado en biología es de un nivel abstracto de relaciones lógicas e instrucciones, y no un nivel “natural” de “relaciones de objetos”. En general, las leyes de información y comunicación determinan e impregnan más y más áreas de nuestra vida. La vida (en gran medida) se ha desplazado de la realidad natural y procede a establecerse en la realidad virtual del ciberespacio. Los poderes que rigen en nuestra situación ya no son más las fuerzas naturales, tales como día y noche, lluvia y sol, tierra y mar, pasiones e intereses humanos. Nuestra vida está gobernada por procesos o fuerzas absolutamente misteriosos, abstractos e irracionales que nadie comprende, y que no conocieron otras eras; los procesos a gran escala, tanto en la economía total y las grandes organizaciones de negocios como incluso en política, si bien aún hechas por el hombre, en cierto sentido, tienden a volverse más y más procesos sin-sujeto, “anónimos” y muy por encima de las cabezas y la voluntad de la gente, procesos que siguen sus propias leyes internas pero desconocidas, lo que los vuelve mayormente impredecibles y hace necesario el desarrollo de la teoría del caos. Los nuevos desarrollos en los mercados de acciones y dinero son especialmente misteriosos e irracionales. El comercio con derivados involucra miles de billones de dólares; es un comercio con “opciones” o “futuros” abstractos que no están respaldados por, o tienen una relación sólida con ningún valor económico real. Si algo anduviera seriamente mal en esta area, podría tener consecuencias desastrosas para todos en el mundo.

El modo convencional de mirar a las cosas en términos de deseos humanos, esfuerzos y errores o crímenes, por un lado, y el de fuerzas naturales por el otro, simplemente ya no tiene más aplicación en este nuevo nivel de vida. Nuestros grandes problemas son de un orden de abstracción fundamentalmente diferente. De alguna manera son hechos por el hombre y, sin embargo, son sin-sujeto, mayormente autónomos y, para los humanos, incontrolables e incomprensibles; no ha habido nunca una situación comparable a la nuestra en toda la historia de la humanidad. Esta nueva situación exige otro estatus lógico de conciencia que, acaso, podría ser capaz de estar intelectualmente a la par de ello. La conciencia tiene que avanzar más allá del pensamiento pictórico y moverse adecuadamente en el nivel abstracto del pensamiento.

En la sección anterior señalé que al nivel de imágenes positivas e ideas, la psicología no puede esperar hacer justicia a dónde yacen hoy los problemas del alma. La psicología tiene que ir más allá de las imágenes y de las ideas hasta llegar al nivel de la forma lógica (la forma de cualquiera sea el contenido con el que trate). Tiene que dejarse penetrar por la lógica y el pensamiento.
¿O puede realmente imaginarse que nosotros, que la psicología pueda permitirse continuar operando con los instrumentos lógicos antiguos y con los modelos de pensamiento apropiados para describir un mundo de objetos naturales y las experiencias e interacciones de la gente, mientras se nos ha quitado el suelo debajo de nuestros pies y la realidad de la vida se ha desplazado a un nivel radicalmente nuevo? ¿Puede imaginarse realmente que la psicología pueda salirse empleando básicamente la misma forma lógica ingenua de pensamiento con el cual la gente de la antigüedad y la Edad Media respondía a sus problemas, y con descripciones y teorías que pueden presentarse, y de hecho son presentadas, en forma tan fácilmente accesible, cotidiana, que cualquier lector de periódicos podría también entenderlas sin esfuerzo a primera vista? Nuestros problemas deben su naturaleza particular al radical abandono, y con tremendo esfuerzo, de la mente respecto al viejo estilo de pensamiento. ¿Es factible que la psicología pueda ignorar la tremenda complicación, diferenciación y sofisticación lógica por la que ha pasado la mente occidental y simplemente permanezca intelectualmente por debajo del nivel que se ha alcanzado en el desarrollo intelectual del alma occidental- y pueda verdaderamente lograr algo? No hay chance. La psicología tiene que ascender a los picos mentales que han sido alcanzados tales como, para mencionar sólo un ejemplo, el pico representado en la lógica de Hegel, y aprender lentamente a establecerse en esos picos.

Para hacer justicia a la vida del modo tal en que hoy está constituida, el pensamiento psicológico simplemente debe ponerse al día y a la altura de la situación. Lo mejor, lo más desarrollado y diferenciado es apenas suficientemente bueno. Las viejas formas de pensar son absolutamente desproporcionadas a la naturaleza de los problemas de la psique. La psique ya vive, tiene inescapablemente que vivir, en el mundo determinado por el nuevo nivel de realidad. Los buenos tiempos antiguos de la ingenuidad lógica ya han pasado. ¿Se pueden reparar chips informáticos con las rudas herramientas empleadas durante la Edad Media, en otras palabras: se puede alcanzar el nivel de “información” digitalizada con medios mecánicos? Por supuesto que no. Pero creemos que podemos permitirnos una actitud intelectual de “como si nada” y un estilo de pensamiento sin esfuerzo, accesible a todos, y eso en vistas de todos los cambios extraordinarios, de impacto mundial que han ocurrido y que han hecho la vida psicológicamente más increíblemente compleja. No sólo se han vuelto más complejos el lado técnico de nuestra civilización y la organización social de la vida moderna. Es sobre todo la situación psicológica la que se ha vuelto tanto más difícil e inquietante, en parte por razón de los cambios técnicos y sociales. Tenemos que darnos cuenta de que se ha aportado objetivamente mucha complejidad intelectual y abstracción en todo tipo de cosas que usamos diariamente y en todos los procedimientos de la vida moderna, y que recíprocamente el nivel extremadamente alto de abstracción predominante en la ciencia moderna ha sido producido por el alma. La abstracción está sencillamente allí. Ya vivimos en ella, lo sepamos y lo admitamos o no. Y esto muestra dónde está y cuán intelectualmente sofisticada es el alma hoy. El mundo moderno descansa sobre los esfuerzos intelectuales y la máxima concentración de intelecto por parte de muchas, muchas generaciones de las más grandes mentes que ha tenido Occidente, pero en psicología tenemos un estilo de pensamiento que frecuentemente es tan simple, o incluso simplista, como el usado en los tratados devocionales de algunas sectas religiosas. ¿No son necesarias acaso exigencias especiales de concentración y esfuerzo intelectual?

Lo que intelectualmente es tan fácil que puede ser entendido inmediatamente, ya no puede ser más verdad. Psicológicamente es prescindible, trivial, insignificante. El alma sólo puede habitar verdaderamente este mundo si ello, es decir, si nuestra conciencia, aprende a equipararse en su forma lógica al nivel de la complejidad intelectual aplicada en nuestro mundo real y en la organización social de la vida. De otro modo, la psicología continuará simplemente pasando por alto, pasando por debajo del nivel en el que hoy están los problemas del alma, y el alma entonces no tiene oportunidad. Debe enfermarse. La psicología no puede escindirse de todo el alcance de la verdadera vida psicológica de hoy que se expresa en las ciencias y en la tecnología; no puede limitar su competencia a sólo un segmento de la vida del alma, la esfera de las emociones, deseos y fantasías personales. La psicología debe, psicológicamente, estar por encima de las ciencias, y no en medio o por debajo de ellas.

De modo que también aquí es necesario una ruptura. Un guardián tiene que botar su “¡Prohibida la entrada!” a la mente perezosa que insiste en una simple continuidad de sus viejos hábitos lógicos, en la preservación de su auto-identidad, la mente que, sin previa atención a su propia configuración y estatus lógico, quiere inmediatamente avanzar para sumergirse en sus temas. El guardián tiene que frustrar a esta mente, impedirle que se meta directamente in medias res y en cambio arrojarla de nuevo sobre sí misma, para que se vea forzada primero a trabajar sobre sí en el espíritu de un tipo de “antisepsia” intelectual. El trabajo intelectual duro y la mayor concentración son indispensables. La psicología tiene que volverse difícil, intelectualmente mucho más exigente, no en principio por la dificultad misma, sino por necesidad “práctica”, terapéutica. En psicología uno tiene que romperse el pescuezo a fin de alcanzar el nivel de abstracción que el alma ya hace tiempo que ha asumido en el desarrollo objetivo de nuestra civilización. Ya no basta en psicología simplemente con desarrollar modelos teóricos de procesos psíquicos o contemplar cuidadosamente y admirar imágenes arquetipales y traducirlas en experiencias cotidianas (o traducir estas experiencias de la vida en imágenes arquetipales). Esto es demasiado chabacano. En psicología tenemos que aprender a intentar comprehender nuestra realidad en términos conceptuales, y a desarrollar un modo de pensamiento abstracto, conceptual, verdaderamente psicológico.

Inmediatamente antes de la Revolución Francesa, entre la nobleza parisina había círculos que se comprometieron en una lucha para liberar los esclavos en América. No veían ni afrontaban los graves problemas sociales que estaban directamente frente a sus ojos. Aunque en muchos sentidos no sea comparable, hay un tertium comparationis que tienen en común tanto la nobleza francesa pre-revolucionaria y la psicología de hoy. Ambos pasan por alto los problemas reales que están a la mano, a pesar de, o mejor dicho por causa de, su implicación activa y apasionada. La psicología por regla hoy no tiene ni idea de dónde están los reales problemas psicológicos. Busca en los lugares equivocados y con las categorías erróneas. La psicología y la “realidad psicológica” tal como hoy se las concibe están esencialmente sub-determinadas; aún no se ha comprendido el orden de magnitud del asunto de la psicología y el rango y la dignidad de su tarea en nuestras condiciones modernas. De algún modo, esta situación podría asemejarse a la gente medieval que intentaba explicar la peste como resultado del pecado humano (es decir, en el macronivel de la vida moral humana), mientras que es algo que ocurre en el micronivel invisible e inimaginable de las infecciones virales. O también la psicología podría asemejarse a un físico que tratara de explicar los fenómenos microfísicos mediante los instrumentos categoriales proporcionados por la física de Newton. Ese físico y la gente medieval estarían incluso por delante de nuestra psicología, en tanto que al menos se daban cuenta del fenómeno microfísico o de la peste, respectivamente, mientras que la psicología hoy ni siquiera siente el problema del alma. La psicología toma los síntomas menores seleccionados del problema, por el problema mismo.

Los sentimientos, intenciones, deseos, temores, ideas humanos -esto es lo que a la psicología le preocupa y por medio de lo cual intenta explicar la vida del alma y sus problemas. Sin duda, los sentimientos humanos, etc., son también parte del campo de estudio de la psicología. Pero, y si puedo expresarme metafóricamente, no son más que “cosas de niños”, sólo nimiedades, comparados con los problemas reales, “de adultos”, que hoy sufre el alma y, sobre todo, son totalmente inadecuados para servir como categorías en términos de las cuales pudiera apercibirse la vida psicológica de hoy. Ni las antiguas herramientas para hacer visible los problemas del alma y para pensar y tratar con ellos, es decir los mitos, los símbolos, las imágenes divinas, rituales, oráculos, visiones y afines, ni las herramientas modernas (empatía, entendimiento hermenéutico, confesión subjetiva, asociación libre, interpretación de sueños, análisis de transferencia, etc.) son capaces de avistar realmente adónde está el alma hoy. La mente psicológica tiene que adquirir para sí un “micro-nivel” (psicológico), un nivel de pensamiento abstracto. De otro modo, y aquí empleo una vez más una analogía, esta mente es como alguien que mirara dentro de su radio en busca de un hombrecillo que diga las noticias, porque no tiene idea de las ondas de radio; y que no tiene ni idea de ondas de radio porque su idea de realidad se limita a lo que los ojos humanos pueden ver y las manos humanas pueden tocar, y porque rechaza dejar que su idea de realidad pase por una revolución.

Este pensamiento abstracto es lo que “el alma” de hoy necesita. Es el alma la que requiere más intelecto. El alma no necesita más sentimientos, emociones, trabajo corporal. Todo esto es material del ego. Bajo las condiciones psicológicas de hoy, la vida del alma sólo puede “avistarse” mediante el pensamiento abstracto más elevado y más riguroso. Por supuesto, pensamiento abstracto psicológico.

© Wolfgang Giegerich, 1998
© de la trad., Enrique Eskenazi, 2008

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Observaciones sobre el “antropocentrismo” y el personalismo

Reflexiones psicológicas.
Continuando con lasreflexiones sobre el personalismo -que tanta mella hace en la psicología contemporánea (exceptuados los pensamientos de James Hillman y de Wolfgang Giegerich, bien prevenidos contra esta plaga)- vale la pena mencionar los siguientes apuntes de Martin Heidegger, tomados de su “Meditación” (Besinnung, tomo 66 de las Gesamtausgabe), ed. Biblos, Bs. As. 2006:

“El antropomorfismo es la convicción expresa o inexpresa, admitida o de incógnito aceptada, de que el ente en totalidad es lo que es y como es gracias y conforme al representar, que transcurre en el hombre, es decir en el animal dotado de razón, como un proceso vital entre otros. El ente y lo que así se nombra y conoce es una haceduría humana… El antropomorfismo puede retirarse en todo momento y para cada uno evidentemente a su primera y última proposición, de que precisamente pues todo lo representado, dicho e interrogado sea “humano”. Y no obstante no es la humanización del ente lo esencial suyo, sino la resistencia que se anuncia en las más diferentes figuras ante toda posibilidad de un cambio esencial del hombre. Por ello asume también con gusto el rol de una evasiva ante toda exigencia de un decisivo preguntar”.

“la pregunta por la verdad del ser permanece desconocida e impreguntada. La relación del hombre con el “ser” rige por adelantado como decidida a través de la explicación de la referencia humana (humanizante) del hombre con el ente. El verdadero sostén del antropomorfismo es por ello la metafísica como tal. Otorga sobre todo el espacio para su afirmación y su rechazo. Ello se pone en evidencia en el contrajuego, que en seguida se degenera en plena infructuosidad, de “subjetivismo” y “objetivismo” en la metafísica moderna. El “subjetivismo” tiene, en todo caso, que ser entendido aquí en su plena esencia, es decir, metafísicamente. Es el planteo del hombre (sea como “yo” o “nosotros”, como “singular” o “comunidad”, como “espíritu” o “cuerpo”, como mero viviente o “pueblo”) en el sentido del sub-iectum, es decir de aquel ente, desde el cual y hacia el cual todo ente es “explicado” en su entidad. El “objetivismo”, de nuevo metafísicamente tomado, resulta necesariamente el reverso del “subjetivismo”, apenas éste se ha vuelto en su esencia plenamente opaco y evidente. El hombre, es decir el subiectum olvidado como tal pertenece a la totalidad del ente en el sentido de lo “objetivo” y es en medio del mismo un fugaz polvillo. El ascenso del hombre a la ilimitada esencia de poder y la entrega del hombre al irreconocible destino del transcurso del ente en totalidad se copertenecen, son lo mismo”

O sea, subjetivismo: ascenso del hombre a la ilimitada esencia del poder. ¿No es este el motor que se agita detrás de objetivos “psicológicos” tales como crecimiento, maduración, realización de sí-mismo, centramiento, y la jerga “religiosa” de un llegar a sí-mismo que no es sino llegar (a ser) Dios?
Objetivismo: la entrega del hombre al irreconocible destino del transcurso del ente en su totalidad, en medio de lo cual es “un fugaz polvillo”. ¿No es este el motor que se agita detrás de afirmaciones tales como “el alma está en el cerebro” y la empresa psiquiátrico-farmacéutica que ocupa hoy el lugar de la psicología?
Pero ambos no son sino la cara de una misma moneda, cosa que Heidegger vio con su acostumbrada lucidez.

“¿No es entonces la humanización del ente en totalidad ya la consecuencia de la humanización del hombre surgida antes irreconociblemente? Con ésta sea en primer lugar nombrada la reconstrucción de lo que distingue al hombre como hombre (en el sentido de una diferenciación al interior del ámbito de los vivientes), en la animalidad. Pero ésta transcribe a la vez los vivientes y con ello el hombre como un ente hallable, dotado respectivamente de modo diferente de facultades inferiores y “superiores” (“órganos”). Humanización por lo tanto quiere decir; el hombre es reprimido en una esencia animal presente ante la mano, que también aparece entre otras; la heterogénea valoración de facultades y prestaciones humanas no modifica nada en esta fijación metafísica de la esencia humana.
Si sin embargo el antropomorfismo consiste en tal humanización y no tan sólo en la humanización de todo ente, ¿no tiene entonces la meditación acerca del antropomorfismo que preguntar primero la pregunta por la esencia del hombre? La exigencia suena evidente. Y no obstante oculta en sí las más cuestionables decisiones, porque no está decidido cómo pues en general, desde qué intenciones y en qué respectos, haya que preguntar por el hombre y de qué modo sea realizable aquí una decisión… En el antropomorfismo ha sido afirmada la humanización del ente en totalidad, es decir, del ente como un tal. El ser es, como representatividad, por gracia del representar, una haceduría del animal racional. En el antropomorfismo se encuentra la decisión previa sobre el ser como un producto del hombre humanizado. ¿Cómo y dónde y cuándo ha sido efectuada esta decisión alguna vez como tal -como una decisión sobre el ser? Pero si hasta ahora en ninguna parte ni nunca fue efectuada, ¿no tiene entonces que ser puesto antes a decisión un tal decidir mismo sobre la esencia del ser? ¿No tiene entonces la pregunta por el hombre que preguntar la pregunta ante sí, cómo pues en general el hombre podría estar asignado a la verdad sobre el ser, a fin de que tales decisiones un día le puedan devenir una indigencia y las preguntas en este ámbito decisional una necesidad?… El saber “acerca del” ser-ahí (Dasein), es decir, aquí el ser-ahí mismo, es en sí necesariamente el saber acerca de las múltiples condiciones según la historia del ser (Seyn), qu aseguran al antropomorfismo su aparente “naturalidad”, indestructibilidad y facilidad; estas condiciones son:

a) la entera primacía del ente ante el ser en la metafísica y a saber justamente en virtud del preguntar metafísico por el ser (como entidad)
b) la experiencia, domiciliada en el horizonte de esta primacía, del hombre como animal rationale;
c) la consolidación de la “esencia” hombre presente ante la mano en el modo de pensar cristiano (el ens creatum -homo- como “peregrino de la tierra”)
d) la agudización de la presencia ante la mano del hombre a través de la interpretación del “subiectum”
e) la final unción del hombre a la desatada maquinación del ente (técnica-historiografía)

Pero cuando la esencia del ser (Seyn) se funda en el evento-apropiador (Ereignis), en el acaecimiento apropiador del hombre en el ser-ahí, ¿no es entonces recién verdaderamente determinado el ser (Seyn) -y no más sólo el ente- hacia el hombre, es decir, a partir de él? ¡No!, pues el acaecimiento-apropiador (Ereignis) en el ser-ahí es ya en sí trans-ferencia al ser (Seyn) como ese abismoso entretanto, en cuyo espacio-de-juego temporal se cruza la réplica del dios y del hombre con la contienda de tierra y mundo”

Para más elucidación acerca de la noción de Ereignis (acontecimiento apropiador) en Heidegger, ver el artículo de Antonio González “Hacia el Ereignis” que he colgado en la web del Centro

miércoles, 20 de agosto de 2008

Una vez más: la verdad

En sus Preguntas fundamentales de la Filosofía (“Problemas” selectos de “lógica”), curso 1937/38, ed. Comares, Granada 2008, Martin Heidegger escribe:

Planteamos la pregunta por la verdad. La determinación acostumbrada de la verdad reza: La verdad es la corrección del representar, es la correspondencia del enunciado (de la proposición) con la cosa. Aun cuando en el transcurrir de la historia del pensar occidental han aparecido diversas opiniones sobre el conocer y el representar que no han cesado de combatirse y mezclarse, en todas ellas da la pauta la misma concepción de la verdad en cuanto corrección del representar (…)
Sin embargo, a esta hora de la historia del mundo se puede y también se debe preguntar adónde ha llegado este Occidente con su concepción de verdad. ¿Dónde estamos actualmente? ¿Qué es la verdad y dónde está? ¿Hemos perdido la verdad por completo debido a todas las correcciones? ¿No ha caído el Occidente en una situación para la cual todas las metas están tapadas y toda actividad y todo impulso se dirigen solamente a buscar un escape de esta situación? ¿De qué otra forma debemos captar metafísicamente que el hombre occidental tienda ya sea a la completa destrucción de lo que ha sido hecho hasta ahora o al rechazo de esta destrucción?
Pero las huídas no son decisiones. Las decisiones en su extremo exigen, no obstante, el estalecimiento de aquellas metas que sobrepasan toda utilidad y todo propósito, y así sólo son suficientemente poderosas para ofrecer la necesidad de un nuevo crear y fundar. Las decisiones en cuanto tales establecimientos de metas -sobre todo en la situación descrita- requieren de la fundación del suelo y la erección del horizonte, sobre el cual y en el cual deben ser tomadas.
¿Tenemos pues -y para esa decisión esto es lo decisivo- la voluntad y el saber siquiera para lo más cercano, es decir, la preparación para esta decisión? Visto a la luz de esta tarea, ¿es la pregunta por la verdad sólo un "problema de lógica" o es la pregunta por la verdad lo más cuestionable de nuestra historia previa y lo más digno de ser preguntado de nuestra historia futura?
Para todo aquel que tenga ojos para ver y especialmente para todo aquel que ha escapado de la pereza de creerse, en la improductiva rigidez de lo vigente, -por ejemplo el cristianismo- en posesión del remedio; para todo aquel que desea no ir hacia atrás, sino hacia delante, no hacia un "progreso", sino hacia el futuro velado, la tarea está decidida. Ella requiere la meditación (1) como lo primero, lo más constante, lo último.

(1) Besinnung: pensamiento meditativo. Ver "Serenidad"

martes, 19 de agosto de 2008

Acerca de “la verdad” y la búsqueda de la verdad


En sus Preguntas fundamentales de la Filosofía (“Problemas” selectos de “lógica”), curso 1937/38, ed. Comares, Granada 2008, Martin Heidegger escribe:

…aquí no se proclaman verdades eternas. No tengo ni la capacidad ni el poder para ello. Más bien se trata de preguntar, de ejercitar el justo preguntar que puede ser alcanzado en su ejecución real. Esto parece ser demasiado poco para aquel al que le urge la posesión de respuestas. Pero en el ámbito de la filosofía la relación entre pregunta y respuesta tiene su propia condición respectiva. Para hablar metafóricamente, es como escalar una montaña. Esto no se logra al colocarnos en el nivel del opinar habitual y proclamar discursos sobre esta montaña para así "tener" la viva experiencia de ella. La subida y el acercamiento a la cima se logran solamente si comenzamos a escalar. Es cierto que de este modo perdemos de vista la cima y sin embargo nos acercamos más y más a ella al escalar, a lo que también pertenece el deslizarse hacia atrás y el resbalar, y en la filosofía incluso la caída. Sólo quien verdaderamente escala puede caer. ¿Pero qué pasa si los que caen experimentan la cima, la montaña y su alzarse del modo más profundo, más profundo y más particular que aquellos que aparentemente alcanzaron la cima, para quienes ella pronto pierde su altura llegando a ser plana y habitual? No se puede ni juzgar ni medir la filosofía o el arte, o en general cualquier confrontación creadora con el ente, mediante la ayuda de la cómoda regla calculadora del sano entendimiento humano y del presumiblemente sano "instinto", desfigurado y desviado desde hace tiempo; tampoco con la vacía sagacidad de lo así llamado "intelectual". Aquí todo y cada cosa debe ser experimentada en la ejecución, en el esfuerzo de la escalada. (p. 23)

lunes, 18 de agosto de 2008

El canto francés

El estilo de canto francés, en lugar de la apasionada expansividad del canto romántico italiano, se caracteriza por la atención al detalle (la mignonerie), las medias voces, la delicadeza y la precisión en el decir el texto.
He aquí dos magníficas interpretaciones de "Viens, gentille dame" de "La Dame Blanche" de Boieldieu:
1) la grabación de finales de los 20' a cargo del tenor español Miguel Villabella, que desarrolló su carrera en Francia y se convirtió en un gran exponente de la escuela de canto francesa:


2) La grabación de 1997 de Rockwell Blake, tomada de la integral de la ópera grabada bajo la dirección de Minkowski:

domingo, 17 de agosto de 2008

Henri Michaux: Poesías


LOS CÓNYUGES MALAVENIDOS
Los cónyuges malavenidos constituyen un peligro mágico, y se ha visto caer hechas polvo todas las habitaciones de un pueblo, consumidas por la violencia de los sentimientos hostiles de un marido hacia su mujer, sentimientos que trató quizá él mismo de disimular hasta entonces, cuando, en el momento en que el pueblo desmoronábase en polvo, debió rendirse a la evidencia.

EXTRAER EL "PSHI" DE UNA MUJER
El Mago Ani pretende poder extraer el pshi... de la mujer que ansía (el pshi no es el doble) y atraerlo hacia sí. Es posible abstenerse del pshi durante algún tiempo; la mujer no repara desde luego en esa privación. El Mago entonces acaricia el pshi y poco a poco y aunque no sientiendo más que cosas vagas, la mujer se aproxima al lugar donde se encuentra su pshi. Y cuando más adelanta, mejor se siente, hasta que coincide, sin saberlo, con él. En tal circunstancia, el amor del hombre ha penetrado ya en ella.

EMPUÑAR EL PAISAJE
Los Magos sostienen que, en la mayoría de las gentes que observan un paisaje, se forma una cápsula. Esa cápsula no es tan pequeña como se cree y constituye el médium entre el paisaje y el contemplador. Si el contemplador pudiese arrancar esa cápsula y llevársela consigo volveríase inconmensurablemente dichoso, conquistaría el paraíso en la tierra.
Pero para ello es preciso una delicadeza extrema, una fuerza prodigiosa y saber lo que se hace. Es como arrancar de un golpe un árbol con todas sus raíces. Los espíritus malignos que utilizan por doquier medios nemotécnicos, representaciones gráficas, comparaciones, análisis y brutalidades sobre la materia observada, no solamente ignoran a qué me estoy refiriendo, sino que no pueden darse cuenta de la sencillez maravillosa y casi infantil de esa operación que os conduce con simplicidad al umbral del éxtasis.

LOS MILES DE DIOSES
Lo increíble, lo deseado desesperadamente, desde la infancia, lo aparentemente excluido que pensé que nunca volvería a ver, lo inaudito, lo inaccesible, lo demasiado bello, lo sublime prohibido para mí, ha llegado. HE VISTO A LOS MILES DE DIOSES. He recibido el regalo portentoso. Se me han aparecido a mí, que no tengo fe (sin conocer la fe que tal vez pueda tener). Estaban ahí, presentes, más presentes que cualquier cosa que yo haya mirado jamás. Y era imposible y yo lo sabía, y sin embargo. Sin embargo, estaban ahí, colocados por centenares, unos junto a otros (pero les seguían mil más, apenas perceptibles y muchos más de mil, una infinidad). Esas personas tranquilas, nobles, suspendidas en el aire por una levitación que parecía natural, estaban ahí, ligerísimamente móviles, o más bien animándose sobre la marcha. Ellas, esas personas divinas y yo, solos en presencia. En algo así como el reconocimiento, yo les pertenecía. Pero, bueno -me objetarán- que se creía usted? Respondo: ¿Qué iba a creer SI ESTABAN AHÍ? ¿Por qué me iba a poner a discutir si me encontraba satisfecho? No estaban a una gran altura, pero era suficiente para, dejándose ver, guardar las distancias, para ser respetados por el testigo de su gloria que reconoce su superioridad incomparable. Eran naturales, como es natural el sol en el cielo. Yo no me movía. No tenía que inclinarme. Estaban colocados suficientemente por encima de mí. Era real y era como cosa convenida entre nosotros, en virtud de una alianza previa. Yo estaba colmado por ellos. Había dejado de estar mal colmado. Todo era perfecto. Ya no había ni que reflexionar, ni que sopesar, ni que criticar Ya no había nada que comparar. Mi horizontal era ahora una vertical. Yo existía en altura. No había vivido en vano. La diferencia con todos los acontecimientos anteriores era mi total y feliz consentimiento. No prestaba atención a otra cosa. Me entregaba con la misma intensidad con la que veía. En ese don estaba mi alegría...

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viernes, 15 de agosto de 2008

El fin de la filosofía y la tarea del pensar


Acabo de publicar el artículo de Martín Heidegger: “El fin de la filosofía & la tarea del pensar”, en el cual el gran pensador muestra que la técnica, y la asimilación de la ciencia como único modo de conocimiento “verdadero”, equivalen a la consumación y cumplimiento mismos de la metafísica. De este modo no habría opción: o metafísica o ciencia, puesto que la ciencia y, sobre todo, la técnica, consistirían en el fruto último y culminación misma de la metafísica. Frente a la filosofía, entendida como metafísica, Heidegger postula la importancia y la vigencia del pensar

En este artículo Heidegger escribe una frase que bien podía considerarse el tema y motor fundamental del pensamiento psico-lógico de Wolfgang Giegerich:

“Las preguntas son caminos para una respuesta. Esta consistiría -en el caso de que alguna vez se accediera a ella- en una transformación del pensar, no en un enunciado sobre un contenido.” (el subrayado es mío)

La transformación del pensar (lo que Giegerich llama “la sintaxis de la lógica del alma”) no es lo mismo que la adición o supresión de diversos “contenidos” -temas, materias, objetos- del pensamiento (“la semántica”). De ahí que hablar de dioses, de arquetipos o de átomos, no implique ninguna transformación del pensar, sino tan sólo un cambio de un tema a otro, no muy diferente de un telespectador que, intocado en su esencia, cambiara de un canal a otro, de un programa a otro, permaneciendo sin embargo fuera de y frente a los temas, preservando así intacta su estructura de pensamiento. Y de ahí también que una transformación del estatus lógico no tenga necesaria ni principalmente que ver con los temas tratados; es por ello tan frecuente que, como en el caso de la psicología analítica o del esoterismo, se trate (se hable) del misterio de la manera más desvergonzada (con una sintaxis positivista, o metafísica -que según Heidegger serían lo mismo). Un paseo por los tópicos de la psicología analítica: mitos, símbolos, sueños, obra alquímica, gnosticismo, iniciación y teofanías, sólo manifiesta la semántica de un pensar que, inadvertidamente, sigue atrapado en una sintaxis positivista, técnica o literal, y por ello mismo esos temas resultan banalizados, sin importar que se les añada calificativos como "sublime", "misterioso", "trascendente", etc. etc. Es más, esos calificativos se vuelven necesarios para reforzar aquello que no está en el la manera misma de afrontar tales “contenidos”.

lunes, 11 de agosto de 2008

Mahler: Sinfonía de los Mil (Sinfonía nº 8)

He aquí el último movimiento de esta majestuosa sinfonía de Mahler, tal como la grabara Rafael Kubelik dirigiendo la Orq. Radio Baviera

jueves, 7 de agosto de 2008

lunes, 4 de agosto de 2008

El mundo “al revés”


En más de una ocasión a lo largo de sus escritos, Wolfgang Giegerich insiste en llamar al “mundo del alma”, o también a la dimensión psico-lógica con la expresión hegeliana de “el mundo al revés”. Así, por ejemplo, en su “¿Es "profunda" el alma?” escribe:

“el verdadero “interior” no es algo localizado dentro de otra cosa. No es una ubicación en absoluto; como localización todavía sería una idea abstracta o externa de interioridad. No, el verdadero “interior” es lo que no tiene nada fuera de sí, externo a sí, no hay límites que podría estar ahí fuera, en sus márgenes. Le verdadero interior se define como aquél cuya interioridad ha rodeado, en una inversión revolucionaria, la noción misma de “afuera”, "límite” o “frontera”, y las ha internalizado en sí mismo. Lo interior es así lo que tiene lo exterior verdaderamente dentro y no fuera de sí mismo. Sólo esta relación auto-contradictoria, “loca” es lo que constituye la interioridad. Pero, por supuesto, algo que tiene el afuera (su propio afuera) verdaderamente dentro suyo, ya no puede ser imaginado. Sólo puede ser pensado. Y puesto que la “tierra” del alma está constituida por la interioridad, sólo es accesible al pensamiento. En sí misma es un Mundo Al Revés y, como tal, inimaginable”.

A propósito de esta expresión de Hegel, retomada por Heidegger en su “¿Qué es metafísica?”, he publicado el artículo de Raúl Gabás Pallás, “El mundo al revés en Hegel y Heidegger”, que puede ayudar a comprender lo que se oculta en esta poderosa imagen.

viernes, 1 de agosto de 2008

“Cosmos y Psique”: una crítica


Acabo de leer los dos libros de Richard Tarnas recientemente traducidos y publicados en ed. Atalanta, “La pasión de la mente occidental” y su secuela, por así decir, “Cosmos y Psique”. Escritos desde una perspectiva afín a la psicología arquetipal y el pensamiento junguiano, son vulnerable a las agudas críticas que contra ambos movimientos -y desde dentro de ellos- ha formulado Wolfgang Giegerich.

“Cosmos y Psique” es una extraña (pero no sorprendente) mezcla de libro de crítica cultural, de filosofía, de psicología y, mayormente, de astrología. Al menos de “astrología psicológica” tal como se estila a partir del trabajo pionero de Dane Rudhyar y, posteriormente, de Liz Greene, Stephen Arroyo, Alexander Ruperti, Howard Sasportas, entre otros.

No voy a argumentar aquí acerca de la “correspondencia” -a muchos les gusta hablar de sincronicidad, sin siquiera sospechar lo que el uso de esta palabra aparentemente inocua implica (1)- entre las configuraciones planetarias y los acontecimientos históricos. Siempre es posible encontrar a posteriori correspondencias “significativas” entre datos ya conocidos. No más que las “correspondencias” entre el número de asientos del avión que primeramente se estrelló contra las Torres Gemelas, el número de teléfono de alguna de sus víctimas, la fecha de nacimiento de algún político destacado y finalmente la fecha del temible atentado. En cambio tales "correspondencias" son imposibles de hallar antes de los hechos mismos, por la sencilla razón de que son buscadas intencionadamente cuando ya se tiene noticia de ellos. Y por supuesto, siempre puede uno ingeniarse para hallar coincidencias entre dos hechos cualesquiera, una vez producidos, a partir de recursos tan arbitrarios como reducir letras a números, jugar con las fechas, las cifras, los nombres, y demás. Las correspondencias que Tarnas destaca entre acontecimientos históricos y configuraciones planetarias no son tan banales, pero pecan de la misma arbitrariedad: la selección de aquellos fenómenos que puedan sostener una hipótesis, de tal manera que la “prueba” resulta viciada por la parcialidad del enfoque histórico. Más que pruebas son trucos. (2)

Pero no voy a centrar mis críticas en operaciones tan artificiosas y tan poco dignas de crédito. Es mucho más interesante apuntar a aquello que tal mentalidad refleja y cuenta inadvertidamente de sí misma y de la “cosmovisión” en la que ya se está instalado y desde la cual surgen todas sus bienintencionadas propuestas.

El problema con estas obras, y con el libro de Tarnas, es que parten de una posición metafísica e incluso religiosa que nunca se somete a crítica, ya sea la propuesta metafísica de los “arquetipos” junguianos -y que Jung pretendió hacer pasar por “datos empíricos” en el sentido de datos de una experiencia “interior” (3)- o de un “significado último” de todo acontecer, o de las “estructuras a priori de la imaginación”, siendo éste último enfoque más afín a la visión de James Hillman y más interesante como tema de discusión (pero muy frágil como “fundamento” de una “cosmovisión”). En verdad, la misma expresión “cosmovisión” o “visión del mundo” o, incluso, “concepción del universo” delata ya que se está -inevitablemente- instalado en una colocación moderna o, mejor aún, postmoderna.

Ya Heidegger escribió agudamente( en La Época de la Imagen del Mundo):

El arraigo cada vez más exclusivo de la interpretación del mundo en la antropología, que se inicia a finales del siglo XVIII, encuentra su expresión en el hecho de que la posición fundamental del hombre frente a lo ente en su totalidad se determina como visión del mundo. Fue a partir de esta época cuando dicha palabra se introdujo en el uso lingüístico. En cuanto el mundo se convierte en imagen, la posición del hombre se comprende como visión del mundo. Cierto que el término ‘visión del mundo’ se presta fácilmente al malentendido de que se refiere a una mera contemplación pasiva del mundo. Por eso, ya desde el siglo XIX se ha insistido en que la visión del mundo significa también e incluso principalmente una visión de la vida. El hecho de que, de todas maneras, el término ‘visión del mundo’ se haya mantenido como nombre para la posición del hombre en medio de lo ente, es la prueba de lo decididamente que el mundo se ha convertido en imagen en cuanto el hombre ha llevado su vida como subjectum a la posición principal en el centro de toda relación. Esto significa que lo ente sólo vale como algo que es, en la medida en que se encuentra integrado en esta vida y puesto en relación con ella, es decir, desde el momento en que es vivido y se torna vivencia. Al igual que cualquier tipo de humanismo resultaba inadecuado para los griegos y que en la Edad Media era imposible una visión del mundo, del mismo modo también resulta absurda una visión católica del mundo. En la misma medida en que lo necesario y normal es que todo tenga que convertirse en vivencia para el hombre moderno, cuanto más ilimitadamente se apropia de la configuración de su esencia, del mismo modo, es absolutamente cierto que los griegos no sufrían vivencias cuando celebraban sus fiestas olímpicas. (4)

Y más adelante añadió:
Lo gigantesco es más bien aquello por medio de lo cual lo cuantitativo se convierte en una cualidad propia y, por lo tanto, en una manera especialmente señalada de lo grande. Cada época histórica no sólo es diferentemente grande respecto a las otras, sino que además tiene su propio concepto de grandeza. Pero en cuanto lo gigantesco de la planificación, el cálculo, la disposición y el aseguramiento, dan un salto desde lo cuantitativo a una cualidad propia, lo gigantesco y aquello que aparentemente siempre se puede calcular por completo, se convierten precisamente por eso en lo incalculable. Lo incalculable pasa a ser la sombra invisible proyectada siempre alrededor de todas las cosas cuando el hombre se ha convertido en subjectum y el mundo en imagen Por medio de esta sombra, el mundo moderno se sitúa a sí mismo en un espacio que escapa a la representación y, de este modo, le presta a lo incalculable su propia determinabilidad y su carácter históricamente único. Pero esta sombra indica otra cosa cuyo conocimiento nos está vedado en la actualidad. El hombre no podrá llegar a saber qué es eso que está vedado ni podrá meditar sobre ello mientras se empeñe en seguir moviéndose dentro de la mera negación de su época. Esa huida a la tradición, entremezclada de humildad y prepotencia, no es capaz de nada por sí misma y se limita a ser una manera de cerrar los ojos y cegarse frente al momento histórico. El hombre sólo llegará a saber lo incalculable o, lo que es lo mismo, sólo llegará a preservarlo en su verdad, a través de un cuestionamiento y configuración creadores basados en la meditación.

Y, adecuadamente, en el libro de Tarnas se trata de una “huida a la tradición, entremezclada de humildad y prepotencia”.

Las cien primeras páginas de Cosmos y Psique muestran su programa, o sea su proyecto:
"destruir la mentalidad moderna y marchar hacia una nueva visión, ya sea en ciencia, filosofía o religión" (pág 61) "reconstruir o atemperar las diversas consecuencias alienantes poscopernicanas, desde el dualismo sujeto-objeto de Descartes a la evolución ciega de Darwin" (ibid), "aspirar a un mundo humanamente significativo y con resonancias espirituales", puesto que “el desencantamiento del universo moderno es consecuencia directa de una epistemología simplista y de una postura moral extraordinariamente inadecuada a las profundidades, complejidades y grandeza del cosmos”. (pág. 75) Y a continuación Tarnas escribe (pág. 76): “¿Cuál es el remedio para la visión fundada en la hybris? (es decir, la Era Moderna) Talvez el remedio esté en escuchar, en escuchar más sutil, receptiva y profundamente. Puede que nuestro futuro dependa de la precisa medida en que estemos dispuestos a ensanchar nuestra vías de conocimiento. Necesitamos un empirismo y un racionalismo más amplios, más auténticos.” (pág. 76)
Creo que bastan estos pasajes para advertir “desde dónde” habla Tarnas: desde un profundo disgusto con “el universo desencantado” -es decir, desprovisto de magia y de “alma”- de la modernidad y de la postmodernidad. Para él se trata de “descubrir las profundidades y la rica complejidad del cosmos” , para lo cual “se necesitan vías de conocimiento que integren plenamente la imaginación, la sensibilidad estética, la intuición moral y espiritual, la experiencia de revelación, la percepción simbólica, las modalidades somática y sensorial del entendimiento y el conocimiento empático. Pero por encima de todo debemos reaccionar a -y superar- la gran proyección antropomórfica oculta que ha sido prácticamente la definición de la mente moderna, a saber, la proyección de ausencia de alma en el cosmos, debida a la voluntad de poder del yo moderno (pág. 77)

Un programa realmente ambicioso: superar la modernidad y “devolver el alma al cosmos”. Un proyecto, a mi ver, aquejado de la misma hybris de la que acusa a la modernidad. Acaso peor, porque más flagrante: al fin y al cabo, la modernidad no fue el resultado de una serie de decisiones individuales, ni de un programa para promover una ideología, ni mucho menos de lo que Tarnas supone: consecuencia directa de una epistemología simplista y de una postura moral extraordinariamente inadecuada a las profundidades, complejidades y grandeza del cosmos sino más bien el resultado de la emergencia de una nueva verdad, de modo que los individuos se encontraron instalados en un plano de entendimiento que ya había superado (en el sentido hegeliano de la expresión: negado e incorporado y trascendido) el estatus del conocimiento previo. La modernidad no es fabricación de pensadores tales como Descartes, Locke y demás, sino que éstos fueron sus voceros. Como bien hace notar Giegerich en su “¿Es 'profunda' el alma?”:

En muchos ámbitos, y también en la psicología arquetipal, Descartes es tratado con desdén. Es tratado como un criminal (psicológico o intelectual) responsable de la escisión fundamental expresada por la oposición de los términos mencionados arriba (res cogitans y res extensa). Esto no es sólo injusto, sino también no-psicológico. Descartes no hizo nada; no es responsable ni culpable de una escisión. Meramente expresó la escisión que era constitutiva para la condición del alma moderna y por tanto una verdad moderna. Si alguien es “culpable” aquí, es el alma. Descartes tan sólo hizo su legitimación, nada más … Culpar a Descartes es una defensa (en el sentido psicoanalítico de la palabra) contra tener que reconocer la revolución psicológica fundamental que ya ha tomado lugar hace tiempo y que ha provocado una ruptura irrevocable, experimentada como la pérdida del mito y el extrañamiento de “la naturaleza”. Expresada en términos positivos, fue la adquisición de una conciencia rota, reflejada y reflexiva. No tenemos que combatir o negar a Descartes. Tenemos que llevarlo más allá, “pensarlo aún más”

Es así que “el programa” de Tarnas está diseñado para paliar el “des-encantamiento” del mundo, para “re-encantarlo”. Se trataría, nada más ni nada menos, de postular una nueva “cosmología”. Pero ¿puede una "nueva" cosmología brotar de la decisión y una voluntad, de un deseo y una nostalgia, más que de la búsqueda desinteresada de la verdad? ¿No existe ya acaso en la ciencia natural actual una “cosmología” que ha resultado, no tanto del “querer” consciente de los hombres, sino de los resultados y la dinámica mismos de la investigación? (5)

Tarnas no tiene el menor empaque en proponer la astrología como base de una “nueva” cosmología -que en verdad es antigua, incluso obsoleta, por lo cual su móvil es además lógicamente reaccionario y muy semejante a proponer la física aristotélica como base de una “nueva ciencia de la naturaleza” o la astronomía geocéntrica ptolemaica como base de una “nueva” concepción astronómica. Esto no sólo es “imposible” (lógicamente), sino que sería incluso risible, sino fuera alarmante. (6)
¿Por qué alarmante? Porque lo que inadvertidamente ha desaparecido en propuestas como la de Tarnas es toda aspiración a la verdad. Pareciera ser que lo que importa es “reanimar -reencantar- al cosmos” en lugar de querer averiguar modestamente lo que “el cosmos” sea, más allá de nuestros intereses (¡incluida la superviviencia!) y buenos (o malos) propósitos. Esta íntima convicción de que lo que hay (lo que existe, lo que es) depende de la voluntad y el decreto humano, es una manifestación boyante del antropocentrismo, por no decir del nihilismo más supino. Y con esto no pretendo criticar al nihilismo, sino poner de manifiesto que las propuestas para evitarlo ya apestan a nihilismo inadvertidamente y son, por tanto, expresión sintomática de la misma supuesta enfermedad que pretenden remediar. Lamentable.(7)

Lo que más sorprende es la suposición implícita de que uno puede pasearse por la historia, como si se estuviera fuera de ella, y revisar “inocentemente” las ideas, con supuesta neutralidad y que, aparentemente más allá de toda limitación, se pueden observar las épocas y las ideas (las “cosmovisiones”) para valorarlas y estimarlas, más o menos como un entomólogo colecciona especímenes. Pero las "cosmosvisiones" no son artículos de consumo o piezas de colección que uno pueda "usar" a gusto para mirar a través de ellas. Cuando se han vuelto eso, es porque uno está ya instalado en la óptica de un consumidor -que es la característica de nuestro tiempo. Esto me recuerda a cuando Hillman en Módena declaró que consideraba que la historia era un depósito de metáforas para la imaginación. Es entonces cuando la historia ha perdido toda su abrumadora “realidad” y se ha vuelto un producto más de consumo , o un recorrido "turístico".
Cuando "se mira imaginalmente a través de" una cosmovisión, se está mirando con las limitaciones de los propios pre-supuestos culturales. Y se está, sin darse cuenta, "consumiendo" esas cosmovisiones, transformando los mitos en literatura, la historia en un largometraje y la realidad en espectáculo: se está, como quien dice, mirando la televisión. Creerse que al ver "Ben Hur" con Charlton Heston en la televisión (o en el cine) uno está haciendo "historia de la Roma antigua" es un gran error. Lo que uno está haciendo entonces es practicar y comulgar inadvertidamente con la "cosmovisión" -palabra horrible- del tiempo en el que inevitablemente se vive: tele-adicción, el espectador que pasa por la vida tomando de aquí y de allí, del descomunal "supermercado" o de los “grandes almacenes” que se ha vuelto la existencia.

Y entonces me pregunto: ¿lo que desde esa actitud de consumidor complaciente pueda proponerse como un re-encantamiento del mundo, ¿será acaso muy distinto de construir un parque temático a piacere, una nueva disneylandia, y un sofisticado entretenimiento, para seguir dando de lado a una verdad que se nos impone más allá de nuestras distracciones? No es ninguna sorpresa que Tarnas proponga “vías de conocimiento que integren plenamente la imaginación, la sensibilidad estética, la intuición moral y espiritual, la experiencia de revelación, la percepción simbólica, las modalidades somática y sensorial del entendimiento y el conocimiento empático.”
Con semejante receta, la diversión está garantizada.

Notas
(1) La idea de “sincronicidad”, propuesta por C. G. Jung, se mueve ya en la aceptación de la dualidad cartesiana entre res cogitans (psique, lo interior) y res extensa (materia, lo exterior), a la cual aspira a trascender. Pero, naturalmente, deja sin examinar qué noción de interioridad y de exterioridad están en juego en esta aparente oposición: una interioridad tan “externa” como la supuesta “exterioridad”a la que obviamente complementa. Se trata de una imagen espacial y, por tanto, extensa: ¿es una interioridad "extensa" como el dentro de un cuarto lo es respecto al afuera, o como el interior de una tiza lo es respecto a su exterior, de modo que cada vez que se parte la tiza a fin de encontrar su “interior” se encuentra uno nuevamente con un trozo exterior: por dentro la tiza es tan exterior como por fuera?. De esto ya hablaba Heidegger en su “La pregunta por la cosa”. El exterior y el interior de la tiza no están dialécticamente pensados
, ni en Jung ni en la psicología arquetipal (como tampoco lo están el interior psíquico respecto al exterior físico: en este caso el interior psíquico deja "fuera” el exterior físico, y el “exterior físico” tiene fuera de sí “el interior” psíquico). Este primado de una visión “externa” del par interior/exterior muesta el primado inadvertido del enfoque positivista en la psicología al uso (el peso decisivo de la realidad exterior, que aparece por tanto necesitada de alma), incluida la psicología de Jung o de Hillman. Por ello la psique aparece como un contenedor cuyos contenidos se proyectan afuera, y se acepta implícitamente, por tanto, un afuera desprovisto de interioridad. Un tratamiento serio y profundo del tema de la relación entre “exterioridad (afuera)” e “interioridad (adentro)” y de la idea de sincronicidad, se encuentra en “Es 'profunda' el alma”, donde puede leerse que “el verdadero “interior” no es algo localizado dentro de otra cosa. No es una ubicación en absoluto; como localización, todavía sería una idea abstracta o externa de interioridad. No, el verdadero “interior” es lo que no tiene nada fuera de sí, externo a sí, no hay límites que podría estar ahí fuera, en sus márgenes. El verdadero interior se define como aquél cuya interioridad ha rodeado, en una inversión revolucionaria, la noción misma de “afuera”, “margen” o “frontera”, y las ha interiorizado en sí mismo. Lo interior es así lo que tiene lo exterior verdaderamente dentro y no fuera de sí mismo. Sólo esta relación auto-contradictoria, “loca”, es lo constituye la interioridad. Pero, por supuesto, algo que tiene el afuera (su propio afuera) verdaderamente dentro suyo ya no puede ser imaginado. Sólo puede ser pensado. Y puesto que la “tierra” del alma está constituida por la interioridad, sólo es accesible al pensamiento. En sí misma es un Mundo Invertido y, como tal, inimaginable.”

(2) Aún recuerdo cuando Liz Greene, a comienzos de los 80' en sus lecciones publicadas como “The Outer Planets & Their Cycles. The Astrology of the Collective” (Los planetas exteriores y sus ciclos. La Astrología de lo Colectivo), ed. CRCS Publications, USA, 1983, y ante el inminente ingreso de Plutón en Escorpio, comparó la década y media por venir (1983-1996) con la emergencia de la francmasonería y el nacimiento de Mesmer en el s. XVIII, o anteriormente con Renacimiento Florentino (última década del s. XV) y, aún antes, con el florecimiento de la Kabbalah y los Caballeros Templarios (alrededor de 1240). Así, anticipó que entre finales de 1983 hasta 1996 aproximadamente podía haber la re-emergencia de una "filosofía perenne" asociada con los movimientos esotéricos, una especie de Renacimiento de la "raiz común que subyace detrás de la Masonería y el lulismo y el neoplatonismo y el hermetismo y la psicología profunda, aunque estoy segura de que mucha gente se enfadaría ante tales conexiones”. Todo esto provenía de la asociación de Plutón con la idea de "renacimiento de lo oculto". Naturalmente, la expectativa que esto podía despertar en la audiencia de 1982 difícilmente pudo verse confirmada por los acontecimientos que siguieron.
De cualquier modo, estos intentos de "astrología de lo colectivo" pecan de lo que ha sido llamado por Giegerich “el error básico de la psicología”

(3) Para justificar esta afirmación acerca del intento de Jung de aproximarse a “los arquetipos” desde una perspectiva empírica (o sea: confirmar la “existencia” de los arquetipos empíricamente), me remito, por ejemplo, a dos ensayos de W. Giegerich que acabo de traducir y publicar: La Historicidad del Mito, y ¿Es “profunda” el alma?

(4) En el mismor artículo Heidegger escribe: “Cuando meditamos sobre la Edad Moderna nos preguntamos por la moderna imagen del mundo. La caracterizamos mediante una distinción frente a la imagen del mundo medieval o antigua. Pero ¿por qué nos preguntamos por la imagen del mundo a la hora de interpretar una época histórica? ¿Acaso cada época de la historia tiene su propia imagen del mundo de una manera tal que incluso se preocupa ya por alcanzar dicha imagen? ¿O esto de preguntar por la imagen del mundo sólo responde a un modo moderno de representación de las cosas?
¿Qué es eso de una imagen del mundo? Parece evidente que se trata de eso: de una imagen del mundo. Pero ¿qué significa mundo en este contexto? ¿Qué significa imagen? El mundo es aquí el nombre que se le da a lo ente en su totalidad. No se reduce al cosmos, a la naturaleza. También la historia forma parte del mundo. Pero hasta la naturaleza y la historia y su mutua y recíproca penetración y superación no consiguen agotar el mundo. En esta designación está también supuesto el fundamento del mundo, sea cual sea el tipo de relación que imaginemos del fundamento con el mundo… allí donde el mundo se convierte en imagen, lo ente en su totalidad está dispuesto como aquello gracias a lo que el hombre puede tomar sus disposiciones, como aquello que, por lo tanto, quiere traer y tener ante él, esto es, en un sentido decisivo, quiere situar ante sí. Imagen del mundo, comprendido esencialmente, no significa por lo tanto una imagen del mundo, sino concebir el mundo como imagen. Lo ente en su totalidad se entiende de tal manera que sólo es y puede ser desde el momento en que es puesto por el hombre que representa y produce. En donde llega a formarse una imagen del mundo, tiene lugar una decisión esencial sobre lo ente en su totalidad. Se busca y encuentra el ser de lo ente en la representabilidad de lo ente” (En esta nota, como en las siguientes, el subrayado es mío)

(5) Conviene al respecto recordar la afirmación de Heidegger en “¿Qué significa pensar?” en el sentido de que “En manera alguna es verdad lo que opina la historia de la filosofía común y corriente, que mito y logos entran en oposición por culpa de la filosofía como tal; antes bien son precisamente los primeros pensadores de los griegos (Parménides, fragm. 8) quienes usan mito y logos con un mismo significado. Mito y logos se separan y oponen recién allí donde ni el mito ni el logos pueden mantenerse en su ser primigenio... Lo religioso nunca es destruido por la lógica, cosa que sucede siempre y solamente por sustraerse el dios

(6) No es sorprendente hallar en Tarnas (y no sólo en él) la convicción de que la ciencia y la técnica son productos de arbitrarias decisiones y resoluciones humanas (la falacia antropológica), lo cual comporta la convicción de que también podría alterarse su curso mediante nuevas decisiones y resoluciones, es decir, mediante un esfuerzo de la voluntad o un programa. Una idea realmente endeble acerca de la historia de la ciencia, o de la historia en general. Lejos se está de aquella comprensión de Heideegger que hizo que en su artículo “Ciencia y Meditación” escribiese: “La ciencia es un modo, y además un modo decisivo, como se nos presenta todo lo que es. Por ello debemos decir: la realidad, en el interior de la cual el hombre de hoy se mueve e intenta mantenerse, está codeterminada en sus rasgos esenciales por lo que llamamos la ciencia occidental-europea. Si meditamos acerca de este proceso veremos que, en el ámbito del mundo occidental y en la época de su historia acontecida, la ciencia ha desplegado un poder como hasta ahora nunca se ha podido encontrar en la tierra, y finalmente está extendiendo este poder sobre todo el globo. Ahora bien ¿es la ciencia sólo un artefacto del hombre que se ha elevado a un dominio tal que se podría pensar que algún día, por obra del querer humano, por decisiones de comisiones, pudiera ser demolido de nuevo? ¿O bien prevalece aquí un sino más alto? ¿Domina en la ciencia algo más que un mero querer saber por parte del hombre? Así es en efecto. Prevalece Algo Distinto. Pero esto que es distinto se nos ocultará mientras sigamos atados a las representaciones habituales de la ciencia. Esto Distinto es un estado de cosas que prevalece y atraviesa todas las ciencias y que, sin embargo, permanece oculto a ellas”
Esta afirmación de Heidegger sí da qué pensar y abre un horizonte de discusión que está “más allá del bien y del mal”. Conviene, por otra parte, advertir que la concepción de la evolución del entendimiento y de la Edad Moderna como “consecuencia… de una postura moral” -tal como afirma Tarnas- es un modo de fundamentalismo, que podría acaso incluso apoyar el juicio de la Inquisición contra Galileo. Pero lo grave es que decididamente pasa de largo no sólo ante lo que Heidegger llama “Algo Distinto”, sino también ante la lógica misma del conocimento. Y parte de la escisión entre “bien” y “verdad” promoviendo la alternativa de o bien tener que subordinar “lo verdadero” a “lo bueno”, o viceversa (por ello se mueve aún en horizonte “dentro del bien y del mal”). Tal alternativa debiera ser traída a la luz y sometida a una profunda explicitación, en lugar de dejarse atrapar tan fácilmente por ella. En todo caso, la apelación a la ética no deja de ser una maniobra ideológica (como lo sería la apelación a la política, a un credo religioso, a un dogma o a cualquier supuesto ideal, lo cual implicaría un subordinación del ser al deber ser), y manifiesta por parte del autor la desmesurada convicción de que sabe ya lo que debiera ser, de que así ya está en posesión de una verdad superior. Hablando justamente de hybris.

(7) Para una comprensión que vaya más allá de la acepción superficial de “nihilismo”, como si acaso se tratara una mera posición que cualquiera puede tomar y puede dejar a voluntad, consúltense por ejemplo los siguientes escritos de Heidegger que he publicado en mi web: “El nihilismo europeo” (tomado de su monumental “Nietzsche”), y “La frase de Nietzsche: 'Dios ha muerto'”, de sus “Sendas Perdidas” (Holzwege, traducido también como “Caminos del bosque”)

viernes, 25 de julio de 2008

André d'Arkor, magnífico tenor belga

Aquí se lo puede escuchar la “Berceuse” de Jocelyn, de Godard en una grabación de los años 30'



También puede escucharse picando en el siguiente enlace

Aquí, D'Arkor en el Romance de Charlot, de Maître Pathelin, de Bazin:

jueves, 24 de julio de 2008

Nicolai Gedda

El tenor sueco ha sido uno de las grandes cantantes de la segunda mitad del siglo XX, que podía afrontar con igual rigor estilístico e idiomático el repertorio para tenor lírico francés, alemán o ruso. También abordó, ¿cómo no? el repertorio italiano, pero aquí pudo notarse su falta de italianidad, si bien su canto siempre ha sido impecable.
Aquí hay un ejemplo de su magnífico legato, del uso del "mixto" y de la belleza de su canto, en una grabación de 1953 del aria “Du pauvre seul ami fidele” de la ópera de Auber “La muette de Portici”

sábado, 19 de julio de 2008

Oración

Esta es la “Preghiera” de María Suarda, de Donizetti, tal como la cantó Montserrat Caballé en el Carnegie Hall de Nueva York, en 1967

viernes, 18 de julio de 2008

La huída ante el pensar


En su magnífico discurso de 1955, traducido usualmente como “Serenidad” (Gelassenheit), si bien podría acaso traducirse más efectivamente como “Dejidad”, Martin Heidegger habló de “la huida ante el pensamiento” que caracteriza al hombre contemporáneo.

Cito a continuación un largo pasaje de esa conferencia:

“No nos hagamos ilusiones. Todos nosotros, incluso aquellos que, por así decirlo, son profesionales del pensar, todos somos, con mucha frecuencia, pobres de pensamiento (gedanken-arm); estamos todos con demasiada facilidad faltos de pensamiento (gedanken-los). La falta de pensamiento es un huésped inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes. Porque hoy en día se toma noticia de todo por el camino más rápido y económico y se olvida en el mismo instante con la misma rapidez. Así, un acto público sigue a otro. Las celebraciones conmemorativas son cada vez más pobres de pensamiento. Celebración conmemorativa (Gedenkfeier) y falta de pensamiento (Gedankenlosigkeit) se encuentran y concuerdan perfectamente.

Sin embargo, cuando somos faltos de pensamiento no renunciamos a nuestra capacidad de pensar. La usamos incluso necesariamente, aunque de manera extraña, de modo que en la falta de pensamiento dejamos yerma nuestra capacidad de pensar. Con todo, sólo puede ser yermo aquello que en sí es base para el crecimiento, como, por ejemplo, un campo. Una autopista, en la que no crece nada, tampoco puede ser nunca un campo yermo. Del mismo modo que solamente podemos llegar a ser sordos porque somos oyentes y del mismo modo que únicamente llegamos a ser viejos porque éramos jóvenes, por eso mismo también únicamente podemos llegar a ser pobres e incluso faltos de pensamiento porque el hombre, en el fondo de su esencia, posee la capacidad de pensar, «espíritu y entendimiento», y que está destinado y determinado a pensar. Solamente aquello que poseemos con conocimiento o sin él podemos también perderlo o, como se dice, desembarazarnos de ello.

La creciente falta de pensamiento reside así en un proceso que consume la médula misma del hombre contemporáneo: su huida ante el pensar. Esta huida ante el pensar es la razón de la falta de pensamiento. Esta huida ante el pensar va a la par del hecho de que el hombre no la quiere ver ni admitir. El hombre de hoy negará incluso rotundamente esta huida ante el pensar. Afirmará lo contrario. Dirá - y esto con todo derecho - que nunca en ningún momento se han realizado planes tan vastos, estudios tan variados, investigaciones tan apasionadas como hoy en día. Ciertamente. Este esfuerzo de sagacidad y deliberación tiene su utilidad, y grande. Un pensar de este tipo es imprescindible. Pero también sigue siendo cierto que éste es un pensar de tipo peculiar.

Su peculiaridad consiste en que cuando planificamos, investigamos, organizamos una empresa, contamos ya siempre con circunstancias dadas. Las tomamos en cuenta con la calculada intención de unas finalidades determinadas. Contamos de antemano con determinados resultados. Este cálculo caracteriza a todo pensar planificador e investigador. Semejante pensar sigue siendo cálculo aun cuando no opere con números ni ponga en movimiento máquinas de sumar ni calculadoras electrónicas. El pensamiento que cuenta, calcula; calcula posibilidades continuamente nuevas, con perspectivas cada vez más ricas y a la vez más económicas. El pensamiento calculador corre de una suerte a la siguiente, sin detenerse nunca ni pararse a meditar. El pensar calculador no es un pensar meditativo; no es un pensar que piense en pos del sentido que impera en todo cuanto es.

Hay así dos tipos de pensar, cada uno de los cuales es, a su vez y a su manera, justificado y necesario: el pensar calculador y la reflexión meditativa.

Es a esta última a la que nos referimos cuando decimos que el hombre de hoy huye ante el pensar. De todos modos, se replica, la mera reflexión no se percata de que está en las nubes, por encima de la realidad. Pierde pie. No tiene utilidad para acometer los asuntos corrientes. No aporta beneficio a las realizaciones de orden práctico.

Y, se añade finalmente, la mera reflexión, la meditación perseverante, es demasiado «elevada» para el entendimiento común. De esta evasiva sólo es cierto que el pensar meditativo se da tan poco espontáneamente como el pensar calculador. El pensar meditativo exige a veces un esfuerzo superior. Exige un largo entrenamiento. Requiere cuidados aún más delicados que cualquier otro oficio auténtico. Pero también, como el campesino, debe saber esperar a que brote la semilla y llegue a madurar.

Por otra parte, cada uno de nosotros puede, a su modo y dentro de sus límites, seguir los caminos de la reflexión. ¿Por qué? Porque el hombre es el ser pensante, esto es, meditante. Así que no necesitamos de ningún modo una reflexión «elevada». Es suficiente que nos demoremos junto a lo próximo y que meditemos acerca de lo más próximo: acerca de lo que concierne a cada uno de nosotros aquí y ahora; aquí: en este rincón de la tierra natal; ahora: en la hora presente del acontecer mundial”.

miércoles, 16 de julio de 2008

Una gran voz

y qué fiato (capacidad de cantar largas líneas sin cortar para tomar aire), y qué línea tan hermosamente delineada. Y qué capacidad de variación dinámica (de pasar del canto suave al fuerte, del fuerte al suave, del suave al suavísimo, etc)
Montserrat Caballé en el aria de Il Pirata, de Bellini



Tanta gente habla de belleza y es incapaz sin embargo de apreciarla...

lunes, 14 de julio de 2008

La trampa (3): Le obligaremos a ser libre

Este tercer episodio de la serie documental “La trampa. Qué pasó con nuestros sueños de libertad” de Adam Curtis, se centra en los ideas de Isaiah Berlin acerca de libertad positiva y libertad negativa. Según Berlin el segundo concepto (libertad de coerción), carente de contenido positivo definido, podría evitar todo fundamentalismo, ya que presumiblemente los grupos convencidos de una definición positiva de libertad han acabado usando la violencia para imponerla.
Curtis muestra cómo este concepto de libertad "negativa" fue también empleado para defender una sociedad de libre mercado y cómo fue a su vez "positivizado" para justificar la defensa de regímenes dictatoriales, la manipulación de la información y la imposición de una libertad que cercena la posibilidad creativa de los seres humanos y los reduce a seres manejables y conformes con la gratificación de sus deseos egoístas.


La Trampa (2): El Robot Solitario

En la segunda parte de su documental, Adam Curtis muestra cómo al cuantificar conductas y someterlas “al poder de los números” surge una tipología robotistica de la conducta humana, con una serie de “síntomas"” cuantificables: crisis de ansiedad, ataque de pánico, conducta bi-polar, etc. Esto genera un “standard” de normalidad que va a regir a la psicología y promover el uso de fármacos para normalizar el comportamiento humano y hacer que la gente se conduzca más previsiblemente, como máquinas mejor adaptadas. Estos y otros temas pueden verse en el segundo capítulo de la serie



Segunda parte:El Robot Solitario
Tercera parte: Le obligaremos a ser libre

domingo, 13 de julio de 2008

La Trampa (1): ¿Qué pasó con nuestros sueños de libertad?

En su momento puse una nota y la primera parte (en versión original inglesa) de este inquietante documental de Adam Curtis, que puede verse en inglés aquí.
“La trampa: qué pasó con nuestro sueño de libertad?” es el nombre de una serie documental en tres capítulos por Adam Curtis (conocido por otros inquisitivos documentales como “El siglo del individualismo” o “El poder de las pesadillas”) dado en la BBC en 2007. En tres programas de aproximadamente una hora cada uno se explora la idea y la definición de libertad.
El primer capítulo (“Jode a tu colega”) examina el origen de la “teoría de juegos” del matemático John Nash (popularizado en la películo “Una mente maravillosa” ) durante la guerra fría y cómo sus modelos matemáticos de la conducta humana se filtraron en la economía. La premisa de esta teoría es que los seres humanos son criaturas egoístas que se mueven por interés propio y que continuamente construyen estrategias para satisfacer esos deseos egoístas. A partir de esta premisa Nash construyó modelos lógicos consistentes y matemáticamente verificables, por lo que ganó el Premio Nóbel. Una de sus creencias acerca de la conducta humana se tipificó en la estrategia que Nash tituló “Adiós mamón -jode a tu colega”, en la cual el único modo de ganar consiste en traicionar al compañero de juego. Más tarde se supo que Nash padecía una esquizofrenia paranoide, por lo que sospechaba de todos y se sentía perseguido y objeto de conspiraciones, pero sus teorías se emplezaron para crear la estrategia nuclear de los Estados Unidos durante la guerra fría y más tarde para justificar una visión social que, equiparando libertad individual con libertad de mercado, ha generado una mayor desigualdad, más injusticia y, curiosamente, pérdida de libertades y derechos. Esta es, justamente, “la trampa”

Ahora, finalmente, esta primera parte puede verse con subtítulos en castellano:


Segunda Parte: El Robot Solitario
Tercera y última Parte: Le obligaremos a ser libre