Piazzolla orquestado por Sofia Gubaidulina
jueves, 22 de enero de 2009
sábado, 17 de enero de 2009
Los paraguas de Cherburgo (1964)
He aquí el "tema de amor" de esta hermosa "ópera para cine", con música de Michel Legrand y dirigida por Jacques Démy. Como pareja protagonista, una jovencísima Catherine Deneuve y Nino Castelnuovo:
Y aquí la escena final de la película/ópera, en que "retorna" el tema de amor de la primera mitad del filme:
Y aquí la escena final de la película/ópera, en que "retorna" el tema de amor de la primera mitad del filme:
jueves, 1 de enero de 2009
Una lucecita que llevar a través de la noche y la tormenta
Por Wolfgang Giegerich, Wörthsee cerca de Munich, 2004
Traducción de Enrique Eskenazi Agradezco al autor su amable permiso para traducir y publicar este artículo
Wolfgang Giegerich es un destacado psicólogo analítico cuya obra ha sido considerada por David L. Miller como un avance radical en el pensamiento junguiano, más aún, como "pensamiento junguiano de tercera ola", comparando la obra de Giegerich con la de Jung mismo y con la "segunda ola", la psicología arquetipal asociada con James Hillman.
El siglo de la psicología ha terminado. Se han estrellado las grandes expectativas a las que dio origen la emergencia de la psicología, en particular la psicología profunda o terapéutica, al comienzo del siglo XX. Incluso el psicoanálisis freudiano se enfrenta hoy con un espíritu hostil en el pensamiento predominante. Para la psicología en la tradición de C. G. Jung la situación es, por un lado, un poco más fácil, pero por el otro mucho más difícil. Es más fácil porque en su mayor parte opera a sotavento de otras psicologías, siendo apenas advertida; es más difícil, porque su sustancia más íntima se ve amenazada fundamentalmente.
Esta amenaza viene de diferentes direcciones.
Ya es inherente, en primer lugar, en el modo mismo en que está construida la psicología junguiana, en tanto que la pretensión de Jung de que su psicología tuviera el estatus de una ciencia estrictamente empírica se ha demostrado insostenible, y en tanto ha fracasado su esperanza de que la psicología pudiera ofrecer una respuesta al problema psicológico-espiritual de la era, tal como nos vemos ahora obligados a comprender (W. Giegerich, 'The End of Meaning and the Birth of Man”,' Journal of Jungian Theory and Practice, Vol. 6, No. 1, 2004)
En segundo lugar, la amenaza a la sustancia de la psicología junguiana viene también de los seguidores y amigos de esa psicología, por una parte los junguianos profesionales en cuyas manos se ha transformado en algo completamente distinto de lo que Jung pretendía con su “psicología compleja”, como ha demostrado sobre todo Sonu Shamdasani (Jung and the Making of Modern Psychology. The Dream of a Science, Cambridge University Press, 2003). Nadie probablemente querrá admitir que aquello contra lo que Jung luchó vive aún entre ellos y ha sido fructíferamente desarrollado. Aún hoy se tendría que estar de acuerdo con Hillman cuando afirmó años atrás que los junguianos “son en su mayoría gente de segunda categoría con mentes de tercera categoría” (Hillman, Inter Views, New York [Harper & Row] 1983, p. 36). La psicología junguiana tiene la desgracia de no haber sido capaz de atraer grandes mentes, en contraste por ejemplo con la psicología de Freud, que produjo un psicólogo de la talla de Lacan y sirvió de inspiración a muchos pensadores y poetas. Por otra parte, la amenaza viene también de los seguidores de la psicología junguiana entre el gran público, entre los cuales la obra de Jung ha degenerado en una “psicología pop”, en otras palabras: en un bien de consumo, que ante todo tiene la función de satisfacer las necesidades privadas emocionales e ideológico-espirituales, y compensar así un sentimiento de vacío.
En tercer lugar, la amenaza más reciente proviene del exterior, del espíritu de la época que con tremendo poder impregna el clima político, y de hecho incluso afecta las regulaciones legislativas y administrativas. La psicología profunda, que actualmente tendría la tarea de ser de algún modo “subversiva” respecto a las tendencias colectivas predominantes, ha sido entretanto tomada bajo las alas del estado, controlada y por tanto "embolsada" por él. Si bien el estado enfoca legítimamente lo que tiene que regular desde puntos de vista puramente externos, en el caso de la psicología, entendida como la disciplina de la interioridad, tal tratamiento desde una perspectiva externa es fatal. Y más fatal aún cuando hoy se ha endurecido y se ha radicalizado mucho más este modo exterior de ver las cosas: un enfoque abstracto, completamente utilitario, cientificista, tecnicista y cuantificador. Lo que hoy se quiere esencialmente es normalización (conformidad forzada, es decir, Gleichschaltung) y control. El supremo principio rector es el de la distribución del dinero disponible. Unas cuantas palabras clave para esta tendencia poderosa son: certificación de prácticas, administración cualitativa, procedimientos de tratamiento normalizados obligatorios para enfermedades específicas, eficiencia, evaluación, medicina basada en pruebas, ICD-10, provisión de asistencia sanitaria para la población. Este es un aspecto. El otro es que la actitud predominante basa su toda su esperanza en factores biológicos, en la fisiología del cerebro, en la genética, la terapia conductista, pero excluye la mente, el alma, la hermenéutica.
En esta situación la psicología junguiana, en tanto que psicología “con alma”, se encuentra en una posición semejante a la que se encontraba el ego del sueño en el siguiente sueño de Jung: “Era de noche en un lugar desconocido, y avanzaba dolorosa y lentamente en contra de un fuerte vendaval […] Tenía mis manos en forma de copa alrededor de una lucecita que amenazaba con apagarse a cada momento. Todo dependía de que pudiera mantener viva esta lucecita […]” (Recuerdos, sueños y pensamientos)
Pero ¿qué es esa sustancia que queda de hecho de nuestra herencia junguiana y que necesita hoy ser llevada a través de la noche y la tormenta como una pequeña luz? Aparte de numerosas intuiciones individuales, es un tesoro doble, algo que contiene una tensión entre sus dos aspectos dentro de sí mismo: el don que Jung nos hizo de un concepto de “alma” y de un concepto de “individualidad”.
Después de la muerte de Jung, Karl Kerényi escribió: “Si ahora, reconsiderando el fenómeno C. G. Jung, pusiera en palabras lo más característico suyo, también sobre la base de contactos personales durante los últimos veinte años, entonces es tomar el alma como real. Para ningún psicólogo de nuestro tiempo la psique poseía tal concreción e importancia como para él"” (K., Kerenyi, Wege und Weggenossen, vol. 2, München [Langen Müller] 1988, p., 346, mi traducción).
Aquí el punto decisivo es qué quiere decirse por “alma”. Un comentario marginal sobre este pasaje por el mismo Kerényi lo deja claro. Citando frases de una carta suya a C. J. Burckhardt del 18 de diciembre de 1961, afirma: “Jung me escribió [...] citando a un alquimista, 'maior autem animae [pars] extra corpus est' y realmente lo significaba. Se destaca como el único entre sus colegas -al menos no encontrado otro entre los psicólogos no practicante de una religión- que creía firmemente en la existencia del alma” (ibid., p. 487, mi traducción). La mayor parte del alma está fuera del cuerpo. Con esta tesis Jung rompe con el prejuicio antropológico, biologista, personalista, que predomina en la psicología de hoy como un hecho dado por supuesto y sin la menor reflexión crítica. El hombre “está en el alma”, y no al revés. “El alma”es un Universal real, y un Universal concreto además. Ahora se abre la puerta para la visión de que es la vida lógica, el spiritus rector de la relación del hombre con el mundo.
Esto implica dos importantes aspectos adicionales, a saber la captación del carácter esencialmente histórico del “alma” y del hecho de que no sólo se preocupa por la funcionalidad y los mecanismos (reacciones, procesamiento de experiencias, el aparato psíquico), sino también por contenidos sustanciales o significados -un hecho que por supuesto está en la mayor oposición al presupuesto nihilista de probablemente todas las otras psicologías. Por encima de todo, este concepto de alma significa que se ha comprendido que el tema de la psicología no puede positivizarse, sino que es lógicamente negativo.
Podría parecer paradójico, aunque en verdad es consistente, que precisamente por tener un concepto de “alma” como un Universal real y como algo que no puede positivizarse, Jung puede tener un conocimiento real de la verdadera individualidad en su singularidad y unicidad. Ambos lados (el Universal y el individual) son interdependientes, puesto que ambos están al margen de la abstracción predominante, para la cual incluso lo individual está subsumido en un Universal abstracto (en un diagnóstico, una teoría, una definición, una “historia de casos”, una estadística, una técnica a serle aplicada, o meramente bajo el concepto universal abstracto “individuo”), para la cual sin embargo no ha de ser un individuum ineffabile y no debe ser apercibido como tal. Porque si fuera visto como tal, se escaparía del campo de concentración (actualmente sublimado) de un pensamiento en términos de control, que rige sobre toda la lógica de nuestra era. Pero ésto es precisamente lo que nos exige el enfoque junguiano en la terapia: encontrar a cada persona, y de hecho a cada momento, en su singularidad; en otras palabras, fuera de ese campo de concentración: soltarnos -sin redes lógicas de seguridad- en la frescura y novedad de cada momento presente y en la subjetividad atómica de nosotros mismos- a fin de descubrir en ello, sólo en ello, nuestra verdadera humanidad universal.
Este no es un sublime programa para la iluminación del mundo, sino una lucecita que debe llevarse, en el silencio e invisibilidad de lo que hacemos como individuos, a través de la noche de nuestro presente.
© Wolfgang Giegerich 2004.
© trad. Enrique Eskenazi
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miércoles, 31 de diciembre de 2008
miércoles, 24 de diciembre de 2008
jueves, 11 de diciembre de 2008
martes, 9 de diciembre de 2008
domingo, 16 de noviembre de 2008
Christel Goltz
Ayer murió Christel Goltz, a los 96 años. Extraordinaria soprano de la ópera de Dresden, en su haber contaba con interpretaciones memorables como Leonora en Fidelio de Beethoven, la Tintorera en La Mujer Sin Sombra de Richard Strauss, y varios papeles wagnerianos, así como Marie en Wozzeck de Alban Berg o Elektra de Richard Strauss. Pero en la historia será recordada principalmente por su Salomé de Richard Strauss, que hace 60 años (en 1948) grabó con Keilberth de esta manera:
En esta escena final de la ópera, Salomé, después de besar la cabeza del bautista, recrimina su ceguera ante el amor, y concluye con la extraordinaria frase: "Pero el misterio del amor es más grande que el misterio de la muerte". Horrorizado ante esa exhibición, Herodes ordena a sus soldados que la maten.
En esta escena final de la ópera, Salomé, después de besar la cabeza del bautista, recrimina su ceguera ante el amor, y concluye con la extraordinaria frase: "Pero el misterio del amor es más grande que el misterio de la muerte". Horrorizado ante esa exhibición, Herodes ordena a sus soldados que la maten.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Tristeza
“La tristeza no tiene fin, la felicidad sí”
Vinicius de Moraes, Maria Creuza y Toquinho, en 1970, grabaron así “A felicidade”, un tema de la película Orfeo Negro:
Vinicius de Moraes, Maria Creuza y Toquinho, en 1970, grabaron así “A felicidade”, un tema de la película Orfeo Negro:
jueves, 13 de noviembre de 2008
Largo
Del concierto nº 5 en Fa Menor,de Johann Sebastian Bach, en la interpretación de Murray Perahia (piano)
martes, 11 de noviembre de 2008
Fosca de Antonio Carlos Gomes
He aquí el aria para tenor de la ópera “Fosca” del compositor brasilero Gomes, tal como la grabara Josep Carreras en 1979
viernes, 7 de noviembre de 2008
La Edad de Oro
Interludio del ballet de Shostakovich “La Edad de Oro” (1930), prohibido por las autoridades soviéticas.
El tema de este movimiento es la canción "Tea for Two" (Té para dos), compuesto originalmente por Vincent Youmans para el musical "No No Nanette". En 1928 el director Nikolai Malko le apostó a Shoshtakovich a que, después de escuchar por única vez la canción, no sería capaz de orquestala en menos de una hora. Shostakovich aceptó el desafío y ganó la apuesta al concluir su arreglo en 40 minutos. La canción es enormemente popular y fue grabada, entre otros, por Doris Day
El tema de este movimiento es la canción "Tea for Two" (Té para dos), compuesto originalmente por Vincent Youmans para el musical "No No Nanette". En 1928 el director Nikolai Malko le apostó a Shoshtakovich a que, después de escuchar por única vez la canción, no sería capaz de orquestala en menos de una hora. Shostakovich aceptó el desafío y ganó la apuesta al concluir su arreglo en 40 minutos. La canción es enormemente popular y fue grabada, entre otros, por Doris Day
lunes, 3 de noviembre de 2008
Una clase acerca de la astrología
Primera clase de Las Lecciones Astrológicas de Oskar Adler, 3º nivel, dada el 6 de Octubre de 2008. Para oirla picar aquí
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jueves, 30 de octubre de 2008
Kathleen Ferrier y Bach
La de Kathleen Ferrier, extraordinaria contralto inglesa que murió con 41 años de edad, era una voz única. Aquí puede escuchársela en un aria de La Pasión según San Mateo de J. S. Bach, grabada en vivo bajo la dirección de Karajan en 1950, tan solo dos años antes de su muerte. Aunque muchos prefieran versiones más “correctas históricamente” (es decir, con instrumentos supuestamente de la época y con voces de contraltos masculinos), creo que nadie puede superar a Ferrier o a Marian Anderson en esta música, ambas voces robustas de extraordinario poder y singularidad.
lunes, 27 de octubre de 2008
“Noche transfigurada” de Schoenberg
En la versión de Karajan dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de Berlín, he aquí el final.
domingo, 26 de octubre de 2008
Fundamentos de la “interpretación” astrológica
Hasta donde sé, los astrólogos pueden dividirse en tres tipos, según la interpretación que dan a las posiciones astrales:
1) astrólogos que hablan de acontecimientos y circunstancias, de inclinación mayormente predictiva.
2) astrólogos de base “psicológica”, que interpretan las posiciones astrológicas (en astrología judiciaria) como expresión del carácter o la personalidad, y leen los movimientos planetarios como “despliegue del carácter”
3) astrólogos de base "esotérica", que interpretan los temas como una ocasión de "desarrollo" espiritual.
Los hay, por supuesto, que mezclan los tres enfoques.
La clave del “funcionamiento” de la astrología, y con más necesidad aún en el segundo y tercer tipo, reside completamente en la interpretación. Y esta es mi pregunta: ¿puede un astrólogo apropiarse de una "psicología” -esto es: una visión psicológica, que usualmente es la “junguiana” más o menos mal digerida- sin someter a crítica esta psicología pre-supuesta? ¿Puede un astrólogo interpretar “espiritualmente” sin explicitar ni justificar la “visión espiritual” sobre la que se funda su interpretación?
Hasta ahora no he encontrado ningún astrólogo que esté dispuesto a someter a crítica los presupuestos de su interpretación. Por lo cual tengo la creciente convicción de que la astrología -cuando no es ocasión de diversión social o de charla banal- es una herencia cultural de la antigüedad (y que, como tal merecería, ser re-pensada históricamente, con categorías muy diferentes que las actuales; lamentablemente los astrólogos no son muy afectos al pensamiento ni a la apreciación histórica) y que lo que hoy pasa por astrología ha llegado a un punto muerto, sostenido por el más terrible dogmatismo.
viernes, 24 de octubre de 2008
Tiefland, de d'Albert
Con ocasión del reciente Tiefland del Liceu, se han escrito cosas en los foros acerca de esta obra y de d'Albert. Me parece que en general la reacción ha sido considerar a Tiefland una obra interesante, aunque menor. Lo que sin duda es "menor" es su presencia en los teatros, pero no su belleza y su fuerza. Y ya quisiera yo tener la oportunidad de escuchar en vivo Die toten Augen, otra obra de d'Albert que tiene momentos de belleza embriagadora, aunque el argumento sea menos convincente que el de esta obra basada en Terra Baixa de Guimerá.
De todos modos, y para los que aún no la conozcan, he aquí algunas perlas de su partitura:
1) El aria de Pedro (Manelic), del primer acto, “Schau her, das ist ein Thaler”, en la versión de Wolfgang Windgassen de 1954, uno de los números principales:
2) el solo del bajo, Tommaso, en la versión de Kurt Moll (con Eva Marton) tomada de la grabación integral con Janowski. Atención a la orquesta, que en eso D'Albert es germánico:
3) El dúo de Pedro (Manelic) y Marta "Das Essen ist da" del último acto, cantado maravillosamente por Rudolf Schock e Isabel Strauss, de la grabación de finales de los 50:
La profusión melódica es arrebatadora, y retoma temas ya escuchados previamente en la ópera.
De todos modos, y para los que aún no la conozcan, he aquí algunas perlas de su partitura:
1) El aria de Pedro (Manelic), del primer acto, “Schau her, das ist ein Thaler”, en la versión de Wolfgang Windgassen de 1954, uno de los números principales:
2) el solo del bajo, Tommaso, en la versión de Kurt Moll (con Eva Marton) tomada de la grabación integral con Janowski. Atención a la orquesta, que en eso D'Albert es germánico:
3) El dúo de Pedro (Manelic) y Marta "Das Essen ist da" del último acto, cantado maravillosamente por Rudolf Schock e Isabel Strauss, de la grabación de finales de los 50:
La profusión melódica es arrebatadora, y retoma temas ya escuchados previamente en la ópera.
miércoles, 22 de octubre de 2008
Carreras y Ricciarelli en plenitud
José Carreras y Katia Ricciarelli fueron magníficos cantantes que, en parte por decisiones inadecuadas respecto al repertorio, pronto arruinaron sus voces, cantando papeles demasiado pesados para sus bellos instrumentos. Pero en la época de su esplendor ambos destacaron por la belleza de su timbre, así como por su canto apasionado y expresivo. Un ejemplo es este dúo de Roberto Devereux, de Donizetti, grabado en 1979:
martes, 21 de octubre de 2008
Miseria de la psicología

1. Desgracia, trabajo, infortunio.
2. Estrechez, falta de lo necesario para el sustento o para otra cosa, pobreza extremada.
3. Avaricia, mezquindad y demasiada parsimonia.
4. Plaga pedicular, producida de ordinario por el sumo desaseo de quien la padece.
5. coloq. Cantidad insignificante. Me envió una miseria.
El sentido en que aquí empleo la expresión combina casi todos los anteriores y, en cierto sentido, se apoya en su interna dialéctica. Porque este es un tiempo de “infortunio” para la psicología, cuya razón principal se debe a su implícita posición como “sierva de la física” o, de modo más general, como “sirvienta del positivismo”. Positivismo, en este contexto, es la doctrina que considera que “lo real” (la “realidad”) son “los objetos naturales” y “los hechos” empíricamente contrastables y, por tanto, determinables espacio-temporalmente. Lo real viene a ser así “el conjunto de los hechos positivos”. Desde esa perspectiva, la naturaleza queda delimitada como el ámbito de hechos positivos determinados por las leyes de la física. Debiera ser claro que esta aproximación a “la naturaleza” tiene ya muy poco que ver con la antigua noción de “physis” en tanto que manifestación, proceso, autorrevelación, llegar a ser, emergencia y aparición del ente.
La psicología, que etimológicamente significa “el discurso -o la razón- de la psique” se acomoda desde su nacimiento como “ciencia” dentro de una supuesta “parcela” de la realidad -del conjunto de los hechos “positivos”-: las llamadas “ciencias sociales” o, lo que es más discutible aún, “ciencias humanas”. Estas vienen a ocuparse de un subconjunto del gran conjunto de los “hechos positivos”: el subconjunto de los hechos relacionados con el ser humano y sus formas de vida y que abarca por tanto a la sociología, la antropología, la historia, y lo que a finales del siglo XIX se delimitó como “ciencias del espíritu” o “ciencias de la cultura”. Pero mientras que grandes pensadores como Dilthey aún insistían en la radical disparidad no sólo metodológica sino de actitud entre “las ciencias de la naturaleza” y “las ciencias del espíritu”, actualmente el estudio de la “realidad humana” se ve cada vez más dominado por un enfoque naturalista. Y de este naturalismo padece la psicología, que aspira a colocarse ante “lo psíquico” del mismo modo en que la física se coloca ante “la naturaleza”: como un observador neutral que intenta “verificar” objetivamente un conjunto de hechos. Las diferencias metodológicas surgirían en todo caso de la especificidad de los “hechos” estudiados, pero nunca de la diversidad esencial del enfoque. En el mejor (y más triste) de los casos, la psicología usa un método “introspectivo” como complemento del método experimental en la ciencia física.
Esta naturalización se puede constatar en la tendencia cada vez mayor a reducir la psicología a “neurociencia” y la psique a epifenómeno de la actividad cerebral. Y el cerebro, ciertamente, es un objeto natural. Pero también puede constatarse en la llamada “psicología profunda” que, supuestamente, se ocupa de “lo interior” y, por definición, “invisible”. Ya el nacimiento del psicoanálisis, con Sigmund Freud, se encuentra bajo la fascinación del positivismo y la aspiración a erigirse en una ciencia entre las demás ciencias. Esta aspiración, aunque matizada, perdura en la psicología de C. G. Jung, quien con frecuencia insistió en atenerse a un enfoque “empírico”. Esta insistencia no es en absoluto consistente con la investigación junguiana, que postula “entidades” tan poco “factuales” o “empíricas” como "lo inconsciente” o “los arquetipos”, “los complejos” o “el proceso de individuación”. Jung por un lado quiso evitar toda “metafísica” (postulación de “realidades” no positivas) pero por el otro se sintió comprometido con “la realidad del alma” a la que, sin embargo, siguió concibiendo desde una perspectiva “naturalista”.
La miseria de la psicología consiste en que en su objeto abarca al sujeto mismo, no como la biología abarca al biólogo en tanto que parte de la realidad biológica, o la medicina abarca al médico constituido por la misma fisiología que estudia, sino de modo mucho más comprometido: la psicología estudia la conciencia, y por tanto el mismo “hacer psicología” se encuentra en cuestión: el hacer mismo de la psicología debiera ser objeto de la psicología. Aquí el estudio en tanto que actividad, el proceso mismo del estudio, es el objeto estudiado, de modo que no puede estar “fuera” de -colocado en frente, objetivamente, no implicado en- lo que estudia. Esta antigua intuición, que el alma es a su vez el objeto y el sujeto mismo de la psicología, intuición claramente formulada ya en un Marsilio Ficino, y también propuesta por Jung, nunca ha sido sin embargo “ejercida” y llevada a sus últimas consecuencias, dentro del contexto psicológico (aunque filosóficamente, ya Hegel profundizó en este empeño). La psicología no se psicologiza, el análisis no se analiza a sí mismo. El psicólogo, hasta hoy, se ha colocado ante la psique como si su propia “explicación” u “observación” fuera independiente de lo explicado y lo observado, es más: como si fuera independiente de la investigación misma. Ilusión que es precio del naturalismo y del positivismo. El “hecho” pareciera así permanecer “fuera” de la conciencia que lo estudia. Pero ¿es esto posible en psicología? ¿Qué precio tiene esta “disociación” -esta neurosis de la psicología (1)- que, si bien se niega programáticamente, sin embargo se practica sistemáticamente?
Dicho de otro modo: ¿puede la psique ser tratada como un “objeto” natural, independiente de la misma inteligencia que se ocupa de este objeto, más aún, independientemente de la misma ocupación? El que se coloque este objeto “imaginativamente” en un cierto “espacio interior” (dejando todo “espacio exterior” a merced de las otras “ciencias”) no cambia la mirada “naturalista” y sus temibles presuposiciones. Se postula así un “espacio” interior tan “natural” y fáctico (es decir: positivo) como el “espacio -o realidad- exterior”, y un sujeto que arbitrariamente se encuentra en el límite de ambos, y se comporta de la misma manera ante uno y otro espacio. Este “sujeto” intocado en la observación, tanto externa como interna, no es otro que “el yo”, "el ego": la “conciencia” del investigador que no se hace cuestión de sí misma. La psique es así “contenida” en un ámbito que pareciera no afectar al ego, que pretende estudiarla con el mismo grado de “neutralidad” con que estudia la “realidad exterior”. Esta supuesta “realidad interior” es así un ámbito cerrado, “embotellado” y separado de la “realidad exterior”, a lo sumo “contenido” en la realidad exterior, pero sólo accesible para una “metodología” específica. El sujeto que estudiaría tal supuesta “realidad interior” permanece así intocado por esa metodología y en una actitud básicamente “ingenua”. Este es el precio que la psicología analítica paga por ser “pre-kantiana”, es decir: pre-crítica. O más llanamente: totalmente acrítica.
La psicología se defiende así de volverse consciente de sí misma. Es una psicología “natural” (naturalista), “positiva” (positivista), y olvidada de sí en tanto que “logos” o racionalidad. En este olvido de sí, en esta “aceptación ingenua” de una “realidad de hecho”, una realidad precisamente por ello “no-psicológica”, se funda la miseria de la psicología y es una de las razones por la que eventualmente tiende a extinguirse como tal, o a quedar reducida a un ámbito meramente subjetivo, íntimo y personal (ilusorio), que deja intocado el conocimiento del mundo, que deja intacta la “visión” de la realidad aportada por el positivismo, y que se refugia en la trastienda de una supuesta vida “interior” inoperante, ineficaz e impotente para poner justamente en cuestión sus propios presupuestos. La preocupación de la psicología con los “hechos” psíquicos la preserva en su ceguera y su impotencia para someter a crítica la posición “egoica”, “fáctica” (positiva y positivista), y hacerse cuestión de sí misma como conciencia de la conciencia (y de la inconsciencia).
De este modo la alternativa ante la que se encuentra hoy la psicología es también producto de su miseria no reconocida: o devenir “ciencia empírica” (neurociencia, conductismo, etc.) y abandonar el logos de la psique o ser el reducto de una serie de expectativas new age: la preservación de un mundo interior y subjetivo de realidades personales positivizadas a merced del ego y de su enaltecimiento -su búsqueda de sentido individual-, que deja intocada la convicción en la “verdad” de una realidad externa supuestamente constituída por “hechos positivos”. Es necesario aquí aludir al magnífico artículo de W. Giegerich, “El error básico de la psicología en la oposición entre individual y colectivo”
(1) La expresión está tomada de un artículo de Wolfgang Giegerich, cuyo primer volumen de ensayos reunidos lleva también por título “La neurosis de la psicología”
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sábado, 18 de octubre de 2008
Schubert: Quinteto póstumo para 2 violonchelos
Comienzo del Adagio del Quinteto D 956 op. 163, tal como lo grabara en 1941 el Cuarteto de Budapest
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