lunes, 30 de marzo de 2009

Slavoj Zizek: La tolerancia represiva


Slavo Zizek: La tolerancia represiva del multiculturalismo
(Artículo incluído en su libro “Defensa de la intolerancia”, Ed. sequitur, Madrid 2008. Traducción de J. Eraso Ceballos & A. J.Antón Fernández)


En nuestra era de capitalismo global, ¿cuál es, entonces, la relación entre el universo del Capital y la forma Estado-Nación? "Auto-colonización", quizás sea la mejor manera de calificarla: con la propagación directamente multinacional del Capital, ha quedado superada la tradicional oposición entre metrópoli y colonia; la empresa global, por así decir, cortó el cordón umbilical con su madre-patria y trata ahora a su país de origen igual que cualquier otro territorio por colonizar. Esto es lo que tanto molesta a los patrióticos populistas de derechas, desde Le Pen a Buchanan: las nuevas multinacionales no hacen distingos entre las poblaciones de origen, de Francia o EE.UU., y las de México, Brasil o Taiwan. Tras la etapa del capitalismo nacional, con su proyección internacionalista/ colonialista, el cambio auto-referencial del actual capitalismo global, ¿no puede interpretarse como una suerte de justicia poética, una especie de "negación de la negación"? En un principio (un principio ideal, claro está), el capitalismo se quedaba en los confines del Estado-Nación, y hacía algo de comercio internacional (intercambios entre Estados-Nación soberanos); vino después la fase de la colonización, en la que el país colonizador sometía y explotaba (económica, política y culturalmente) al país colonizado; la culminación de este proceso es la actual paradoja de la colonización: sólo quedan colonias y desaparecieron los países colonizadores; el Estado-Nación ya no encarna el poder colonial, lo hace la empresa global. Con el tiempo, acabaremos todos no ya sólo vistiendo camisetas de la marca Banana Republic, sino viviendo en repúblicas bananeras.

La forma ideológica ideal de este capitalismo global es el multiculturalismo: esa actitud que, desde una hueca posición global, trata todas y cada una de las culturas locales de la manera en que el colonizador suele tratar a sus colonizados: "autóctonos" cuyas costumbres hay que conocer y "respetar". La relación entre el viejo colonialismo imperialista y la actual auto-colonización del capitalismo global es exactamente la misma que la que existe entre el imperialismo cultural occidental y el muIticuIturalismo. Al igual que el capitalismo global supone la paradoja de la colonización sin Estado-Nación colonizador, el multiculturalismo promueve la eurocéntrica distancia y/o respeto hacia las culturas locales no-europeas. Esto es, el multiculturalismo es una forma inconfesada, invertida, auto-referencial de racismo, un "racismo que mantiene las distancias": "respeta" la identidad del Otro, lo concibe como una comunidad "auténtica" y cerrada en sí misma respecto de la cuál él, el multiculturalista, mantiene una distancia asentada sobre el privilegio de su posición universal. El multiculturalismo es un racismo que ha vaciado su propia posición de todo contenido positivo (el multicuIturalista no es directamente racista, por cuanto no contrapone al Otro los valores particulares de su cultura), pero, no obstante, mantiene su posición en cuanto privilegiado punto hueco de universalidad desde el que se puede apreciar (o despreciar) las otras culturas. El respeto multicultural por la especificidad del Otro no es sino la afirmación de la propia superioridad.

Y, ¿qué decir del contra-argumento más bien evidente que afirma que la neutralidad del multiculturalista es falsa por cuanto antepone tácitamente el contenido eurocéntrico? Este razonamiento es correcto, pero por una razón equivocada. El fundamento cultural o las raíces sobre los que se asienta la posición universal multiculturalista no son su "verdad", una verdad oculta bajo la máscara de la universalidad ("el universalismo multicultural es en realidad eurocéntrico..."), sino más bien lo contrario: la idea de unas supuestas raíces particulares no es sino una pantalla fantasmática que esconde el hecho de que el sujeto ya está completamente "desenraizado", que su verdadera posición es el vacío de la universalidad.

Recordemos el ejemplo citado por Darian Leader del hombre que va a un restaurante con su ligue y dirigiéndose al camarero pide no "¡Una mesa para dos!" sino "¡Una habitación para dos!". Quizá, la clásica explicación freudiana ("¡Claro!, ya está pensando en la noche de sexo, programada para después de la cena...") no sea acertada: la intrusión de la soterrada fantasía sexual es, más bien, la pantalla que sirve de defensa frente a una pulsión oral que para él reviste más peso que el sexo.' La inversión reflejada en esta anécdota ha sido escenificada con acierto en un spot publicitario alemán de los helados Magnum. Primero vemos a una pareja de jóvenes de clase obrera abrazándose con pasión; deciden hacer el amor y la chica manda al chico a comprar un preservativo en un bar junto a la playa. El chico entra en el bar, se sitúa ante la máquina expendedora de preservativos pero de pronto descubre, junto a ésta, otra de helados Magnum. Se rasca los bolsillos y saca una única moneda, con la que sólo puede comprar o el preservativo o el helado. Tras un momento de duda desesperanzada, lo volvemos a ver lamiendo con fruición el helado; y aparece el rótulo: "¡A veces no hay que desviarse de lo prioritario!". Resulta evidente la connotación fálica del helado: en el último plano, cuando el joven lame el helado, sus movimientos rápidos evocan una intensa felación; la invitación a no invertir las propias prioridades tiene así también una clara lectura sexual: mejor una experiencia casi homoerótica de sexo oral que una convencional experiencia heterosexual...

En su análisis de la revolución francesa de 1848 (en La lucha de clases en Francia), Marx presenta un ejemplo parecido de doble engaño: el Partido del Orden que asumió el poder después de la revolución apoyaba públicamente la República, pero, en secreto, creía en la restauración; aprovechaba cualquier ocasión para mofarse de los ritos republicanos y para manifestar "de qué parte estaba". La paradoja, sin embargo, estaba en que la verdad de sus acciones radicaba en esa forma externa de la que en privado se burlaba: esa forma republicana no era una mera apariencia exterior bajo la cual acechaba un sentimiento monárquico, sino que su inconfesado apego monárquico fue lo que les permitió llevar a cabo su efectiva función histórica: instaurar la ley y el orden republicanos y burgueses. Marx recuerda cómo los integrantes del Partido del Orden se regocijaban con sus monárquicos "despistes verbales" contra la República (hablando, por ejemplo, de Francia como un Reino, etc.): esos "despistes" venían a articular las ilusiones fantasmáticas que hacían de pantalla con la que esconder ante sus ojos la realidad social de lo que estaba ocurriendo en la superficie.

Mutatis mutandis, lo mismo cabe decir del capitalista que se aferra a una determinada tradición cultural por considerarla la razón secreta del éxito (como esos ejecutivos japoneses que celebran la ceremonia del té y siguen el código del bushido o, inversamente, el periodista occidental que escudriña el íntimo secreto del éxito japonés): este referirse a una fórmula cultural particular es una pantalla para el anonimato universal del Capital. Lo verdaderamente terrorífico no está en el contenido específico oculto bajo la universalidad del Capital global, sino más bien en que el Capital es efectivamente una máquina global anónima que sigue ciegamente su curso, sin ningún Agente Secreto que la anime. El horror no es el espectro (particular viviente) dentro de la máquina (universal muerto), sino que la misma máquina (universal muerto) está en el corazón de cada espectro (particular viviente).

Se concluye, por tanto, que el problema del imperante multiculturalismo radica en que proporciona la forma (la coexistencia híbrida de distintos mundos de vida cultural) que su contrario (la contundente presencia del capitalismo en cuanto sistema mundial global) asume para manifestarse: el multiculturalismo es la demostración de la homogeneización sin precedentes del mundo actual. Puesto que el horizonte de la imaginación social ya no permite cultivar la idea de una futura superación del capitalismo -ya que, por así decir, todos aceptamos tácitamente que el capitalismo está aquí para quedarse-, es como si la energía crítica hubiese encontrado una válvula de escape sustitutoria, un exultorio, en la lucha por las diferencias culturales, una lucha que deja intacta la homogeneidad de base del sistema capitalista mundial. El precio que acarrea esta despolitización de la economía es que la esfera misma de la política, en cierto modo, se despolitiza: la verdadera lucha política se transforma en una batalla cultural por el reconocimiento de las identidades marginales y por la tolerancia con las diferencias. No sorprende, entonces, que la tolerancia de los multiculturalistas liberales quede atrapada en un círculo vicioso que simultáneamente concede DEMASIADO y DEMASIADO POCO a la especificidad cultural del Otro:

-Por un lado, el multiculturalista liberal tolera al Otro mientras no sea un Otro REAL sino el Otro aséptico del saber ecológico premoderno, el de los ritos fascinantes, etc.; pero tan pronto como tiene que vérselas con el Otro REAL (el de la ablación, el de las mujeres veladas, el de la tortura hasta la muerte del enemigo...), con la manera en que el Otro regula la especificidad de su jouissance, se acaba la tolerancia. Resulta significativo que el mismo multiculturalista que se opone por principio al eurocentrismo, se oponga también a la pena de muerte, descalificándola como rémora de un primitivo y bárbaro sentido de la venganza: precisamente entonces, queda al descubierto su eurocentrismo (su condena de la pena de muerte es rigurosamente "eurocéntrica", ya que la argumenta en términos de la idea liberal de la dignidad y del sufrimiento humanos y depende del esquema evolucionista según el cual las sociedades se desarrollan históricamente desde la primitiva violencia hacia la moderna tolerancia y consiguiente superación del principio de la venganza)
-Por otro lado, el multiculturalista liberal puede llegar a tolerar las más brutales violaciones de los derechos humanos o, cuando menos, no acabar de condenarlas por temor a imponer así sus propios valores al Otro. Recuerdo, cuando era joven, esos estudiantes maoístas que predicaban y practicaban "la revolución sexual": cuando alguien les hacía notar que la Revolución Cultural promovía entre los chinos una actitud extremadamente "represiva" respecto a la sexualidad, respondían de inmediato que la sexualidad tenía una relevancia muy distinta en su mundo y que no debíamos imponerles nuestros criterios sobre lo que es o no "represivo": la actitud de los chinos hacia la sexualidad era "represiva" sólo desde unos criterios occidentales... ¿No encontramos hoy actitudes semejantes cuando los multiculturalistas desaconsejan imponer al Otro nuestras eurocéntricas ideas sobre los derechos humanos? Es más, ¿no es esta falsa "tolerancia" a la que recurren los portavoces del capital multinacional para legitimar su principio de "los negocios son lo primero"?

La cuestión fundamental es entender cómo se complementan estos dos excesos, el DEMASIADO y el DEMASIADO POCO. Si la primera actitud no consigue entender la específica jouissance cultural que incluso una "víctima" puede encontrar en una práctica propia de su cultura que a nosotros nos resulta cruel y bárbara (las víctimas de la ablación a menudo la consideran una manera de recuperar su dignidad como mujeres), la segunda, no consigue entender que el Otro puede estar íntimamente dividido, es decir, que lejos de identificarse llanamente con sus costumbres, puede querer alejarse de ellas y rebelarse: entonces la idea "occidental" de los derechos humanos universales bien podría ayudar a catalizar una auténtica protesta contra las imposiciones de su cultura. No existe, en otras palabras, una justa medida entre el "demasiado" y el "demasiado poco". Cuando el multiculturalista responde a nuestras críticas con desesperación: "Cualquier cosa que haga es equivocada: o soy demasiado tolerante con las injusticias que padece el Otro, o le impongo mis valores. Entonces, ¿qué quieres que haga?", debemos responderle: "¡Nada! Mientras sigas aferrado a tus falsos presupuestos, no puedes efectivamente hacer nada!". El multiculturalista liberal no consigue comprender que cada una de las dos culturas activas en esta "comunicación" es prisionera de un antagonismo íntimo que le impide llegar a ser plenamente "sí misma" --que la única comunicación auténtica es la de "la solidaridad en la lucha común", cuando descubro que el atolladero en el que estoy es también el atolladero en el que está el Otro. ¿Significa esto que la solución está en admitir el carácter "híbrido" de toda identidad?


Resulta fácil alabar la naturaleza híbrida del sujeto migrante postmodemo, sin raíces étnicas y fluctuando libremente por entre distintos ámbitos culturales. Por desgracia, se confunden aquí dos planos político-sociales totalmente distintos: por un lado, el licenciado universitario cosmopolita de clase alta o media-alta, armado oportunamente del visado que le permite cruzar fronteras para atender sus asuntos (financieros, académicos ...) y "disfrutar de la diferencia"; del otro, el trabajador pobre (in)migrante, expulsado de su país por la pobreza o la violencia (étnica, religiosa) y para el cual la elogiada "naturaleza híbrida" supone una experiencia sin duda traumática, la de no llegar a radicarse en un lugar y poder legalizar su status, la de que actos tan sencillos como cruzar una frontera o reunirse con su familia se conviertan en experiencias angustiosas que exigen enormes sacrificios. Para este sujeto, perder las formas de vida tradicionales supone un gran trauma que trastoca toda su existencia, y decirle que debería disfrutar de lo híbrido, de una identidad que fluctúa a lo largo del día, decirle que su existencia es en sí misma migrante, que nunca es idéntica a sí misma, etc., es de un cinismo semejante al de la exaltación (en su Versión vulgarizada) de Deleuze y Guattari del sujeto esquizoide, cuya rizomática y pulverizada vida haría estallar la pantalla protectora, paranoide y "protofascista", de la identidad fija y estable. Lo que para el (in)migrante pobre es una situación de extremo sufrimiento y desesperación, el estigma de la exclusión, la incapacidad de participar en la vida de su comunidad, se celebra -por parte del distante teórico postmoderno, adaptado y "normal" -como la definitiva afirmación de la máquina subversiva del deseo ...

También puede consultarse el artículo picando aquí


lunes, 23 de marzo de 2009

Nietzsche & el psicoanálisis

El imaginario encuentro entre Nietzsche y Josef Breuer, según una pelicula reciente:


Si bien hay que hacer constar que el filme tiene muchos fallos, no sólo en cuanto a veracidad y recreación, sino incluso estructurales, y por ello no es recomendable ni como construcción cinematográfica ni como aproximación a la historia

jueves, 19 de marzo de 2009

“El nacimiento del hombre” y el fin del significado


Clase dada por E. Eskenazi en la Librería Sto. Domingo, el miércoles 18 marzo de 2009, que puede escucharse picando aquí
En esta clase se continúa con la lectura del artículo de Giegerich en el cual se insiste en que a pesar de nacer “ biológicamente” el hombre no ha nacido del todo mientras sigue contenido en la “matriz” contra naturam de una conciencia simbólica, religiosa, metafísica, que aún no es conciente de ser consciencia. El “completo” nacimiento del hombre es cuando nace a la conciencia de la consciencia, es decir al alma como vida lógica, lo cual es el acontecimiento característico de la época que nos toca vivir, el opus magnum del alma hoy.

viernes, 13 de marzo de 2009

Giegerich: Psicología y Verdad


Acabo de publicar en la web del Centro el artículo (aún inconcluso) “Giegerich: Psicología y Verdad”.
En este escrito trato de seguir fielmente el pensamiento de gran psicólogo Wolfgang Giegerich tal como se expresa en el último capítulo de su obra fundamental, The Soul's Logical Life (La Vida Lógica del Alma) y donde pone en primer plano el tema de la verdad, tema candente no sólo para la psicología, sino para todo el pensamiento vigente en la actualidad. Desglosando el mito de Acteón y Diana (Artemisa) como el mito de la Psicología en busca de la Verdad desnuda del alma, Giegerich somete a crítica radical toda visión de la psicología que se apoye en datos tomados ingenuamente de otras “ciencias” o de la “experiencia inmediata” y que no se sometan al proceso de radical psicologización, es decir: interiorización dialéctica.
“El mito de Acteón es el mito del “momento de la Verdad”. En ambos lados tenemos el alma. El alma bajo la apariencia del cazador humano se encuentra a sí misma, el alma como la divina verdad desnuda. Como tal, este es el mito que establece la noción de verdadera psicología. Psicología es el alma conociéndose a sí misma. Es, más específicamente, el encuentro del alma con, o el conocimiento de, sí misma como verdad desnuda, en su “virginidad” (es decir, anterior a cualquier embrollo o compromiso con cualquier otra cosa y aparte de cualquier concepción previa o prejuicio). Estar “desnuda” es inherente a la noción de la virgen (así como a vida en el paraíso o al reino de la “pre-existencia”). Adán y Eva sólo necesitaron ropas después de la Caída. Acteón es la imagen del alma como psicología humana, como el deseo empírico de conocer la verdad sobre sí y como la teoría que de hecho ha sido capaz de desarrollar acerca de sí, hasta el momento actual en la vida real. Empero, Acteón el cazador es la imagen el alma no sólo como cualquier teoría psicológica. Es el tipo de theoria que se expone a sí misma sin reservas y sin limitaciones sistemáticas (tales como las que garantizan la “objetividad científica”), à corps perdu, a lo implacablemente salvaje de su propio objeto de estudio (es decir, sea cual sea la manifestación concreta del alma de la cual en cada caso particular es la teoría). Es el alma como theoria acerca de sí misma que, gracias a esta auto-exposición implacable y a aventurarse al bosque virginal, realmente ve al alma misma en su pureza y divinidad, y por eso se da cumplimiento, se vuelve verdadera psicología, cumple su noción”.

También pueden consultarse estas notas

viernes, 6 de marzo de 2009

jueves, 26 de febrero de 2009

viernes, 20 de febrero de 2009

Pensamiento dialéctico y psico-logía: Hegel y Giegerich


Hegel advierte que “la cosa misma” (el objeto, la materia en cuestión) posee su inherente necesidad, que se manifiesta en su propio auto-despliegue, en su proceso de llegar a ser lo que es. Esto que la cosa misma es, contiene y preserva su proceso. De modo que el “resultado” desprendido o separado (abs-traído) de su misma auto-constitución, de su propio devenir (llegar a ser lo que es), no es sino una abs-tracción, el tironeo de una forma estática, desanimada, separada y finita, cuyo contenido ya no es la vida misma (la vida lógica) que la alienta: el cadáver que la tendencia deja tras de sí.

En la Fenomenología del Espíritu, Hegel escribe:
“El capullo desaparece al abrirse la flor, y podría decirse que aquél es refutado por ésta; del mismo modo que el fruto hace aparecer la flor como un falso ser allí de la planta, mostrándose como la verdad de ésta en vez de aquélla. Estas formas no sólo se distinguen entre sí, sino que se eliminan las unas a las otras como incompatibles. Pero, en su fluir, constituyen al mismo tiempo otros tantos momentos de una unidad orgánica, en la que, lejos de contradecirse, son todos igualmente necesarios, y esta igual necesidad es cabalmente la que constituye la vida del todo. Pero la contradicción ante un sistema filosófico o bien, en parte, no suele concebirse a sí misma de este modo, o bien, en parte, la conciencia del que la aprehende no sabe, generalmente, liberarla o mantenerla libre de su unilateralidad, para ver bajo la figura de lo polémico y de lo aparentemente contradictorio momentos mutuamente necesarios”.

No sólo “la cosa misma”, “la cuestión misma”, “la sustancia”, posee su propia vida lógica, su despliegue inherente y necesario, sino que la forma de conocerla ha de ser este mismo despliegue, de modo que el conocimiento no es externo al objeto, ni el tema externo a la forma en que el sujeto lo capta, sino que ambos devienen uno: la ciencia es la forma en que la cosa misma toma conciencia de sí, se hace autoconsciente. El conocimiento en tanto que ciencia está permeado así de esta inherente necesidad, de una carencia de contingencias. El método no es una forma de avanzar fijada de antemano sino el camino que hace la cosa misma en función de su propia dinámica, de su propia negatividad. No se trata aquí de aplicar una forma, o una fórmula, o un método externo a un material -a un tema, a su sustancia- a fin de conformarlo, lo cual permanece siempre exterior a la cosa misma y, por tanto, sigue siendo un vacío formalismo. Esto es usual en el pensamiento llamado esotérico (y que abarca a la astrología), donde una fórmula o un esquema (digamos, el cuaternario de los elementos, o la variación sobre los doce signos y las doce casas) es aplicado inclementemente a cualquier tema, y también en la psicología analítica con sus repetitivos esquemas de funciones psicológicas, diagramas y polaridades fijadas de ego/Sí-Mismo, consciente/inconsciente, yo/sombra, animus/anima y así sucesivamente. Por ello su resultado no es sino una continua repetición, una suerte de monotonía en la que, se trate el tema que se trate, siempre se dice lo mismo, y esto mismo permanece abstracto, inerte (sin vida lógica, sin “alma”), una fórmula que queda así vaciada de vida, siempre igual a sí misma, en una identidad desprovista de contenido en movimento: lo mismo del comienzo es lo mismo del final sin desarrollo, mediación, transformación concreta.
Aunque se hable de dinamismo, la forma permanece fija, y se trata así de una dinámica polos estáticos. En esta repetición de la misma fórmula el contenido concreto de cada situación se evapora, no por haberse dinamizado hasta mostrar su propia vida lógica, sino por haberse "congelado" para ser sólo un ejemplo más... de lo mismo. Así, cada circunstancia, cada “caso”, es sólo una ilustración de la misma máxima, del mismo principio, de la misma fórmula. Se trabaja con casos que “ilustran”, “ejemplifican” siempre el mismo proceder estático -ésto es “el campo de concentración (actualmente sublimado) de un pensamiento en términos de control”, según la aguda descripción de Giegerich, en “Una pequeña luz que llevar a través de la noche y la tormenta“

Puede verse más sobre este tema, picando aquí.


jueves, 12 de febrero de 2009

Wolfgang Giegerich: El “cómo” del discurso psicológico


Habiendo comenzado con el temprano rechazo de Einstein a escribir una introducción a la revolución que su teoría de la relatividad provocó en la física, parece que hemos terminado en un lugar distinto. Ciertamente, nuestra insistencia en la división entre ego y sí mismo o daimon, y en la necesidad de una psicología cuya forma lógica se base en la negatividad, está alejada de los intereses específicos de Einstein. La barrera que Einstein señaló tenía que ver con exigencias intelectuales, con el indispensable entrenamiento en pensamiento abstracto que la mayoría de la gente no adquiere, porque no lo necesita. Mi reproche a la psicología era que, tal como está constituida, no hace una distinción correspondiente a la que por descartado hace la ciencia entre popularizaciones y escritos para especialistas. Acusé a la psicología de fraternizar con la conciencia común, o la ego personalidad, o “el hombre de la calle”. Lo que así se produce es inevitablemente psicología pop. Pero mi reproche no es por aspirar a cualificaciones intelectuales; los requerimientos para entrar una psicología real, tal como los describí, no tienen nada que ver con un cierto entrenamiento de la mente. La división que ha de ocurrir "en el umbral" es mucho más radical, acaso podría decirse “existencial”, referente al mismo sentido de identidad, a Quién en nosotros debiera ser tanto el “sujeto” o “autor” como el destinatario del discurso psicológico, e involucra un desplazamiento fundamental del centro de gravedad (o, mejor aún, de autoridad) desde la personalidad habitual a un no-ego, un Otro real en nosotros.

Hay un segundo aspecto de la barrera del "¡Prohibida la entrada !" que tiene que ver con demandas intelectuales y, después de todo, con cierto entrenamiento mental. La psicología es esencialmente psicología pop también porque hace su trabajo con los medios intelectuales o lógicos de nuestro pensamiento e imaginación cotidianos. Fraterniza con la "conciencia natural" incluso respecto a las categorías y modelos de pensamiento. También en esta área cree en la continuidad. Sin ruptura. Sin herida narcisista. Sin exigencia de que la mente que desea entrar en la psicología rompa con la "lógica" ordinaria, usual y, por tanto, confortable, y se eleve por encima de ella y adquiera un modo de pensamiento más complejo, de más alto nivel, más abstracto. La abstracción es una forma de negación. Ahora estamos mucho más cerca de la preocupación original de Einstein, después de todo, aunque no es necesario decir que el tipo de pensamiento abstracto que la psicología tiene que requerir no puede ser el pensamiento abstracto de la física. No es matemático y formal, ya que las "leyes" lógicas que lo gobiernan no son los de la lógica formal. Más bien son los de una lógica dialéctica mucho más compleja, tal como la que desarrolló Hegel en su Ciencia de la Lógica, que podría servir como modelo para el tipo de pensamiento abstracto requerido a fin de hacer justicia a las complejidades de los dilemsa del alma moderna. La psicología necesita "el trabajo del Concepto".
Pero la psicología no se somete a tal trabajo. La cuestión de qué forma de pensamiento necesita la mente para poder tratar adecuadamente con las grandes realidades psicológicas de nuestra era, simplemente no existe para ella. Así como los médicos antes de Semmelweis visitaban a sus pacientes sin preocuparse por los gérmenes que llevaban con ellos desde dónde venían, así en el área del intelecto la psicología es completamente inconsciente y despreocupada respecto al estatus lógico de conciencia con el que se acerca a los temas individuales que trata. La psicología ha aprendido que los terapeutoas como personas debieran pasar por un extensivo análisis personal antes de poder trabajar con pacientes. Pero no ha aprendido que así como los médicos tienen que proteger a sus pacientes de las fuentes de infecciones que los médicos mismos llevan, la psicología tiene que proteger a los fenómenos psicológicos de las insuficiencias intelectuales de su propia estructura mental. Sin el menor examen de sus premisas lógicas y modelos de pensamiento, la psicología procede a cavar en sus temas tal como si llegara de la calle, por así decirlo. No hay un previo “lavado de manos” intelectual, ni “antisepsia” intelectual. La alquimia fue establecida como la dualidad de oratorio y laboratorio. La psicología no tiene equivalente. Hace que el psicólogo se meta directamente en el “laboratorio”. Simplemente se da por sentado que en psicología uno puede preceder con la Obra así como así, y que el tipo de inteligencia necesaria para la psicología es la misma que la de cualquier periodista, o la requerida para afrontar las situaciones de la vida diaria. Sólo el contenido, las ideas particulares, el tipo de información con que trabaja la psicología son diferente de aquello sobre lo que escriben los periodistas o lo que conoce la conciencia de sentido común, pero no el estatus lógico básico de la mente.

La conciencia común desarrolló sus estructuras de pensamiento y sus modos de pensar a partir de su experiencia en y con el mundo fenoménico. Las cosas u objetos visibles y tangibles, la gente y sus comportamientos e interacciones, los procesos naturales (el fluir del agua, el viento, incendios, terremotos, etc.), las organizaciones sociales de la sociedad, la experiencia interior o emociones, pasiones, intuiciones, impulsos, intenciones, etc., eran el marco de referencia para todo pensamiento sobre cualquier cosa en la vida. El pensamiento era básicamente pensamiento pictórico modelado según lo que parecían mostrar la percepción y la intuición sensorial (Anschauung). El pensamiento no había vuelto a casa sobre su propio fundamento. Los modelos básicos de pensamiento se adquirieron durante las eras en que el hombre era cazador y agricultor, en otras palabras, hasta hace aproximadamente doscientos años atrás.
Pero ahora vivimos en un nivel de realidad abstracto, totalmente diferente. Aún cuando las fuerzas de la naturaleza siguen ahí, sin embargo el nivel en que vivimos ha superado el nivel de las cosas y procesos naturales, el nivel de lo que puede ser percibido e imaginado en términos de percepción e intuición sensorial. Pero en este nuevo nivel abstracto todavía nos acercamos a la vida con las viejas categorías. Para tomar un ejemplo simple, la guerra. La palabra y la idea “guerra” se desarrollaron en un tiempo en que la lucha todavía se hacía hombre a hombre, con espadas, cuchillos, lanzas o flechas. Ahora tenemos guerras con misiles de larga distancia, con vigilancia asistida por satélite y modernos sistemas de telecomunicaciones, con armas basadas en la tecnología del láser, el radar y los ordenadores, y con todo el potencial del poder nuclear. Este es un fenómeno totalmente diferente, algo absolutamente nuevo e incomparable, pero todavía usamos para ello la misma palabra, guerra. Este es sólo un pequeño ejemplo que muestra hasta qué punto nuestra conciencia y nuestra lógica están retrasadas por detrás de lo que ha estado ocurriendo. La palabra “guerra” es una equivocación que cubre el golfo que separa la antigua situación “familiar” de lucha, de la situación radicalmente nueva y abstracta de lucha. Hace mucho que la vida se ha movido del nivel en el cual una vez tomó lugar, y ahora ocurre en un nivel fundamentalmente “superior” (o “más profundo”) mucho más abstracto. El objetivo de la equivocación es eximirnos de tener que advertir, en el pleno sentido de la palabra, que estamos confrontados con fenómenos verdaderamente novedosos, que exigen nuevos enfoques psicológicos.

Este no es el sitio para dar una visión de todos los cambios fundamentales que indican sintomáticamente que el nivel previo de vida se ha vuelto obsoleto, y que el lugar de lo que realmente acaece, dónde “ocurre la acción” hoy, está en un nuevo nivel. Pero unos pocos ejemplos adicionales pueden aclarar que la vida se ha catapultado a un plano diferente. En la física nos hemos movido del macronivel a un micronivel (moléculas, átomos, partículas subatómicas), en biología hacia la biología molecular y al nivel de la información genética. La física ya no habla más acerca de lo que realmente puede verse, sino que diseña y refleja modelos teóricos de realidad. El nivel de realidad natural ha sido superado. Ya no existe más la pretensión de que el mundo realmente sea del modo en que la física lo describe. Por la misma razón, el nivel de información alcanzado en biología es de un nivel abstracto de relaciones lógicas e instrucciones, y no un nivel “natural” de “relaciones de objetos”. En general, las leyes de información y comunicación determinan e impregnan más y más áreas de nuestra vida. La vida (en gran medida) se desplazado de la realidad natural y procede a establecerse en la realidad virtual del ciberespacio. Los poderes que rigen en nuestra situación ya no son más las fuerzas naturales, tales como día y noche, lluvia y solo, tierra y mar, pasiones e intereses humanos. Nuestra vida está gobernada por procesos o fuerzas absolutamente misteriosos, abstractos e irracionales que nadie comprende, y que no conocieron otras eras; los procesos a gran escala, tanto en la economía total y las grandes organizaciones de negocios como incluso en política, si bien aún hechas por el hombre, en cierto sentido, tienden a volverse más y más procesos sin-sujeto, “anónimos” y muy por encima de las cabezas y la voluntad de la gente, procesos que siguen sus propias leyes internas pero desconocidas, lo que los vuelve mayormente impredecibles y hace necesario el desarrollo de la teoría del caos. Los nuevos desarrollos en los mercados de acciones y dinero son especialmente misteriosos e irracionales. El comercio con derivados involucra miles de billones de dólares; es un comercio con “opciones” o “futuros” abstractos que no están respaldados por, o tienen una relación sólida con ningún valor económico real. Si algo anduviera seriamente mal en esta area, podría tener consecuencias desastrosas para todos en el mundo.

El modo convencional de mirar a las cosas en términos de deseos humanos, esfuerzos y errores o crímenes, por un lado, y el de fuerzas naturales por el otro, simplemente ya no tiene más aplicación en este nuevo nivel de vida. Nuestros grandes problemas son de un orden de abstracción fundamentalmente diferente. De alguna manera son hechos por el hombre y, sin embargo, son sin-sujeto, mayormente autónomos y, para los humanos, incontrolables e incomprensibles; no ha habido nunca una situación comparable a la nuestra en toda la historia de la humanidad. Esta nueva situación exige otro estatus lógico de conciencia que, acaso, podría ser capaz de estar intelectualmente a la par de ello. La conciencia tiene que avanzar más allá del pensamiento pictórico y moverse adecuadamente en el nivel abstracto del pensamiento.

En la sección anterior señalé que al nivel de imágenes positivas e ideas, la psicología no puede esperar hacer justicia a dónde yacen hoy los problemas del alma. La psicología tiene que ir más allá de las imágenes y de las ideas hasta llegar al nivel de la forma lógica (la forma de cualquiera sea el contenido con el que trate). Tiene que dejarse penetrar por la lógica y el pensamiento.
¿O puede realmente imaginarse que nosotros, que la psicología pueda permitirse continuar operando con los instrumentos lógicos antiguos y con los modelos de pensamiento apropiados para describir un mundo de objetos naturales y las experiencias e interacciones de la gente, mientras se nos ha quitado el suelo debajo de nuestros pies y la realidad de la vida se ha desplazado a un nivel radicalmente nuevo? ¿Puede imaginarse realmente que la psicología pueda salirse empleando básicamente la misma forma lógica ingenua de pensamiento con el cual la gente de la antigüedad y la Edad Media respondía a sus problemas, y con descripciones y teorías que pueden presentarse, y de hecho son presentadas, en forma tan fácilmente accesible, cotidiana, que cualquier lector de periódicos podría también entenderlas sin esfuerzo a primera vista? Nuestros problemas deben su naturaleza particular al radical abandono, y con tremendo esfuerzo, de la mente respecto al viejo estilo de pensamiento. ¿Es factible que la psicología pueda ignorar la tremenda complicación, diferenciación y sofisticación lógica por la que ha pasado la mente occidental y simplemente permanezca intelectualmente por debajo del nivel que se ha alcanzado en el desarrollo intelectual del alma occidental- y pueda verdaderamente lograr algo? No hay chance. La psicología tiene que ascender a los picos mentales que han sido alcanzados tales como, para mencionar sólo un ejemplo, el pico representado en la lógica de Hegel, y aprender lentamente a establecerse en esos picos.

Para hacer justicia a la vida del modo tal en que hoy está constituida, el pensamiento psicológico simplemente debe ponerse al día y a la altura de la situación. Lo mejor, lo más desarrollado y diferenciado es apenas suficientemente bueno. Las viejas formas de pensar son absolutamente desproporcionadas a la naturaleza de los problemas de la psique. La psique ya vive, tiene inescapablemente que vivir, en el mundo determinado por el nuevo nivel de realidad. Los buenos tiempos antiguas de la ingenuidad lógica ya han pasado. ¿Se pueden reparar chips informáticos con las rudas herramientas empleadas durante la Edad Media, en otras palabras: se puede alcanzar el nivel de “información” digitalizada con medios mecánicos? Por supuesto que no. Pero creemos que podemos permitirnos una actitud intelectual de “como si nada” y un estilo de pensamiento sin esfuerzo, accesible a todos, y eso en vistas de todos los cambios extraordinarios, de impacto mundial que han ocurrido y que han hecho la vida psicológicamente más increíblemente compleja. No sólo se han vuelto más complejos el lado técnico de nuestra civilización y la organización social de la vida moderna. Es sobre todo la situación psicológica la que se ha vuelto tanto más difícil e inquietante, en parte por razón de los cambios técnicos y sociales. Tenemos que darnos cuenta de que se ha aportado objetivamente mucha complejidad intelectual y abstracción en todo tipo de cosas que usamos diariamente y en todos los procedimientos de la vida moderna, y que recíprocamente el nivel extremadamente alto de abstracción predominante en la ciencia moderna ha sido producido por el alma. La abstracción está sencillamente allí. Ya vivimos en ella, lo sepamos y lo admitamos o no. Y esto muestra dónde está y cuán intelectualmente sofisticada es el alma hoy. El mundo moderno descansa sobre los esfuerzos intelectuales y la máxima concentración de intelecto por parte de muchas, muchas generaciones de las más grandes mentes que ha tenido Occidente, pero en psicología tenemos un estilo de pensamiento que frecuentemente es tan simple, o incluso simplista, como el usado en los tratados devocionales de algunas sectas religiosas. ¿No son necesarias acaso exigencias especiales de concentración y esfuerzo intelectual?

Lo que intelectualmente es tan fácil que puede ser entendido inmediatamente, ya no puede ser más verdad. Psicológicamente es prescindible, trivial, insignificante. El alma sólo puede habitar verdaderamente este mundo si ello, es decir, si nuestra conciencia, aprende a equipararse en su forma lógica al nivel de la complejidad intelectual aplicada en nuestro mundo real y en la organización social de la vida. De otro modo, la psicología continuará simplemente pasando por alto, pasando por debajo del nivel en el que hoy están los problemas del alma, y el alma entonces no tiene oportunidad. Debe enfermarse. La psicología no puede escindirse de todo el alcance de la verdadera vida psicológica de hoy que se expresa en las ciencias y en la tecnología; no puede limitar su competencia a sólo un segmento de la vida del alma, la esfera de las emociones, deseos y fantasías personales. La psicología debe, psicológicamente, estar por encima de las ciencias, y no en medio o por debajo de ellas.
De modo que también aquí es necesario una ruptura. Un guardián tiene que botar su “¡Prohibida la entrada!” a la mente perezosa que insiste en una simple continuidad de sus viejos hábitos lógicos, en la preservación de su auto-identidad, la mente que, sin previa atención a su propia configuración y estatus lógico, quiere inmediatamente avanzar para sumergirse en sus temas. El guardián tiene que frustrar a esta mente, impedirle que se meta directamente in medias res y en cambio arrojarla de nuevo sobre sí misma, para que se vea forzada primero a trabajar sobre sí en el espíritu de un tipo de “antisepsia” intelectual. El trabajo intelectual duro y la mayor concentración son indispensables. La psicología tiene que volverse difícil, intelectualmente mucho más exigente, no en principio por la dificultad misma, sino por necesidad “práctica”, terapéutica. En psicología uno tiene que romperse el pescuezo a fin de alcanzar el nivel de abstracción que el alma ya hace tiempo que ha asumido en el desarrollo objetivo de nuestra civilización. Ya no basta en psicología simplemente con desarrollar modelos teóricos de procesos psíquicos o contemplar cuidadosamente y admirar imágenes arquetipales y traducirlas en experiencias cotidianas (o traducir estas experiencias de la vida en imágenes arquetipales). Esto es demasiado chabacano. En psicología tenemos que aprender a intentar comprehender nuestra realidad en términos conceptuales , y a desarrollar un modo de pensamiento abstracto, conceptual, verdaderamente psicológico.

Inmediatamente antes de la revolución francesa, entre la nobleza parisina había círculos que se comprometieron en una lucha para liberar los esclavos en América. No veían ni afrontaban los graves problemas sociales que estaban directamente frente a sus ojos. Aunque en muchos sentidos no sea comparable, hay un tertium comparationis que tienen en común tanto la nobleza francesa pre-revolucionaria y la psicología de hoy. Ambos pasan por alto los problemas reales que están a la mano, a pesar de, no, por causa de, su implicación activa y apasionada. La psicología por regla hoy no tiene ni idea de dónde están los reales problemas psicológicos. Busca en los lugares equivocados y con las categorías erróneas. La psicología y la “realidad psicológica” tal como hoy se las concibe están esencialmente sub-determinadas; aún no se ha comprendido el orden de magnitud del asunto de la psicología y el rango y la dignidad de su tarea en nuestras condiciones modernas. De algún modo, esta situación podría asemejarse a la gente medieval que intentaba explicar la peste como resultado del pecado humano (es decir, en el macronivel de la vida moral humana), mientras que es algo que ocurre en el micronivel invisible e inimaginable de las infecciones virales. O también la psicología podría asemejarse a un físico que tratara de explicar los fenómenos microfísicos mediante los instrumentos categoriales proporcionados por la física de Newton. Ese físico y la gente medieval estarían incluso por delante de nuestra psicología, en tanto que al menos se daban cuenta del fenómeno microfísico o de la peste, respectivamente, mientras que la psicología hoy ni siquiera siente el problema del alma. La psicología toma los síntomas menores seleccionados del problema, por el problema mismo.

Los sentimientos, intenciones, deseos, temores, ideas humanos -esto es lo que a la psicología le preocupa y por medio de lo cual intenta explicar la vida del alma y sus problemas. Sin duda, los sentimientos humanos, etc., son también parte del campo de estudio de la psicología. Pero, y si puedo expresarme metafóricamente, no son más que “cosas de niños”, sólo nimiedades, comparados con los problemas reales, “de adultos”, que hoy sufre el alma y, sobre todo, son totalmente inadecuados para servir como categorías en términos de las cuales pudiera apercibirse la vida psicológica de hoy. Ni las antiguas herramientas para hacer visible los problemas del alma y para pensar y tratar con ellos, es decir los mitos, los símbolos, las imágenes divinas, rituales, oráculos, visiones y afines, ni las herramientas modernas (empatía, entendimiento hermenéutico, confesión subjetiva, asociación libre, interpretación de sueños, análisis de transferencia, etc.) son capaces de avistar realmente adónde está el alma hoy. La mente psicológica tiene que adquirir para sí un “micro-nivel” (psicológico), un nivel de pensamiento abstracto. De otro modo, y aquí empleo una vez más una analogía, esta mente es como alguien que mirara dentro de su radio en busca de un hombrecillo que diga las noticias, porque no tiene idea de las ondas de radio; y que no tiene idea de lasondas de radio porque su idea de realidad se limita a lo que los ojos humanos pueden ver y las manos humanas pueden tocar, y porque rechaza dejar que su idea de realidad pase por una revolución.
Este pensamiento abstracto es lo que “el alma” de hoy necesita. Es el alma la que requiere más intelecto. El alma no necesita más sentimientos, emociones, trabajo corporal. Todo esto es material del ego. Bajo las condiciones psicológicas de hoy, la vida del alma sólo puede “avistarse” mediante el pensamiento abstracto más elevado y más riguroso. Por supuesto, pensamiento abstracto psicológico.

Tomado del Cap. 1 de LA VIDA LÓGICA DEL ALMA, 1998

© Wolfgang Giegerich
trad. por Enrique Eskenazi, con el amable permiso del autor

jueves, 22 de enero de 2009

Night Club

Piazzolla orquestado por Sofia Gubaidulina

sábado, 17 de enero de 2009

Los paraguas de Cherburgo (1964)

He aquí el "tema de amor" de esta hermosa "ópera para cine", con música de Michel Legrand y dirigida por Jacques Démy. Como pareja protagonista, una jovencísima Catherine Deneuve y Nino Castelnuovo:



Y aquí la escena final de la película/ópera, en que "retorna" el tema de amor de la primera mitad del filme:

jueves, 1 de enero de 2009

Una lucecita que llevar a través de la noche y la tormenta

Comentarios sobre la situación actual de la psicología junguiana.
Por Wolfgang Giegerich, Wörthsee cerca de Munich, 2004
Traducción de Enrique Eskenazi Agradezco al autor su amable permiso para traducir y publicar este artículo

Wolfgang Giegerich es un destacado psicólogo analítico cuya obra ha sido considerada por David L. Miller como un avance radical en el pensamiento junguiano, más aún, como "pensamiento junguiano de tercera ola", comparando la obra de Giegerich con la de Jung mismo y con la "segunda ola", la psicología arquetipal asociada con James Hillman.

El siglo de la psicología ha terminado. Se han estrellado las grandes expectativas a las que dio origen la emergencia de la psicología, en particular la psicología profunda o terapéutica, al comienzo del siglo XX. Incluso el psicoanálisis freudiano se enfrenta hoy con un espíritu hostil en el pensamiento predominante. Para la psicología en la tradición de C. G. Jung la situación es, por un lado, un poco más fácil, pero por el otro mucho más difícil. Es más fácil porque en su mayor parte opera a sotavento de otras psicologías, siendo apenas advertida; es más difícil, porque su sustancia más íntima se ve amenazada fundamentalmente.
Esta amenaza viene de diferentes direcciones.
Ya es inherente, en primer lugar, en el modo mismo en que está construida la psicología junguiana, en tanto que la pretensión de Jung de que su psicología tuviera el estatus de una ciencia estrictamente empírica se ha demostrado insostenible, y en tanto ha fracasado su esperanza de que la psicología pudiera ofrecer una respuesta al problema psicológico-espiritual de la era, tal como nos vemos ahora obligados a comprender (W. Giegerich, 'The End of Meaning and the Birth of Man”,' Journal of Jungian Theory and Practice, Vol. 6, No. 1, 2004)

En segundo lugar, la amenaza a la sustancia de la psicología junguiana viene también de los seguidores y amigos de esa psicología, por una parte los junguianos profesionales en cuyas manos se ha transformado en algo completamente distinto de lo que Jung pretendía con su “psicología compleja”, como ha demostrado sobre todo Sonu Shamdasani (Jung and the Making of Modern Psychology. The Dream of a Science, Cambridge University Press, 2003). Nadie probablemente querrá admitir que aquello contra lo que Jung luchó vive aún entre ellos y ha sido fructíferamente desarrollado. Aún hoy se tendría que estar de acuerdo con Hillman cuando afirmó años atrás que los junguianos “son en su mayoría gente de segunda categoría con mentes de tercera categoría” (Hillman, Inter Views, New York [Harper & Row] 1983, p. 36). La psicología junguiana tiene la desgracia de no haber sido capaz de atraer grandes mentes, en contraste por ejemplo con la psicología de Freud, que produjo un psicólogo de la talla de Lacan y sirvió de inspiración a muchos pensadores y poetas. Por otra parte, la amenaza viene también de los seguidores de la psicología junguiana entre el gran público, entre los cuales la obra de Jung ha degenerado en una “psicología pop”, en otras palabras: en un bien de consumo, que ante todo tiene la función de satisfacer las necesidades privadas emocionales e ideológico-espirituales, y compensar así un sentimiento de vacío.

En tercer lugar, la amenaza más reciente proviene del exterior, del espíritu de la época que con tremendo poder impregna el clima político, y de hecho incluso afecta las regulaciones legislativas y administrativas. La psicología profunda, que actualmente tendría la tarea de ser de algún modo “subversiva” respecto a las tendencias colectivas predominantes, ha sido entretanto tomada bajo las alas del estado, controlada y por tanto "embolsada" por él. Si bien el estado enfoca legítimamente lo que tiene que regular desde puntos de vista puramente externos, en el caso de la psicología, entendida como la disciplina de la interioridad, tal tratamiento desde una perspectiva externa es fatal. Y más fatal aún cuando hoy se ha endurecido y se ha radicalizado mucho más este modo exterior de ver las cosas: un enfoque abstracto, completamente utilitario, cientificista, tecnicista y cuantificador. Lo que hoy se quiere esencialmente es normalización (conformidad forzada, es decir, Gleichschaltung) y control. El supremo principio rector es el de la distribución del dinero disponible. Unas cuantas palabras clave para esta tendencia poderosa son: certificación de prácticas, administración cualitativa, procedimientos de tratamiento normalizados obligatorios para enfermedades específicas, eficiencia, evaluación, medicina basada en pruebas, ICD-10, provisión de asistencia sanitaria para la población. Este es un aspecto. El otro es que la actitud predominante basa su toda su esperanza en factores biológicos, en la fisiología del cerebro, en la genética, la terapia conductista, pero excluye la mente, el alma, la hermenéutica.

En esta situación la psicología junguiana, en tanto que psicología “con alma”, se encuentra en una posición semejante a la que se encontraba el ego del sueño en el siguiente sueño de Jung: “Era de noche en un lugar desconocido, y avanzaba dolorosa y lentamente en contra de un fuerte vendaval […] Tenía mis manos en forma de copa alrededor de una lucecita que amenazaba con apagarse a cada momento. Todo dependía de que pudiera mantener viva esta lucecita […]” (Recuerdos, sueños y pensamientos)

Pero ¿qué es esa sustancia que queda de hecho de nuestra herencia junguiana y que necesita hoy ser llevada a través de la noche y la tormenta como una pequeña luz? Aparte de numerosas intuiciones individuales, es un tesoro doble, algo que contiene una tensión entre sus dos aspectos dentro de sí mismo: el don que Jung nos hizo de un concepto de “alma” y de un concepto de “individualidad”.

Después de la muerte de Jung, Karl Kerényi escribió: “Si ahora, reconsiderando el fenómeno C. G. Jung, pusiera en palabras lo más característico suyo, también sobre la base de contactos personales durante los últimos veinte años, entonces es tomar el alma como real. Para ningún psicólogo de nuestro tiempo la psique poseía tal concreción e importancia como para él"” (K., Kerenyi, Wege und Weggenossen, vol. 2, München [Langen Müller] 1988, p., 346, mi traducción).
Aquí el punto decisivo es qué quiere decirse por “alma”. Un comentario marginal sobre este pasaje por el mismo Kerényi lo deja claro. Citando frases de una carta suya a C. J. Burckhardt del 18 de diciembre de 1961, afirma: “Jung me escribió [...] citando a un alquimista, 'maior autem animae [pars] extra corpus est' y realmente lo significaba. Se destaca como el único entre sus colegas -al menos no encontrado otro entre los psicólogos no practicante de una religión- que creía firmemente en la existencia del alma” (ibid., p. 487, mi traducción). La mayor parte del alma está fuera del cuerpo. Con esta tesis Jung rompe con el prejuicio antropológico, biologista, personalista, que predomina en la psicología de hoy como un hecho dado por supuesto y sin la menor reflexión crítica. El hombre “está en el alma”, y no al revés. “El alma”es un Universal real, y un Universal concreto además. Ahora se abre la puerta para la visión de que es la vida lógica, el spiritus rector de la relación del hombre con el mundo.
Esto implica dos importantes aspectos adicionales, a saber la captación del carácter esencialmente histórico del “alma” y del hecho de que no sólo se preocupa por la funcionalidad y los mecanismos (reacciones, procesamiento de experiencias, el aparato psíquico), sino también por contenidos sustanciales o significados -un hecho que por supuesto está en la mayor oposición al presupuesto nihilista de probablemente todas las otras psicologías. Por encima de todo, este concepto de alma significa que se ha comprendido que el tema de la psicología no puede positivizarse, sino que es lógicamente negativo.

Podría parecer paradójico, aunque en verdad es consistente, que precisamente por tener un concepto de “alma” como un Universal real y como algo que no puede positivizarse, Jung puede tener un conocimiento real de la verdadera individualidad en su singularidad y unicidad. Ambos lados (el Universal y el individual) son interdependientes, puesto que ambos están al margen de la abstracción predominante, para la cual incluso lo individual está subsumido en un Universal abstracto (en un diagnóstico, una teoría, una definición, una “historia de casos”, una estadística, una técnica a serle aplicada, o meramente bajo el concepto universal abstracto “individuo”), para la cual sin embargo no ha de ser un individuum ineffabile y no debe ser apercibido como tal. Porque si fuera visto como tal, se escaparía del campo de concentración (actualmente sublimado) de un pensamiento en términos de control, que rige sobre toda la lógica de nuestra era. Pero ésto es precisamente lo que nos exige el enfoque junguiano en la terapia: encontrar a cada persona, y de hecho a cada momento, en su singularidad; en otras palabras, fuera de ese campo de concentración: soltarnos -sin redes lógicas de seguridad- en la frescura y novedad de cada momento presente y en la subjetividad atómica de nosotros mismos- a fin de descubrir en ello, sólo en ello, nuestra verdadera humanidad universal.

Este no es un sublime programa para la iluminación del mundo, sino una lucecita que debe llevarse, en el silencio e invisibilidad de lo que hacemos como individuos, a través de la noche de nuestro presente.

© Wolfgang Giegerich 2004.
© trad. Enrique Eskenazi

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Acabar y empezar el año con Mozart



“Et incarnatus est” de la Misa en Do Menor, con Nathalie Dessay

jueves, 11 de diciembre de 2008

martes, 9 de diciembre de 2008

domingo, 16 de noviembre de 2008

Christel Goltz

Ayer murió Christel Goltz, a los 96 años. Extraordinaria soprano de la ópera de Dresden, en su haber contaba con interpretaciones memorables como Leonora en Fidelio de Beethoven, la Tintorera en La Mujer Sin Sombra de Richard Strauss, y varios papeles wagnerianos, así como Marie en Wozzeck de Alban Berg o Elektra de Richard Strauss. Pero en la historia será recordada principalmente por su Salomé de Richard Strauss, que hace 60 años (en 1948) grabó con Keilberth de esta manera:


En esta escena final de la ópera, Salomé, después de besar la cabeza del bautista, recrimina su ceguera ante el amor, y concluye con la extraordinaria frase: "Pero el misterio del amor es más grande que el misterio de la muerte". Horrorizado ante esa exhibición, Herodes ordena a sus soldados que la maten.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Tristeza

“La tristeza no tiene fin, la felicidad sí”
Vinicius de Moraes, Maria Creuza y Toquinho, en 1970, grabaron así “A felicidade”, un tema de la película Orfeo Negro:

jueves, 13 de noviembre de 2008

Largo

Del concierto nº 5 en Fa Menor,de Johann Sebastian Bach, en la interpretación de Murray Perahia (piano)

martes, 11 de noviembre de 2008

Fosca de Antonio Carlos Gomes

He aquí el aria para tenor de la ópera “Fosca” del compositor brasilero Gomes, tal como la grabara Josep Carreras en 1979