lunes, 20 de junio de 2011

La importancia de pensar adecuadamente (pensamiento dialéctico y pensamiento calculador)

Esta nota fue publicada en el blog del Centro, en marzo del 2010, pero bien merece una relectura atenta:

En la Introducción que David L. Miller escribió a “Dialectics & Analytical Psychology. The El Capitan Canyon Seminar”, hace notar la dificultad que entraña, para el entendimiento usual, la comprensión de aquello a lo que Giegerich apunta con la idea de “la vida lógica del alma”. La expresión “lógica”, así como “pensamiento” suelen comprenderse como un proceso opuesto a “sentimiento”, a “intensidad, y se asocia en cambio a desapasionamiento, mecanicidad, “cerebralidad”. Nada más alejado de lo que Wolfgang Giegerich sostiene en su obra. Así, Miller escribe acertadamente:

“...no es cosa fácil pensar psicológicamente acerca del “intelecto” y del “pensamiento”. Mi propia experiencia... en cuarenta años de educación de graduados, es que parece haber no sólo un anti-intelectualismo americano que rige en la consciencia cultural contemporánea (ver Richard Hofstadter, Anti-intellectualism in American Life) y, seguramente, no sólo en los Estados Unidos, sino también una perspectiva que cree que pensar es mover contadores (ideas) intencionadamente en el cerebro, una especie de pseudo-racionalismo cartesiano y de intelectualismo unilateral. Claramente no es de ésto de lo que habla Giegerich, y es uno de los obstáculos que he encontrado en el intento de enseñar la obra de Giegerich. El pensamiento necesita ser pensado y, en efecto, una tercera cualidad notable del seminario de El Capitan fue su intento de pensar el pensamiento diferentemente, es decir, psicológicamente. La clave para este intento fue un entendimiento de la naturaleza del pensamiento dialéctico (respecto al cual había algún malentendido inicial por parte de los participantes del seminario), y la importancia de lo negativo (respecto a lo cual había un poco de resistencia)

Sentí por primera vez esta dificultad en entender el pensamiento de Giegerich sobre el pensamiento y la lógica durante un seminario on-line patrocinado por el sitio web C. G. Jung (www.cgjungpage.org) en octubre de 1998. El último día de ese ciber-seminario posteé una pregunta a Giegerich, diciendo que creía que sus interlocutores malinterpretaban su idea de pensamiento, y que estaban criticando una posición que él no sostenía. Esto es, demonizaban al pensamiento, tomándolo por lo opuesto del sentimiento (logos contra eros), y luego se preguntaban por qué Giegerich lo privilegiaba en el trabajo psicológico. Le pedí que aclarara lo que entendía por la vida lógica del alma, en la cual pensar es crucial para la transformación psicológica.

Mi pedido llegó tarde en el seminario, justo antes de que se cerrara, y la respuesta de Giegerich fue necesariamente corta debido a las limitaciones de la discusión on-line. Al día siguiente, en un correo electrónico privado, intenté aclarar lo que yo veía como el malentendido por parte de los participantes del seminario. Giegerich en su libro "La Vida Lógica del Alma”, había mencionado una obra de Martín Heidegger, Aus der Erfahrung des Denkens (A partir de la experiencia del pensar), así como también invocará el lenguaje de Heidegger (der Schritt zurück) en el volumen actual al hacer un apunte sobre la naturaleza de la dialéctica hegeliana. En mi nota a Giegerich le recordaba la distinción que Heidegger hace en otro libro, Gelassenheit (Serenidad), entre das rechnende Denken y das besinnliche Nachdenken, que el traductor inglés de esta obra traduce como “pensamiento calculador” y “pensamiento meditativo”. Las traducciones no transmiten realmente la fuerza del lenguaje de Heidegger. “Calculador” no es inadecuado pararechnende, puesto que rechnen significa “calcular, computar, contar, contabilizar ” y der Rechner es el término actual en alemán para un “calculador”, una “computadora”, un ordenador. Pero “meditativo” sobredetermina besinnlich en la dirección de la sensibilidad espiritual romántica. El adjetivo alemán usualmente significa “contemplativo” o “que da qué pensar”, y en ninguna parte de la traducción al inglés hay una indicación de que en un caso se usa Denken y en el otro el término empleado es Nachdenken. Esta última palabra significa más que pensar. Indica cogitar o rumiar o pensar acerca de, o reflexionar, es decir: indica un proceso y una actividad. Mi intuición fue que los compañeros de conversación de Giegerich en el ciber-seminario creían que quería decir das rechnende Denken- lo que mi abuela en Virginia solía querer decir cuando exclamaba, "Bueno, yo calculo que...”. Me había parecido que cuando Giegerich hablaba acerca de “pensamiento” o “lógica” lo que de hecho tenía en mente era más como das besinnlich Nachdenken de Heidegger. Giegerich me respondió que yo estaba en lo cierto acerca al respecto, e indicó que con este malentendido podía ver porqué sus interrogadores eran críticos acerca de su énfasis psicológico en el “pensamiento”.
Empero, Giegerich tuvo pensamientos ulteriores (un Nach-denken o idea tardía) dos años más tarde. El 23 de febrero de 2000, me escribió lo siguiente:

“esta distinción de Heidegger me resulta un poco problemática. (a) Divide, estableciendo un tipo privilegiado de pensamiento (una especie de versión dominical) donde en mi opinión no debiera haber un diastema y (b) usa esta distinción para condenar (injustamente) la metafísica clásica, a la que coloca al lado de das rechnende Denken, una retroyección de nuestro problema moderno al pasado. Para mí el pensamiento es uno, y si se le presiona lo suficiente más allá de la versión pragmática inicial, deviene dialéctico”.

La cuestión es, en parte, que contabilizar, contar, computar, y calcular son parte importante del pensamiento. Uno podría pensarlos como el aspecto instrumental del pensamiento pero, por supuesto, pensar que ello es todo el pensamiento es en sí irreflexivo.
Menciono este antiguo intercambio a fin de introducir la discusión de “dialéctica” que sigue en este libro, es decir, a fin de mostrar que el pensamiento psicológico sobre el pensamiento no es simple. Por ejemplo, pensar -en el caso en que se hablará en el seminario de El Capitan- no es una función psicológica. Es decir, no es una de las funciones ectopsíquicas de Jung junto con sentir, percibir e intuir, y por tanto no es algo hecho, o bien, hecho sólo por los llamado "tipos reflexivos”. Más bien cualquiera, sin tomar en cuenta la tipología, es un pensador en el sentido que Aristóteles pudo haber querido decir al llamar al ser humano un animal rationale. Ciertamente, el pensamiento es inconsciente en la mayoría de la gente la mayoría del tiempo. Es pensamiento implícito. Pero no es no-pensamiento. El pensamiento tampoco debe pensarse como meramente lógica formal y abstracta, ni es un mero razonar discursivo o el empleo literal del intelecto. Más bien es concreto, un movimiento real del alma. Pensar significa haber sido alcanzado o reclamado por una idea. Heidegger, en el trabajo que Giegerich cita en La Vida Lógica del Alma, dice: “Nunca llegamos a la ideas. Ellas vienen a nosotros”.
El problema entonces es el pensamiento inconsciente y lo que Heidegger llama die Flucht von dem Denken, la “huida ante el pensamiento”. La psicología hoy, también, ha sido carente de ideas y ha participado en esta “huida”. Psicológicamente esta huida indica un miedo inconsciente (lo que Freud llamaba Gendankenschreck, “miedo de pensar”), aún de la psicología misma. Con seguridad es una defensa precisamente contra lo que en este libro se llamará dialéctica, en la cual uno puede descubrir (hacer consciente) no sólo una lógica y un pensamiento, sino también y a la vez, la realidad de la negación de ese pensamiento, no como cosa positiva, sino como negativo-positivo, que también en el proceso de pensar o en el curso del tiempo necesitará ser negado (la negación de la negación). Psicológicamente este proceso de pensamiento dialéctico puede transformar las fijaciones del ego, mostrando que son momentos dentro de sí-mismo (Self), que es uno y fuera del cual no hay nada (Ver Giegerich:¿Es profunda el alma?). Esta es una psicología radical e implica que pensar sobre el pensar puede resultar en vida psicológica, esto es, apasionada (soulful: animada, con pasión).
Hay un antiguo origen para esta visión. Por ejemplo, está representada en el epígrafe con que comienza esta Introducción. En el siglo III d. C, Plotino enseñó a sus alumnos que la mente (nous) , según dice, “desborda -bulle- de vida” (Plotino, Enéadas). Pensar hace más vivaz la vida. Plotino podría haberlo tomado de Aristóteles (De Anima). Aristóteles dice que las ideas presocráticas sobre el alma y la vida seguían sus etimologías y así la gente pensaba que el alma es “caliente”. Esta idea sólo tiene sentido cuando se advierte que el texto griego de Plotino contiene un retruécano. El texto griego de Plotino dice: hyperzeousan zoé, “bullendo con vida”.Zóe, vida,y zein, “hervir” (bullir) son homófonos. ¡La vida es caliente! Plotino no habla de la vida del ego o de la sensibilidad del ego, sino de la vida y el alma de sí mismo (Self). Vivir en sí mismo (Self) es ser vivaz (hervir, bullir). Y para Plotino esta ebullición desbordante (hyperzeousan) se produce por una cualidad de vida que es contemplativa y reflexiva. Seguramente es por esto que Plotino también diría: “Los hombres, también, cuando el poder de contemplación (theorein, 'teorizar') se debilita, se vuelven a la acción, que es una sombra (skian) de contemplación y de razón (theorein kai logos)”, es decir: cuando falta el pensamiento, el alma de la vida está en la sombra de la inconsciencia y difícilmente bulle o se desborda.(Esto no es diferente de la crítica psicológica del “acting out” -actuar compulsivo- como una forma débil de vida psicológica)
La cuestión es que pensar es crucial para realizar la dialéctica del sí mismo (Self) y su transformación apasionada”


Es en este espíritu que ya he ido publicando artículos en la web del Centro y en este blog, tales como:

La fuerza del pensamiento

Reflexión externa, reflexión inmanente y entendimiento

Hegel, Giegerich y la Psicología

Una vez más, la verdad

Conciencia, autoconciencia y negatividad

así como las continuas referencias a Hegel, a Heidegger o a Nietzsche, entre otros grandes pensadores (Plotino, Husserl, Wittgenstein, etc.)


lunes, 13 de junio de 2011

Psicología y Disneylandia: el inagotable mundo de la fantasía


Verifico a veces con fastidio, a veces con irritación, que la mayoría -por no decir todas- las páginas dedicadas a psicología ignoran, desatienden, eluden el hacerse cargo psicológicamente del presente, y no me refiero sólo al presente personal, sino al presente histórico. O bien hay un volverse al “interior” del individuo (una supuesta intimidad a-histórica) o un volcarse un exterior fáctico: conductas, cerebro, estados físicos, también a-históricos. Cuando digo que ignoran la circunstancia contemporánea, no me refiero a que no se publique algún artículo “sociológico” sobre la situación actual, algún “reportaje” o algún informe peridístico, sino que no hay sitio (no hay capacidad de pensamiento) para una interpretación psicológica del fenómeno. No sólo no se psicologiza la circunstancia mundial, sino que además se sociologiza y mitologiza el mismo discurso psicológico: se habla de masculino y femenino, de contacto con el cuerpo, de hemisferios cerebrales, de relaciones personales, de padres e hijos, etc. De lo que nunca se habla es justamente del alma. Sólo se habla de "las gentes”, cuando no “de los cerebros de las gentes” (lo cual ha sido justamente llamado “la falacia antropológica”)

Las páginas “junguianas” abundan en referencias a bestiarios medievales, cuentos de hadas, símbolos arcaicos y todo tipo de imaginería más o menos esotérica que no puede ya reflejar, mucho menos hacer psicológicamente comprensible, el presente tal como se hace manifiesto día tras día, por ejemplo, en la progresiva destrucción ecológica o en la globalización económica, o en la emergencia de medios tecnológicos que alteran la comunicación y la transportan a niveles nunca sospechados (Internet, SMSs, iPhone, etc.). En la psicologíaprofunda hay una huída a “la infancia” no sólo literal, al más puro estilo freudiano, sino a esa infancia simbólica en la cual el ser humano podría vivirse contenido e identificado con un cosmos “animado”. Este infantilismo se manifiesta en los intereses y ocupaciones de los llamados psicólogos junguianos: mitos, cuentos, religiones antiguas, sincronicidad, misticismo y espiritualidad de otros tiempos y otras culturas. Ante la circunstancia presente de Occidente, la psicología hace gala manifiesta de puerilidad. Aquí, pareciera decir, no ha pasado nada. ¿Pero es posible “vivirse contenido e identificado con un cosmos animado” en tanto la misma supervivencia del planeta parece depender hoy más que nunca de la actividad de los hombres y de sus decisiones tecnológicas o se trata más bien de una impostación? Cuando el planeta está rodeado de satélites que controlan todas sus regiones, o cuando la astronomía nos ofrece un universo poblado de agujeros negros, galaxias y estrellas que aparecen y desaparecen a lo largo de millones de años, y cuando nos hallamos en situación tecnólógica de enviar naves espaciales a otros planetas? ¿No será acaso un jugar a vivir “como si” los planetas hablaran, los ríos susurraran, y la “naturaleza” estuviera habitada por gnomos y elfos? ¿no será esto una neurótica negación de que los ríos están contaminados y no volverán a ser lo que fueron, y los planetas -al menos los del sistema solar- son cada vez más pasibles de progresiva colonización, y “la naturaleza” en el que nos toca vivir ya no es “la naturaleza” en el que vivieron nuestros antepasados?

El que argumentos tan pertinaces y tan precisos como los de Wolfgang Giegerich no sólo no sean respondidos, sino que ni siquiera sean comprendidos, y no digo ya por el aficionado, sino por los mismos profesionales de la psicología, es un síntoma más de esta miseria actual.

Ya en 1978, en el artículo que traduje y publiqué en la web, “El presente como dimensión del alma”, entre otras cosas Giegerich afirmaba:

El carácter que un objeto tiene para nosotros no depende simplemente de su naturaleza real, sino aún más de la conciencia que lo aprecia. Una golondrina no hace verano, pero ni siquiera mil golondrinas lo hacen. Aplicado a la psicología esto significa: no todo lo que es acerca de la relación madre-niño, complejos, el anima y la individuación es ya ipso facto psicología. Los conceptos y los contenidos de la psicología no constituyen per se el carácter esencial de la psicología. Lo que es decisivo es más bien que la orientación de la conciencia dentro de la cual se perciben en estos contenidos sea ya psicológica.

Estoy objetando aquí al empirismo en la psicología, a esa posición que cree que los problemas psicológicos pueden resolverse científicamente y directamente, dentro de la estructura y sobre la base de la experiencia empírico-práctica, sin que uno simultáneamente se haya comprometido en reflexiones acerca de cuestiones fundamentales de una naturaleza filosófico-arquetipal. Pero el tema de las propias presuposiciones no deben de este modo ignorarse, porque es precisamente una parte integral de la constitución de la psicología: los objetos psicológicos y la estructura arquetipal de la consciencia que los considera son los dos momentos que sólo juntos constituyen la fenomenología psicológica.


Una psicología analítica que opera con una fantasía empirista… se cree capaz de ver en lo “objetivamente dado” la totalidad del fenómeno psicológico, mientras que es, después de todo, sólo un aspecto parcial, y además una abstracción. Mi interés es acerca de la dirección particular en la que tendría que moverse una investigación psicológica a fin de volverse psicológica en primer lugar. Estoy buscando la dimensión del alma y de la psicología; quiero hallar, y consolidar, el espacio particular que por sí solo hace posible una psicología como psicología, y le permite prosperar.



En 1988, en su “El significado de nuestro problema nuclear para la psicología analítica”, Giegerich insistía en la importancia de la bomba atómica como elemento de "aterrizaje", como amenaza no sólo fáctica sino psico-lógicamente real, a fin de compensar la huida al trasmundo. Donde entonces dijo “bomba atómica” hoy podría ponerse “cambio climático”, sin alterar el contenido de su aguda reflexión. Allí escribía:

El enfoque técnico de la realidad sólo reconoce al ego humano como sujeto, y a los deseos del ego como la intención real. La psique sufriente se reduce a una función que, en sí misma, no tiene significado, o a un objeto para nuestra acción intencional. El enfoque sintético-finalista en cambio garantizaba también subjetividad e intencionalidad al fenómeno. Jung quería averiguar lo que la patología quiere o busca, en contra de lo que yo, el analista, o él, el ego del paciente, quiere. El enfoque finalista implica la idea de la realidad de la psique y la idea de la psique objetiva, que puede llamarse real y objetiva precisamente porque se le garantiza su propia subjetividad, e incluso personalidad. Todo pensamiento analítico-reductivo, por contraste, tiene que haber negado la autenticidad de lo real desde el comienzo. No quiere conocer el fenómeno en su verdadera esencia. Sólo quiere saber cómo tratarlo. Las ciencias modernas en el fondo son autoeróticas.…el "finis" no debe entenderse tanto como fin temporal que yace en el futuro por delante nuestro, en el sentido de la concepción linear del tiempo como sucesión, sino más bien que se extiende en la profundidad o la altura de la esencia oculta o el contenido esencial del presente

El verdadero terapeuta no es el analista, sino la enfermedad. Por esto Jung pudo incluso llegar tan lejos como para afirmar que en la neurosis se oculta nuestro mejor enemigo o amigo. Con esta metáfora, se le da expresión definitiva a la subjetividad e intencionalidad del fenómeno discutido bajo el primer movimiento de Jung. El fenómeno es visto como una verdadera personalidad. Finalmente, si no al principio, tenemos que considerar la patología como nuestro mejor amigo. El desorden es el advenimiento de un extraño (ciertamente no querido) o un enemigo (hostis) a recibir en nuestra casa como huésped (hospes), y a cuentas de la cual recepción hospitalaria puede revelarse como el amigo que todo el tiempo había sido.… Esto equivale a una inversión de la actitud común respecto a la neurosis. Aquí Jung presionó más allá de la mente "natural" en el sentido del "opus contra naturam" alquímico. Inversión no significa aquí un simple dar la vuelta en el mismo nivel, un intercambio de más por menos o de pro por contras -sería absurdo enfocar la neurosis de este modo no dialéctico. Más bien, esto es un caso de superación dialéctica (Aufhebung) por la cual el nivel íntegro de la mente "natural" es sobrepasado y se alcanza un nivel de reflexión completamente nuevo.

En tanto individuación se entienda como lo opuesto de socialización o adaptación y en términos del contraste yo versus ellos, podríamos decir que nos movemos sobre un plano horizontal, el plano de la relación sujeto-objeto o introversión versus extraversión. Por el contrario, la noción de Jung de individuación tiene una dirección vertical. Su dinámica es de descenso a las profundidades. La fantasía detrás de esta noción es que la vida humana en tanto existencia psicológica comienza arriba en las nubes, en el reino supraterrestre de las generalidades abstractas o idealizaciones arquetipales. Aún cuando la mente natural nos llama Erdenbürger (habitantes de la tierra, terrícolas) desde el momento en que nacemos (y esto es correcto en cuanto se refiere a nuestra existencia literal), Jung entendió que psicológicamente el ser terrícolas no comienza en absoluto con nuestra vida en la tierra y en la actualidad concreta. Es en cambio nuestra tarea a lo largo de toda nuestra vida: descender lentamente de las sublimes alturas para arraigar en la realidad singular por primera vez. No somos "reales" en el sentido de concreción, sino que tenemos que volvernos reales. La auto-realización, en el sentido de Jung de individuación, está así a enorme distancia de lo que este término sugiere normalmente: una especie de sublime auto-indulgencia, auto-expansión, un morar en y un desarrollo de los propios sentimientos, ideas, inclinaciones, habilidades privadas, etc. En cambio auto-realización es básicamente el movimiento hacia abajo de aterrizaje, el fundar nuestra existencia psicológica u ontológica en lo singular, el abrumar nuestro brillante idealismo mediante la realidad de la oscura sombra.

Vivimos en la abstracción del platonismo de nuestra tradición occidental y este platonismo está apoyando ante todo por, y celebrado en, las ciencias modernas. Aquí llega a su plenitud. Las ciencias construyen una red cada vez más estrecha de construcciones abstractas, y al hacer pasar sus resultados como el mundo efectivo, nos encapsulan más y más en una esfera platónica de esencias intemporales (leyes generales) y nos divorcian del mundo concreto, aún más de lo que ya lo estábamos desde el comienzo. La claridad de los descubrimientos científicos y el hecho de que nos permitan manipular tan exitosamente la naturaleza no cambia el hecho de que psicológicamente nos mantienen alejados e inconscientes de lo real. Ponen una niebla entre nosotros y el cosmos. La niebla es tan densa que somos empujados a pensar que no hay nada allí. No podemos verla como una niebla que esconde el mundo real.

Más próximos a casa encontramos en la misma psicología junguiana algo que se presta a un entendimiento platónico. Me refiero al acento en los arquetipos y los símbolos. Amplificando siempre las imágenes con vistas a llegar al significado arquetipal, uno por supuesto se aleja de lo real efectivo hacia las esencias intemporales, abstractas. Aún cuando mucho en Jung se ha interpretado como apoyando esta tendencia platónica, como podríamos llamarla, y aún cuando Jung no siempre parece haber sido el mejor intérprete de su propia visión, Jung entendió básicamente que con el modo platónico o esencialista de mirar al mundo no puede alcanzarse el mundo efectivo, la realidad actual del ser humano; de hecho, no sólo se los pierde, sino que se los aniquila activamente. Y por esto Jung propuso su idea de individuación como una especie de contra-programa para salvar el fenómeno efectivo, que siempre es un individuum ineffabile en un momento concreto. Esto, el individuo inefable debajo de la infima species de Aristóteles como la verdadera realidad, es a lo que aspiraba la idea de Jung de individuación.

En la psicología junguiana convencional, el empalme dialéctico entre lo arquetipal y la individuación se oscurece con la interpretación personalista de la individuación por un lado, y la interpretación platónica del arquetipo como arquetipo en sí mismo, por el otro. En la psicología arquetipal esta dialéctica se ha vuelto evidente. Fue el mismo movimiento que obligó a Hillman a acentuar lo "arquetipal" por encima de lo "analítico" o "complejo" en el nombre de esta psicología el que más tarde le hizo acentuar, como "psicología de las imágenes", la respuesta estética al rostro o imagen de mi situación concreta que se presenta aquí y ahora. La individuación no tiene que referirse a la individualidad personalista del ser humano, mi yo-idad. Va más allá de eso hacia una individualidad ontológica. Puede verse que detrás de la idea de Jung de individuación está el impulso a rescatar la individualidad en el sentido de la unicidad de la experiencia sensible, no intercambiable, como el constitutivo final de la realidad. Pero esta individualidad no es lo "meramente individual", separado de la profundidad o altura arquetipal de la psique, como ocurre en todas las interpretaciones empiristas y existencialistas de la individualidad.


La idea de Jung de la individuación de la humanidad y obras de su vida como Aion muestran cómo Jung enfoca la psicología del individuo en el contexto de nuestra época y los milenios de nuestra tradición. Por íntima e individual que pueda ser la terapia, en tanto que tal empresa íntima, es más que un asunto privado. La psicología se extiende hacia una dimensión cosmogónica y cósmica. Y puede hacer esto porque ya no es más el Fach (campo compartimentalizado de estudio, especialidad) científico que trata un compartimento de la realidad llamado "el interior del hombre" junto a otras disciplinas o ciencias que tratan todos los otros compartimentos, sino que ha alcanzado un nivel totalmente nuevo de consciencia en el que se ha vencido todo pensamiento compartimental. La psicología implica una posición muy diferente y fresca respecto al mundo como un todo, dejando detrás las posiciones científica y religiosa, al llevar sus contenidos, como un momento superado, consigo.


Nuestra situación es muy diferente de la del hombre antiguo. Este sólo tenía que vivir con el conocimiento de su muerte personal. Nuestra bomba, por contraste, mantiene la promesa de la aniquilación de todo el mundo habitable. Como tal es un símbolo, no del declive de esto o aquel contenido de consciencia o de este o aquel portador de consciencia, sino el símbolo de la decadencia del “mundo” entero, es decir, del nivel o constitución imperante de la consciencia como un todo. En cuanto tal, la bomba es nuestra única oportunidad real de un futuro verdadero.

Un futuro verdadero implica una apertura hacia un nivel enteramente nuevo de consciencia. Sin el declive de la consciencia presente ontológicamente estaríamos viviendo en el pasado. Por supuesto, pueden hacerse todo tipo de cambios y adiciones dentro de la antigua casa de la consciencia, pero de todos modos permaneceríamos encerrados en la antigua estructura para morir este otro tipo estéril de muerte que fue descrito por Nietzsche como la vida del último de los hombres:
"La tierra se ha vuelto pequeña, y sobre ella salta el último hombre, que lo empequeñece todo. Su raza es inextirpable como las moscas; el último de los hombres es el que vive más. "Hemos inventado la felicidad", dicen los últimos hombres, y guiñan los ojos..."

La psicología junguiana no está libre de la presencia del último de los hombres. Sólo tenemos que mirar a la inundación de publicaciones psicológicas que han aparecido en los últimos años para paladear abrumadoramente la vergonzosa autocomplacencia del último hombre. Todos estos libros parecen decir “Hemos inventado la felicidad, conocemos las respuestas”, y también guiñan los ojos. Vuelven todo pequeño y barato, incluso lo más sagrado, al inflarlo: Dioses, significado, símbolos, sueños, creatividad, individuación, arquetipos. Quisieran enjaularnos en el sentimentalismo y nostalgia de una disponibilidad consumista de los tesoros espirituales del pasado como si fueran drogas para crear algún tipo de “subidón” psicológico. Es penoso ver cuánto de la psicología es ilusorio. Pero en esta ilusión, que es la felicidad del último de los hombres, la bomba golpea como un rayo. ¿Qué otra cosa sino la temible bomba puede atravesar toda la caparazón en la que el último de los hombres se ha asentado, y traerle a casa el hecho de que lo que cree que es su felicidad es de hecho una muerte lenta, su momificación de por vida?


En la mayoría de las ciudades occidentales se han creado calles peatonales en los últimos diez o veinte años. Esto es ejemplar. ¿Cuál es la fantasía inconsciente o el deseo que se expresa en la necesidad de este cambio? En las zonas peatonales, la diferencia entre la acera y la calle ha sido nivelada y se ha prohibido el tráfico de coches y camiones. Los peatones quieren estar entre ellos, sin que les moleste el flujo de la vida autónoma, objetiva, de nuestra civilización tecnológica. Tal como el mundo de-uno-mismo-subjetivo-autocontenido de los egos humanos. Como lo viera Jung, las máquinas tecnológicas, los coches, los aviones, etc., son el equivalente psicológico moderno de los monstruos, dragones y otros animales del alma de la mitología antigua. Ahora el hombre quiere aislarse de los humos venenosos de nuestros dragones, el ruido y el hedor del tráfico. Psicológicamente se retira a la inocencia e inofensividad de una isla humana-demasiado-humana de los bienaventurados, de la cual la zona peatonal es un símbolo externo. Esto es más que una mera alegoría. Revela la fantasía dominante hoy, la fantasía dominante probablemente también detrás de gran parte de la psicología con su interés autista por la introspección, la auto-realización, el autodesarrollo, grupos de encuentros, experiencias pico, etc. En contra de este humanismo autocomplaciente, la bomba es el Portador de lo Inconsciente, en el sentido de Jung. Es una idea aduladora que lo inconsciente se manifieste primariamente en nosotros como nuestros deseos instintivos, sexuales, nuestras fantasías y síntomas. El verdadero inconsciente, como siempre, está afuera a nuestro alrededor. Hoy está en nuestra tecnología y en la condición económica del mundo. Aun cuando Jung dijo que el proceso de individuación tal como lo concibió no excluye, sino que incluye al mundo, la psicología hoy todavía tiene el mundo fuera de sí. La psicología es ciega y sorda respecto a las grandes situaciones de nuestra era. No tiene nada que decir del dinero, la banca, la economía; de los nuevos descubrimientos en las ciencias; de la industrialización, del desempleo y la distribución del trabajo. Todo ello permanece fuera de las premisas confortables de la psicología. Si “el hombre moderno está en busca de un alma”, entonces alma aquí significa el interior privatizado del individuo, separado del flujo principal de los acontecimientos.


En 1993, en desafiante “Matanzas”, Giegerich advirtió:

Por más de dos mil años el alma ha cerrado este acceso a la efectividad para sí misma, hasta ahora su único acceso. Desde entonces la humanidad occidental ha vivido de sus reservas, de los restos de los recursos de significado generados en eras anteriores. Al haber abandonado el sacrificio, no tenemos modos de reponer aquellos recursos. A medida de que estos recursos se agotan más y más, la humanidad inadvertidamente ha derivado hacia la irrealidad y la abstracción. La irrealidad es absoluta en tanto aparece en el disfraz de su opuesto: "la realidad positivista”. A menos que el alma halle algún modo distinto de la matanza sacrificial para general verdaderamente y alcanzar la realidad, no puedo ver cómo pueda la vida volver a arraigarse en un significado real y no tan sólo en un sustituto falso; cómo podría la humanidad verdaderamente volver al mundo y bajar a esta tierra, transformando el mundo en un mundo humano. Creo que hay ese acceso a la realidad fundamentalmente distinto, pero aún está ausente, todavía yace en el futuro. Quizás se lo encuentre antes si estamos dispuestos a admitir que es un eslabón perdido (ausente), y a sufrir sin compromisos la vaciedad, la falta de sentido y la irrealidad que implica su ausencia.

Y en su apéndice, en la Respuesta a Hillman, aclaró:

Esto me lleva al uso de “Dioses” en la psicología arquetipal. ¿No podría ser que si se aplica el “ver a través” propio de la psicología arquetipal a los productos de la misma psicología arquetipal se descubra que alguna de sus interpretaciones no tienen el status de “verdad implacable”, sino que pertenecen a un tipo de mundo Disney? ¿Que los “Dioses” vistos por algunos psicólogos en los fenómenos de hoy son como pegatinas puestas sobre los fenómenos más que una automanifestación de los Dioses en o a través de los fenómenos? Creo que este es el caso. Mucho del discurso sobre los Dioses me parece directamente ilusorio. Los fenómenos de la vida son semejantes a lo largo de las eras. Debido a las analogías formales es fácil interpretar los fenómenos de nuestro tiempo en términos de los Dioses que los griegos habrían visto en ellos. Pero para hacer esto uno tiene que sacar los fenómenos de hoy del contexto moderno actual que los informa y darles un status enteramente distinto.

¿Es tan inverosímil pensar que la psicología con su acento sobre las imágenes es un partícipe inconsciente, y de hecho un contribuyente, del poderoso movimiento de la humanidad occidental hacia el mundo artificial de la publicidad, los museos, los espectáculos, el turismo, Disneylandia, la realidad virtual, sólo que de un modo mucho más ennoblecido y en un nivel más elevado intelectualmente?

En 1996, en su "El error básico de la psicología”, Giegerich insistía en que:

la psicoterapia no es una profesión de ayuda en el sentido usual de la palabra. Su propósito no es corregir, curar, mejorar, ya sea el mundo o la gente individual. Tales intenciones son deseos subjetivos que surgen de nosotros como ego personalidades. Por supuesto, no hay nada malo con tales objetivos. Son muy naturales y muy humanos. Y con frecuencia la psicoterapia tiene de hecho un efecto curativo. Pero como ya el mismo Freud advirtió, el efecto curativo es un mero producto colateral (si bien deseable) del trabajo analítico, no su objetivo inmediato. El objetivo inmediato de la psicoterapia es el “análisis”, esto es, obtener conocimiento, hacer justicia a los fenómenos psicológicos penetrando en su núcleo más profundo y comprendiéndolos. Así, aunque los deseos de curarnos, de liberarnos de los síntomas, de mejorar y de crecer son legítimos intereses, no son las metas dadas para el proyecto llamado psicología o psicoterapia. Si, como dice el título de un libro, hemos tenido cien años de psicoterapia y el mundo va peor, ¿acaso había que esperar que fuera mejor? Y lo más importante, ¿sería tal expectativa una expectativa psicológica? No. La psicología no tiene que ver con mejorar el mundo, ni con la esperanza o con la desesperación. Tiene un trabajo que hacer. Este es su compromiso. Aquél que desee entrar en el campo de la psicología debe por ello cruzar un umbral, el umbral que separa nuestros sentimientos, necesidades y deseos de la intencionalidad “objetiva” que es propia de la psicología.

Las ideas que he bosquejado brevemente, demasiado brevemente, hablan inmediatamente al alma; cosmos, anima mundi, animar el mundo. Sencillamente se sienten bien. Evocan profundas anhelos y contienen una preciosa promesa. El único problema con ellas, creo, es que son psicológicamente anacrónicas o atávicas, tan regresivas como la idea del Concilio Mundial de las Iglesias de hace unos años de Salvaguardar la Creación. Y es por esto por lo que incluso se apartan las necesidades psicológicas reales de hoy y nos tientan a alejarnos de la situación real del alma. ¿Puede una conciencia que ha pasado por el proceso de cristianización regresar a una idea del mundo, la tierra, la naturaleza como un sitio del alma, un sitio de significación teológica o metafísica? El propósito mismo del cristianismo es vencer este mundo, y el anhelo más profundo del alma cristiana es de un mundo nuevo. El Cristianismo ha sido verdaderamente un acontecimiento incisivo en la historia del alma occidental. Con él, el velo del templo fue rasgado “de arriba abajo; y la tierra tembló y las rocas se desgarraron” (Mateo 27:51). Esto implica una revolución de la conciencia. Más que una revolución de la conciencia -ha ocurrido un cambio real, un corte real. No hay camino de regreso, así como hay camino de regreso detrás de la pubertad hacia la inocencia de la infancia, o detrás de la Reforma y la revolución francesa hacia un marco mental verdaderamente medieval. Por supuesto, siempre podemos repudiar lo que ha ocurrido, negar su realidad. Podemos fingir que lo que ocurrió no fue de hecho un acontecimiento psicológico tan real como un terremoto, sino tan sólo una falsa opinión o un sistema de creencias engañoso de nuestra parte, una visión humana de las cosas equivocada, nuestra falta de respeto por el planeta tierra. Las falsas opiniones o actitudes pueden corregirse más o menos a voluntad. Pero tales argumentos son excusas. Mediante ellos podemos, ciertamente, jugar a la “Edad Media” o incluso al “paganismo” de un modo semejante a cómo los veteranos de guerra vuelven a jugar las batallas de la Guerra Mundial. Esto siempre es posible, pero más que un pasatiempo es una huida.

Después de este cambio no veo cómo uno puede aún seriamente albergar la idea de un anima mundi. Esta idea es una verdad arquetipal, sin duda. Pero es una verdad que tiene su lugar legítimo en las culturas antiguas. Es parte de la psicología histórica. En nuestro mundo es sólo una ilusión, una expresión de nostalgia. Me temo que para la psicología no tiene más que el status lógico que tienen las telenovelas para las masas -y uso una comparación provocativa. Podría ser que la tarea psicológica que llamamos el magnum opus permanezca igual a través de las eras. Pero lo que obviamente no permanece igual es el nivel en que se plantea la tarea para nosotros. El cristianismo catapultó la psique hacia un nivel muy diferente, y es en ese nivel en el que la psique actualmente está donde tenemos que enfrentar nuestro magnum opus. Hoy la psique ya no está en el nivel de la antigüedad y de la psicología pagana.

Por supuesto, no debiéramos conectar ningún juicio de valor con esta observación. Si este cambio es bueno o malo es irrelevante, en tanto que es real. Ocurrió, y así la situación cambió totalmente. De modo que pareciera psicológicamente equivocado tratar de re-animar directamente el mundo, así como así, o esperar experimentar de nuevo la naturaleza como divina. Sería una nueva representación nostálgica de una situación psicológica histórica. No puedo ver cómo podríamos aspirar a una nueva cosmología, una nueva re-mitologización de la naturaleza. Y tampoco necesitamos una nueva mitología o psicología de la naturaleza. ¿Por qué? Porque ya tenemos nuestra psicología de la naturaleza. Nuestra real y legítima psicología de la naturaleza se llama física, un término que aquí incluye todas las ciencias naturales, así como nuestra psicoterapia real de la naturaleza o del mundo se llama tecnología. El trabajo psicológico que la tiene física en tanto psicología moderna de la naturaleza es demostrar que no hay nada divino en la naturaleza, no hay elfos, ninfas o espíritus. La naturaleza no es sino una especie de máquina, un sistema de leyes formales abstractas. Esta es la verdad del alma cristiana respecto a la naturaleza. Por lo tanto jugar al cosmos animado en contra del universo abstracto de la física no ayuda al alma; contribuye a la escisión neurótica, que prevalece en nuestra situación moderna. Poner la psicología y la psicoterapia en contra de la física y la tecnología, tan solo porque la física y la tecnología no satisfacen nuestras antiguas ideas de lo que tiene alma y qué no, ideas desarrolladas previamente cuando la psique estaba aún en un nivel muy diferente, es un acto de escisión. El alma ha emigrado del cosmos y se ha mudado al universo. Y, según parece, no lo ha hecho sólo como una broma o por error. Por lo que respecta al mundo natural, toda la pasión del alma parece ir hacia la física y la tecnología. Aquí es donde está la verdadera acción. Y parecería un grave error psicológico denegar el predicado de psicológico o emotivo (soulful) a aquello que está movido por tanta pasión del alma. Por supuesto, no deseo sugerir que el mundo tal como nos lo presenta la física es emotivo y animado en el mismo viejo sentido de la palabra, y no quiero que aspiremos a descubrir este viejo tipo de animación en la física, porque estoy de acuerdo que no puede encontrarse allí. Esta es la cuestión misma: que el significado mismo de alma y de emocionante ha cambiado. El alma ya no está donde estaba una vez. Y por doloroso que sea, nuestra trabajo es seguir poner a juicio nuestro pensamiento y adquirir una nueva definición de lo que es animado y reconocer la física y la tecnología como partes inalienables de nuestro trabajo en el alma. Esto exigiría que nuestra consciencia se someta a una revolución con respecto a sus categorías y que aprendamos a ver el alma donde menos lo esperamos y hasta ahora hemos detestado verla. ¿De qué otro modo podría vencerse la escisión neurótica? ¿De qué otro modo podría restituirse lo que por tanto tiempo ha sido mantenido separado del alma? Pero nos aferramos a la vieja idea de animación y por tanto negamos necesariamente la visión de la física de la naturaleza como expresión legítima del trabajo del alma hoy, insistiendo en cambio en una nueva cosmología, una nueva concepción de la naturaleza en términos del anima mundi. Y con ello profundizamos la escisión y repudiamos una parte esencial del magnum opus de hoy.

En mi visión el camino hacia el anima mundi está cerrado. La naturaleza está “acabada”, al menos en cualquier sentido psicológico, teológico o metafísico, y que esté “acabada” es el sentido mismo del mensaje que nuestra psicología de la naturaleza, la física, tiene para nosotros. En la medida en que el intento de re-mitologizar y re-animar la naturaleza fue un alejamiento del acento de Jung en la individuación, ¿simplemente regreso ahora con mi crítica del alma del mundo a la misma psicología de la individuación que los colegas junguianos preocupados por el mundo intentaron abandonar? Me temo que la idea del proceso de individuación, si se la examina críticamente, resulta pertenecer tanto a la psicología histórica como la psicología del anima mundi. Hoy la vida real de la psique no está en el proceso de individuación. Está en otra parte. El status lógico de la individuación es que ella está psico-lógicamente obsoleta, es verdaderamente cosa del pasado. Esto no significa que el proceso de individuación no exista o no ocurra más. Sólo significa que incluso cuando y donde ocurre, junto con la experiencia profundamente satisfactoria del significado, ocurre sólo desconectado, separado de lo que psicológicamente está de verdad aconteciendo en nuestra era y suspendido dentro de esa burbuja autocontenida que llamamos nuestra psicología personal.


El proceso de individuación está totalmente desconectado de lo que realmente está ocurriendo. El magnum opus del alma hoy no es la individuación, sino la globalización. Y globalización significa la eliminación de la identidad personal como algo de propio derecho y el sometimiento lógico de todo lo individual bajo la única gran meta abstracta del máximo beneficio: la ganancia debe aumentar, pero yo debo decrecer. El proceso de máximo beneficio (junto con la necesidad de que tanto compañías como individuos se erijan en competición global) provoca la sujeción de todo en la vida, y en verdad del Ser, bajo la lógica del dinero. Aquí se vuelve necesario recordarles que con estas afirmaciones no estoy dando mi programa. No estoy describiendo lo que pienso que sería bueno y correcto y deseable y debiera hacerse. Meramente intento formular el programa o la lógica inherente en el poderoso movimiento “autónomo” del alma.


No hay razón a priori por la que lo arquetipal, el magnum opus deba aparecer en la privacidad de la sala de consulta o en alguna otra vasija alquímica, y por la cual no podría tomar lugar en el mundo ahí fuera, en lo que pertenece al dominio público. Aquí quisiera introducir una frase acuñada por Goethe: “das offenbare Geheimnis”, “el misterio evidente o llamativo”. Lo que Goethe tenía en mente no era un misterio o secreto que había sido revelado. Quería decir algo que aún cuando es de conocimiento público permanece siendo un misterio. Acaso uno podría decir que precisamente porque está en las candilejas no se lo reconoce como un misterio; se vuelve la Piedra rechazada por los constructores. El carácter de misterio se ve oscurecido porque el fenómeno es tan exotérico, tan manifiesto. Lo exotérico es la mejor ocultación, el mejor escondite del misterio esotérico del alma. Esto es análogo a la visión de Jung de que el ego, que pretendida y ficticiamente es lo mejor conocido y lo mas evidente, es en realidad un insondable cuerpo oscuro (OC 14:129) En efecto hay buenas razones para creer que ha habido un cambio fundamental en la historia del alma.

El proceso de individuación como un todo pertenece a la psicología histórica, arqueológica. Sus imágenes no son irreales, pero representan la realidad del pasado, de lo que habiendo estado una vez al frente de la vida, es ahora histórico en nosotros. Las imágenes no representan la realidad del presente. toda nuestra psicología personal con todos nuestros sentimientos de significado es "historia hundida”, son las reales condiciones de vida de eras anteriores, colapsadas o condensadas e interiorizadas . al insistir porfiadamente en nuestros sentimientos de profundo significado evocados por la experiencia de individuación, nosotros en tanto que gente moderna, estamos por así decirlo jugando a ser “chamanes africanos” o “brujos” -sin admitir sin embargo que estamos meramente representando estos papeles. En un sentido somos como turistas que contemplan un espectáculo de danza tribal o una sesión chamánica, y como estamos profundamente conmovidos por ello en nuestros sentimientos personales, tomamos este sentimiento como marca de verdad, cerrando nuestros ojos al hecho de que estamos presenciando una mera atracción turística. Ciertamente, este espectáculo es la exhibición de una antigua verdad, pero esta exhibición misma no tiene ya más el status de verdad .


La psicología es incapaz de ver el opus magnum de hoy, el opus del máximo beneficio, como el opus magnum del alma de hoy ( o más bien como una fase, la presente, de ese opus en curso). La psicología siente que tiene que despreciarlo como un desarrollo equivocado, tiene que negar su origen en el alma, negar que es la forma presente de la vida simbólica del alma. ¿Por qué? Debido al error básico de la psicología, que es que opera con (y dentro de) la oposición de “individual” y “colectivo”. La poderosa dinámica de máximo beneficio en el contexto de la competición global no es ni individual ni colectiva (un término que hablando estrictamente no denota nada más que un tipo de plural de “individual”, en todo caso. Denota una “colección de individuos”). Esta dinámica no tiene nada que ver con la gente, es de un orden completamente diferente. Es la lógica de nuestra realidad, la lógica o la verdad en la que estamos (sin tomar en cuenta si somos sólo las aturdidas víctimas de este proceso o, en tanto que administradores en la industria o cosas afines, somos participantes activos y contribuímos a ella) Por supuesto, “lógica” no en el sentido de la Lógica formal abstracta. Lo que quiero decir es una lógica concreta, una realidad, una dyamis: psico-lógica. Es el movimiento real del alma; es la vida del alma, que es vida lógica

La miseria de la psicología es que se ha perdido la capacidad de afrontar las cuestiones (serias, profundas y urticantes) que Giegerich expone con su característica claridad. La miseria de la psicología consiste en que la dinámica que rige al mundo hoy haya devenido inadvertida e incomprensible para los mismos psicólogos, quienes aquejados de una total falta de sensibilidad para la historia y para el presente, se vuelven hacia un interior “individual” en el cual recontarse los mitos, las leyendas y los cuentos de antaño, a fin de vivir como si nada importara, como si lo anímico fuera una sustancia permanente, o un objeto inmodificable, e insistieran en dotar de significado individual a una existencia siempre librada a y determinada por esa misma desarrollo histórico-lógico, no sólo inexorable, sino también misterioso. No advierten que el misterio ya no habita dónde una vez habitó, y que los antiguos símbolos, las remotas leyendas y los cuentos infantiles son cáscaras por las que ya no circula la lógica que mueve al mundo.

Es así como la misma “psicología profunda” inadvertidamente cava su propia tumba para ser suplantada por la mucho más eficaz “neurociencia” o diluirse ante la oferta de “soluciones” eficaces y pragmáticas a los “trastornos individuales” en un supermercado terapéutico. Al fin y al cabo en todos estos casos se deserta del alma y se propugna una inmediatez no reflexiva (lo “interior” o lo “exterior”), no psicologizada, no interiorizada hasta sus últimas consecuencias. La “profundidad” deviene así una metáfora “superficial” para una interioridad contenida en unaexterioridad inexorable, impasible, supuestamente inacccesible al logos de la psique

(Esta entrada fue posteada en mi blog personal en marzo de 2008. Si bien podría reformular algunas cosas escritas en ella, he preferido dejarla tal como se publicó, porque aún sigue teniendo vigencia).

domingo, 5 de junio de 2011

El universal individual


Un momento histórico tiene su verdad implícita, y el papel de la filosofía es hacer explícita esa verdad. La filosofía no es sino el espíritu de su tiempo expresado en conceptos. El concepto tiene que ver con la verdad, es concebir la verdad, concebir la verdad de una etapa, o la verdad de un momento histórico. ¿Qué diferencia habría entre la filosofía y la historia? Que la filosofía cuenta lo que la historia dice implícitamente en los hechos. La filosofía se produce por la actividad de muchos individuos, pero en la filosofía no cuenta el individuo, sólo cuenta la verdad. Un individuo entra en la filosofía sólo en la medida en que ese individuo, en tanto que filósofo y no que individuo particular, se ha elevado a lo universal. Pensar es permitir que a través del pensamiento se exprese el pensamiento viviente en la historia.

Es como el artista. En la obra de arte a través del artista se expresa también la verdad de un tiempo. ¿Pero quién es el artista? ¿Cualquiera que ponga pintura en una tela es un artista, cualquiera que combine sonidos es un artista, cualquier arquitecto es un artista? ¿Una novela best seller es expresión de la verdad de su tiempo, como el Fausto de Goethe por ejemplo, o el Don Quijote o el Ulises o El guardián en el centeno?

En realidad a la obra ni siquiera la pare el autor. La obra la elaboran el autor y todo el espíritu de su tiempo. La obra, si es una gran obra (magnum opus) , nunca es expresión de un individuo particular. La obra ha surgido del espíritu del tiempo y del individuo a través del cual ese espíritu encuentra su vocero. La obra es producto de un nivel cultural, de un nivel de desarrollo de la conciencia. En realidad la obra es expresión de la conciencia misma, de la conciencia de ese tiempo.

Para el espíritu el individuo como individuo particular no cuenta, cuenta como individuo universal. Y el individuo universal y el espíritu son los mismo. Por lo tanto, es un error pensar que la obra es la obra de su autor. Es la obra de su autor y de su tiempo y de su medio y del estilo de pensamiento al que el autor -aún sin reconocerlo- pertenece y se expresa en él. Un filósofo no crea su filosofía, la filosofía se expresa a través de un pensador y de todo el ambiente de su época, y en realidad se expresa como respuesta a los problemas que la misma filosofía había dejado abiertos.

El concepto de individuo universal no es el concepto de individuo que tenemos nosotros, el individuo aislado y abstracto que produce algo que es genial y que aparentemente salió como un hongo de la nada; no, es a través del artista que el espíritu de su tiempo y los problemas de su tiempo se expresan. Por lo tanto, no se puede separar al individuo de su momento histórico, de su ambiente cultural, de las cuestiones que bullían en el aire para el cual el creador tiene antenas que le permiten -incluso sin que él se de cuenta- dar voz a eso que no es de él. Él pone su sello individual, pero eso es parte de la creación, la obra se crea a través del creador.” (…)

Para leer el texto completo de esta transcripción por Ale Bica de la última clase del curso Hegel y la psico-logía, dada por E. Eskenazi en julio de 2010, picar aquí


viernes, 3 de junio de 2011

La desaparición de la psicología


En su interesante artículo sobre la psicología a lo largo del S. XX, incluído en “El legado filosófico y científico del s. XX”(coord. por Manuel Garrido, Luis M. Valdés y Luis Arenas, ed. Cátedra, pp. 821-840), y refiriéndose a las últimas décadas del siglo XX, Julio Seoane alude a “la sólida impresión de que nunca la psicología estuvo tan carente de fundamentación teórica o de conocimiento riguroso, junto con el convencimiento de que tampoco nunca ha tenido tanto éxito y penetración social en todo tipo de instituciones públicas y privadas de la vida social” (p.840)

La psicología se está disgregando en una cantidad de técnicas difusas para resolver “problemas” específicos, en una fragmentación que, como escribe Seoane, “da prioridad a los problemas de urgencia social frente a los desarrollos sistemáticos, y esto hace que aparezcan una multitud de disciplinas o especializaciones con nombres nuevos y fundamentos imprecisos, como la psicología política, la psico-oncología, la psicología de las adicciones, la psicología de la seguridad vial, la psicología de la familia o la psicología de género, unos pocos ejemplos de una serie interminable. Esto produce una fuerte dispersión de los estudios, una endogamia de los investigadores y un olvido generalizado de las fuentes originales de la psicología. La fragmentación va acompañada de una multiplicación exagerada de las revistas, publicaciones, asociaciones.... un consumo con frecuencia inútil de recursos institucionales, humanos y económicos, y el consiguiente deterioro de la calidad intelectual” (p. 837)

¿Qué significa esta carencia de fundamentación teórica, y lo que es aún más problemático, la indiferencia por parte de los psicólogos a todo intento de fundamentación, así como el deterioro de la calidad intelectual?
Posiblemente la muerte de la psicología, “o al menos su disolución como ciencia singular, combinándose con otras disciplinas como la neurofisiología, la lingüística y otras” o acaso “su configuración definitiva como un conjunto heterogéneo de ideas reunido con la finalidad de consumo en una cultura de masas” (p.840)

Esto ocurre también dentro de la llamada “psicología profunda” (que tiene su origen en el psicoanálisis de Freud) y en la “psicología analítica” (la psicología de C. G. Jung). Es importante recordar aquí el comentario de W. Giegerich, uno de los pocos -si no el único- psicólogos preocupados en fundamentar la psicología analítica, cuando escribe:

Como un observador de lo que hoy está ocurriendo, he de admitir que esta confianza mía es una confianza ante la desesperación. ¿Es que hay todavía alguna oportunidad para la psicología analítica? ¿Siguen siendo el pensamiento, la mente, el alma de la psicología analítica, o acaso nuestro campo (que sin duda ya está en el negocio de vender “alma”) ha perdido su propia alma -“desperdiciando [su] herencia psicológica”? Ciertamente, no todos en la psicología tienen que ser pensadores serios. Uno puede ser un buen practicante sin tener que ser un intelectual. ¿Pero qué significa para un campo si no valora el intelecto, ni considera como su preocupación fundamental producir una nueva generación de intelectuales? ¿Cuánto puede valer y sostenerse como tal campo antes de tener que echárselo a los perros, si carece de ideas intelectuales?


¿Y acaso la psicología analítica no se ha vendido en el mercado a la popularidad? ¿No ha descendido hasta llegar a ser nada más que un proveedor de servicios, un proveedor de servicios de salud, por un lado, y por el otro, de la gratificación de las necesidades emocionales y “espirituales” (las necesidades del ego)? Si uno mira lo que están publicando los junguianos en general y lo que se enseña en los institutos de formación junguiana, uno se ve impresionado por la mezcolanza sincretista de ideas y técnicas que brotan de todo tipo de fuentes heterogéneas. Pareciera que casi todo vale y da lo mismo. Y cualquiera que tenga una licencia como analista se siente autorizado a dar opiniones, que son como libres asociaciones sobre lo que se le antoje. ¿Dónde está la autoridad interior del campo que pudiera darle su medida y su identidad, una autoridad que sería el equivalente de lo que en la vida moral del individuo se llama conciencia? Parece que hoy sólo hay tres autoridades que rigen en el campo de la psicología analítica, y todas las cuales son falsas. Está en el campo de la psicología analítica la autoridad de Jung y lo que enseñó (el concepto dogmático de autoridad), está la autoridad de “lo que vende” (lo que vende tanto en el mercado o lo que vende tanto para el junguiano individual personalmente), y luego está desde afuera la autoridad burocrática de las normas legales y los reglamentos de las sociedades de profesionales, la autoridad de los requerimientos mecánicos de “cualidad de material” o de planes ciegos de evaluación, o de revisiones de colegas, de comités éticos, etc. Esta tercera forma de autoridad no se limita a la psicología; por el contrario, su extensión es poderosa, e incluso abrumadora en la sociedad a gran escala, una tendencia que por un lado aspira a minar sistemáticamente toda responsabilidad personal ética e intelectual, y por el otro lado, el respeto por la mente, y a reemplazarlos a ambos con mecanismos estandarizados de control, en otras palabras: es la victoria final del fascismo, no en una forma cruda y literal, sino en una forma refinada, sublimada. Ciertamente, hay motivos para desesperar.
Pero entonces, teniendo en cuenta la naturaleza de las respuestas de alto nivel que se han dado a mi ensayo y de la recepción que obtengo a partir de esta revista y de su editor, también puedo decir que mi confianza mencionada en el proceso del pensamiento se sigue alimentando.”


Y en un artículo de su libro recientemente publicado (
“The Soul Always Thinks", vol. 4 Collected English Papers - "El Alma Piensa Siempre", vol. 4 de los Artículos en Inglés Reunidos”), Wolfgang Giegerich escribe:

“El problema surge cuando lo que es (también) inherente en la lógica de la psicología, es decir su carácter confesional “subjetivo” se toma como una licencia para que el ego se gratifique en su subjetividad con todas sus idiosincrasias, defectos, y necesidades y deseos personales. Yo diría que este problema es el estado normal de la situación de la psicología junguiana. Para aquellos que se vuelven o son junguianos, la psicología usualmente está al servicio del propósito de autogratificación, autocomplacencia. Es un ego-trip. La gente que entra en la psicología junguiana o en la arquetipal en su mayoría se siente atraída por ella porque esperan que les proporcione consuelo para su profundo descontento con el mundo moderno, con las enormes exigencias intelectuales que plantea a cualquiera que participe en él, con la abstracción de la vida moderna, su vacío religioso y metafísico; y porque en segundo lugar puede ofrecer significado, un tipo de sistema de creencias, una ideología, y servir así como un sustito de religión; y en tercer lugar puede ofrecer todo ésto inmediatamente, sin mayor alharaca, porque se piensa que cada persona ya lleva dentro suyo todos los tesoros deseados. Respecto a este sistema de creencias, uno ni siquiera tiene que someterse a artículos de fe fijos que tuvieran que estudiarse a fin de entenderlos adecuadamente. Y no se tiene que creer realmente en nada, en el sentido de una creencia vinculante con consecuencias prácticas. Al contrario, todo lo que requiere es

(a) experimentarse uno mismo y experimentarseuno mismo o bien

(b) complacerse en imágenes, mitos, símbolos.

En última instancia todo lo que se experimente vale, como vale cualquier imagen, cualquier mito. No hay criterios de verdad. No se requiere trabajo duro, ni disciplina, ni inteligencia. Bellas imágenes y algunos mantras toman el lugar del pensamiento. Una tierra intelectual de Cocaína que vuelve rápidamente disponible el significado mientras uno duerme (¡los sueños!) y que, para la mente en vigilia, tiene en reserva mucha comida-rápida (fast-food) intelectual y comida sentimental para bebés. Este tipo de psicología abastece las necesidades emocionales e ideológicas de las gentes.”

PS: El fragmento anterior ha sido recibido con disgusto y con comentarios despectivos por supuestos "psicólogos analíticos" que, sin embargo, no han sido capaces de ofrecer un sólo argumento para objetar la descripción de Giegerich. Esa misma carencia de argumentos contribuye al estado lamentable de la psicología y a su inexorable desaparición.

sábado, 28 de mayo de 2011

Más allá de la psicología

Más allá de la psicología, hay otros discursos que no pretenden ser psicológicos (pero que pueden ser afrontados psicológicamente) y que son interesantes por su inteligencia, su honestidad, y su evidente aspiración por la verdad: por dar qué pensar y no pretender ofrecer las respuestas que abrevien esa búsqueda. Ese es el caso del escritor Eduardo Galeano, cuyo discurso llega a una profundidad que un Punset no podría nunca soñar ni sospechar. Es la diferencia que hay entre amar desinteresadamente una profesión (de la que se hace una “profesión de fe”), y usar una profesión (ahora sólo como un oficio que uno "elige" para satisfacer ciertos intereses personales, entre ellos para ganar audiencia y de paso difundir un enfoque chato de los grandes temas y preocupaciones actuales y acallar todo pensamiento ofreciendo ya supuestas respuestas "últimas" y por ello "tranquilizadoras" -como que "el alma está en el cerebro"- o que la ciencia es la "última" palabra)

Recomiendo ver con atención esta entrevista muy reciente al Galeano, y sobre todo seguir sus reflexiones, sus metáforas, su pensamiento.. independientemente de si uno está de acuerdo o no con esas ideas. Lo importante es de lo que hablan, y desde dónde se lo está hablando... La entrevista es en castellano.






sábado, 21 de mayo de 2011

Momentos de una discusión sobre el pensamiento de Giegerich


En un blog se publicó un comentario despreciativo sobre la psicología de Giegerich que, a mi juicio, revelaba no sólo una pésima comprensión del pensamiento dialéctico de W. Giegerich, sino también ponía de manifiesto una colocación absolutamente inadecuada para acceder a ese pensamiento.
La discusión en su totalidad puede verse picando aquí.

Lo que ahora me interesa destacar es lo atinado de la respuesta que Josep Vila dio a un participante, respuesta que a su vez puede servir de aclaración y de introducción al pensamiento de Giegerich y que por ello reproduzco a continuación. Para evitar la referencia a nombres concretos, llamo "XY" al participante en cuestión:



Un comentarista, llamémoslo XY, dice:


16 mayo, 2011 - 18:55

Muy buen artículo.

Por otra parte, no leí toda su acalorada e intelectualmente barroca discusión, aunque desde ya se nota una importante cuota de afectación en la polémica. He leído los artículos de Giegerich publicados por E. Esquenazi en su excelente pagina y, realmente, sigo sin comprender de donde nace por parte de un profundo lector de Jung como parece ser Esquenazi, la evidente admiración por este pensador que (al menos en mi interpretación de los textos mencionados) no veo que demuestre nada brillante fuera de lo que parece ser una poco disimulada ansia por ser reconocido como el genio que movió los cimientos de la psicología analítica, abriendonos los ojos encegecidos por la ilusión del viejo paradigma. Y digo esto no solo porque me resulta asombrosamente obvio en la retórica virulenta y arrogante del autor, sino porque sus grandes criticas parecen sostenerse sorprendentemente en un desconocimiento profundo del sentido de la obra de Jung (del que curiosamente dice considerarse sucesor), cuando no en una serie de postulados que repiten patéticamente muchos de las errores del positivismo más míope, desnudados por la propia obra de Jung. Hay, incluso, mentiras explicitas o errores groseros en la interpretación que Giegerich hace de ciertos aspectos de la teoría junguiana que hacen pensar si este pensador comprendió realmente a su “maestro” o profundizo lo suficientemente en su obra antes de apoyarse sobre lo que sabía o creía saber de esta para elevarse sobre ella en la postura de un genio innovador. Sobretodo porque, fuera de su falsamente grandilocuente crítica, esta autor no parece haber aportado o hecho otra cosa más que volver a las perspectivas psicologicas del materialismo más vulgar y a la soberbia más evidente del ego autosuficiente del hombre moderno.
Verdaderamente, y aunque los textos de Giegerich proporcionados por Esquenazi sigan siendo material interesantes desde algunos aspectos concretos, en su función primaria de crítica a la obra junguiana solo pueden parecerme un lamentable ejemplo de engreímiento intelectual, pero sobretodo ignorancia.


Enrique Eskenazi dice:

17 mayo, 2011 - 14:26

El Sr. XY dice que Giegerich no entiende a Jung o que incluso miente, pero se ahorra mencionar exactamente POR QUÉ (citando textos, aun mucho mejor) ni expone esas “mentiras”. Eso, lógicamente, no da pie a ninguna respuesta. El piensa lo que piensa sin mostrar nada que respalde su pensamiento. Yo, en cambio, puedo señalar cada frase de Giegerich y qué la fundamenta y en qué se basa. Claro, esto sólo si hay disponibilidad a entender su pensamiento, y no simplemente a rechazarlo porque “a uno no le gusta”. Así no se piensa, no se argumenta, no se desarrolla nada. Sólo opiniones, hasta ahora completamente infundadas. Por último aclaro que a mí no es Giegerich quien me fascina, sino la verdad. Y estoy persuadido de que hay verdad en el pensamiento de Giegerich, porque entiendo y comparto plenamente sus razones. En cuanto a “conocer la obra de Jung”, dudo mucho de que alguno en esta cadena la haya estudiado y analizado con la profundidad, el amor, la dedicación y la atención que ha mostrado Giegerich en más de cuarenta años de publicar artículos, libros y ensayos poblados de razones, pruebas, citas y argumentos. Seré amigo de Jung (o de Hillman o de Giegerich) pero aún más amigo de la verdad

XY dice:
19 mayo, 2011 - 16:10
Sr. Eskenazi, lo que usted me solicita es la densa tarea de ponerme a desarmar, punto por punto, el aparato teórico de los textos de Giegerich para exponer todos los errores, falsedades y falacias mencionados. Yo no lo considero un autor lo suficientemente relevante como para que merezca tal puntilloso tratamiento. Sin embargo, si usted me lo pide, en aras de la simplificación (y de mi tiempo), le señalaré algunos de los puntos que me parecen más importantes, tomando como referencia el texto “Es profunda el alma?” en donde Giegerich expone algunas de sus posturas más radicales con respecto a la psicología analítica:
1)Toda la discusión sobre si el alma es o no “profunda” es estéril, partiendo del punto de que Giegerich está literalizando una forma simbólica. La “profundidad” del inconsciente es una metáfora, un símbolo imaginativo para representarlo (al respecto, recomiendo ver Patrick Harpur “El fuego secreto de los filósofos”, Cap V). El “mundo del alma” se expresa en formas simbólicas, sean profundas o altas, pero no es por si mismo alto o bajo ya que estas son propiedades del mundo físico, no del mundo del alma. Aunque se pueda establecer relaciones de significado o interdependencia entre el mundo de los fenómenos físicos y el de los fenómenos psíquicos, reducir una dimensión de la realidad a la otra o fundirlas negando la diferencia entre ambas es una falacia que va en contra de la propia experiencia fenoménica (por esto creo que la frase de Raúl Ortega “no se trata de creer en la gravedad por leer a Newton, sino por caerse de culo” no es desafortunada ni poco rigurosa argumentalmente sino de hecho bastante precisa). (al respecto de la discusión sobre las superficies y las profundidades de lo real, recomiendo Ken Wilber, “Sexo, Ecología, Espiritualidad”, Cap. IV).
Aun cuando se pretenda, desde un punto de vista puramente idealista (o junguiano en el mejor sentido), considerar la totalidad de las experiencias como fenómenos psíquicos, y llamar a esta totalidad “alma”, dentro de esta experiencia psíquica no podríamos negar (sin caer en la más rotunda miopía) la diferenciación de los estados en que está experiencia se presenta: a saber, como mundo físico sensible y mundo mental no sensible (sentido o simbolizado como “interior”). Estaríamos entonces frente a un simple problema de terminología, y no fenomelógico.
Por lo tanto, la siguiente frase de Giegerich, parte de un desconocimiento o malinterpretación del pensamiento junguiano, y simplemente no es cierta:
“Mientras que dentro de la psicología el alma era omniabarcadora, la psicología misma fue planteada como limitando con, y totalmente rodeada por, un otro externo: la realidad “real”.”
Jung tenía ciertamente en claro la naturaleza primariamente psíquica de la experiencia fenoménica (“A los que creen haber dicho algo empleando la palabra “materia”, conviene hacerles reflexionar que lo que han hecho es sustituir la X por una Y, y que nos hallamos en el mismo punto en que nos hallábamos antes” “Recuerdos, Sueños, Pensamientos”), pero no por eso confundía los datos empíricos o era incapaz de diferenciar la fenomenología del alma de la del plano de los fenómenos físicos. La postura de Giegerich es una confusión que simplifica al extremo y quiere retrotraerse por medio del pensamiento lógico-analítico a una postura de no-dualidad (aunque sería realmente preciso llamarla “visión del mundo animista indiferenciada”), algo por cierto inherentemente paradójico, ya que todo su análisis parte del pensamiento lógico, cuya naturaleza misma es la de analizar las cosas a partir de la diferenciación (al respecto, Eric Neumman, “The Origins and History of Consciousness”).
2) Giegerich dice sobre Jung:
“…avanzó hacia una forma pensante, reflexiva, de conciencia como único modo adecuado en el cual pensar acerca del alma…”
Esto es una falacia totalmente anti-junguiana. Jung diferenciaba 4 funciones psíquicas básicas en su teoría, y ninguna es privilegiada por encima de las otras, sino que el ideal es que funcionen en un equilibrio dinámico (Véase Jung, “Tipos Psicologicos”). Con respecto al “pensar acerca del alma”, si nos referimos a las manifestaciones del inconsciente, es ridículo reducir la postura de Jung a la de un fenomenólogo racionalista (un estructuralista), cuando el aspecto “numinoso”, lo irracional, lo intuitivo y no lo meramente lógico-analítico-hermenéutico tienen un peso fundamental en toda su obra. El único que parece entronizar una función psíquica por sobre las otras es lamentablemente el propio Gieguerich, quien comienza y termina en la función intelectual, sin dejar espacio ni reconocer la legitimidad de las otras.
3) Sigue:
“Dos mil quinientos años después de Heráclito, Jung esperaba lograrlo, en su concepción del nuevo campo de la psicología de lo inconsciente, permaneciendo en el antiguo nivel de conciencia y sintiéndose eximido de tener que pensar en los temas primarios del alma.”.
¿Qué es esto? ¿Cuáles son los “temas primarios del alma” que según Giegerich Jung esquivaba con temor? ¿Qué es la vasta obra de Jung sino la preocupación y profundización justamente en los temas primarios del alma?
4) Dice Giegerich:
“El fundamento inconmovible del planteo de Jung era la frontera abstracta, externa, no psicológica (su “barrera a través del mundo mental”), que separaba “interior” y “exterior” como opuestos mutuamente excluyentes, espalda contra espalda, por decirlo así (…) En su pensamiento bien considerado, lo “interior” por una lado estaba separado de lo “exterior” (el objeto externo a nosotros) por una barrera insuperable”
Esto es otra falacia grosera y descarada. ¿Qué es la hipótesis de la sincronicidad sino la formulación del un tema que intrigaba continuamente a Jung: las relaciones entre la psique y el mundo “objetivo”?
5)Giegerich:
“La implicaciones de la teoría de la sincronicidad amenazan absolutamente, en verdad sacuden, nuestra visión del mundo usual. Pero Jung no asumió responsabilidad por su teoría. Él no tenía la culpa. No tenía nada que ver con ello. No había, por su propia cuenta, llegado a una pretensión “metafísica” de una última unidad. Tan sólo había descubierto ciertos “hechos empíricos” acerca de la naturaleza psicoide más profunda del inconsciente colectivo. Vergonzoso.”
Yo diría que lo que es vergonzoso es que un pensador que se dice sucesor de su maestro bastardee sus ideas de este modo y demuestre así mismo esta desmedida falta de respeto. Pero dejando esto de lado, Jung ¿era responsable de sus descubrimientos? ¿Qué clase de idea es esa? ¿Era Einstein responsable de haber descubierto la relatividad? Como científico, como fenomenólogo, Jung era responsable de la objetividad y de la precisión de sus investigaciones y descubrimientos, no de lo que sus investigaciones revelaban. La documentación y el enorme trabajo de precisión académica en sus escritos lo demuestran con creces. Pero más importante, Jung sí tomo los datos empíricos y formulo con ellos una hipótesis: la propia hipótesis de la sincronicidad a la que Giegerich refiere, ni mas ni menos (véase Jung, “La Interpretación de la Naturaleza y la Psique”).
6)Giegerich:
“La escisión neurótica en la psique occidental no es realmente patológica. Lo que la hace patológica es que no es entendida -no entendida como “síntoma” del hecho de que, en la historia del alma, la conciencia ha avanzado a un percatarse de sí misma como factor determinante, y como una mitad de un todo, un percatarse que simplemente requiere pensamiento y lógica dialéctica”.
Aquí la entronización de la función intelectual por sobre las otras tres se vuelve tan evidente en Giegerich como por demás patética, ya por otro lado arroja a la basura sin mas todo el modelo de Jung para la “cura del alma”, desde la confrontación con lo reprimido y lo numinoso como la necesidad de equilibrar los opuestos psíquicos, en los que toda la psicología junguiana hace especial hincapié, y que no pueden resolverse solo aplicando “pensamiento y lógica dialéctica”. Giegerich, sin más, propone al “pensamiento y la lógica dialéctica” como la solución a todos los problemas del alma. En otras palabras, el retorno a la filosofía iluminista y cartesiana como modelo de la psique. Lo cual no solo es increíble (sobretodo en un pensador que se dice desvergonzadamente sucesor de Jung) sino paradójico y contradictorio con su propia formulación.
7) Giegerich:
“El alma no está escindida, no necesita completitud, porque siempre es completa. La escisión está en la estructura mental de Jung (y la nuestra).”
“La escisión neurótica en la psique occidental no es realmente patológica. Lo que la hace patológica es que no es entendida (…) La escisión se vuelve neurótica, patológica, sólo porque se rechaza esta invitación, y la conciencia se encapsula obstinadamente en la inocencia de un modo anticuado de imaginar.
La barrera no es real pero nuestro “modo de pensar” (modo de ser-en-el-mundo, en su propia terminología) la actualiza, la convierte en una realidad psicológica. Entonces esta forma de pensar, este “modo de ser en el mundo”, está realidad del alma… está separada del mundo? ¿Cómo puede Giegerich no considerar este modo de pensar, esta realidad psicológica como “mundo” sin anular todos sus postulados anteriores?
Y dice: “la escisión no es realmente patológica…” solo para decir a continuación “lo que la hace patológica es que no es entendida… etc..” Lo lamento, esto es una tremenda, absurda, grosera contradicción dialéctica que no solo no tiene nada de brillante o lucida sino que no tiene ningún sentido.
Hay más que decir al respecto, tanto en este como en otros artículos de Giegerich, especialmente sobre sus críticas al respecto de la noción de arquetipo y del proceso de individuación, por limitaciones de tiempo, deberán (de ser necesario) quedar para otra ocasión.
Recomiendo sinceramente volver a echarle un vistazo a ese artículo realmente lúcido, sencillo, esclarecedor y contundente de Jung que es “Consideraciones Teóricas sobre la Naturaleza de lo Psíquico”, publicado en “Arquetipos e Inconsciente Colectivo” para revisar los postulados fuertes y argumentos empíricos reales desde donde nace la psicología analítica.
Saludos.



Enrique Eskenazi dice:
19 mayo, 2011 - 16:16
Todo lo que dice Giegerich es verdad, y es una pena que Ud. obviamente no lo comprenda (y no es mi tarea explicarle a Ud. lo que su falta de atención no percibe). En cuanto a que Giegerich “miente”, tiene que tener cuidado en lanzar esas calumnias en público. Este foro no es importante, pero se hace vulnerable Ud. de una denuncia por difamación.

XY dice:
19 mayo, 2011 - 16:24
Mi comentario sobre la “verdad” o “falsedad” en los textos de Giegerich obviamente no está referida a la sinceridad científica o moral del autor, sino de su validez de verdad como postulado teoríco, asi que su aclaración está totalmente de más y fuera de lugar.
Por otro lado, es muy fácil adoptar para usted decir que yo “no comprendo” sin explicar porque ni presentar una mínima contracritica a mis comentarios. ¿No era usted el que pedía razones, citas y argumentos?


Enrique Eskenazi dice:

20 mayo, 2011 - 5:34

A partir de las afirmaciones de Giegerich Ud. le hace decir cosas que NI REMOTAMENTE DICE NI PIENSA como, por ejemplo (y los ejemplos podrían ser MUCHOS más):

“La postura de Giegerich es una confusión que simplifica al extremo y quiere retrotraerse por medio del pensamiento lógico-analítico a una postura de no-dualidad (aunque sería realmente preciso llamarla “visión del mundo animista indiferenciada”), algo por cierto inherentemente paradójico”

Cómo no va a ser paradójico, si Giegerich NO QUIERE RETROTRAERSE a una “postura de no-dualidad” ni a una “visión del mundo animista indiferenciada”, ni mucho menos. Eso es un ERROR, y esa conclusión que Ud. extrae jamás se afirma en la obra de Giegerich, antes bien, todo lo contrario. De “animismo” en Giegerich no hay nada.

O Ud. escribe: “la entronización de la función intelectual por sobre las otras tres se vuelve tan evidente en Giegerich”

Giegerich ha insistido MUCHAS VECES EN SU OBRA -obra que yo he traducido y que Ud. ha leído en mis traducciones, vaya cara que tiene Ud..- en que jamás se refiere por “pensamiento” a la “función pensamiento”, ya que como Ud. sabrá, las funciones de Jung son “funciones del ego”. Nada que ver con lo que significa pensar, en términos de Giegerich.
Y por cierto, Giegerich jamás entroniza la “FUNCIÓN” pensamiento, sencillamente porque pensar no es función de ningún ego.

Y así sucesivamente. Ud no comprende a Giegerich porque Ud. no puede evitar pensar por ejemplo que “pensamiento” es una función del ego. Con esto, ha desvirtuado el pasaje de Giegerich. En cuanto a la “sincronicidad”, Giegerich nunca ha dicho que haya o no haya sincronicidad, Giegerich no hace ONTOLOGÍA, ni METAFÍSICA, ni mucho menos FÍSICA. Giegerich pone de manifiesto los presupuestos de un pensamiento que afirme la sincronicidad: y ese presupuesto es que ya existen un mundo físico y un mundo psicológico, y que el uno “limita” con el otro, y trata de explicar esa dualidad. Giegerich no dice que haya ni que no haya dualidad, sino que pone de manifiesto que la idea de sincronicidad (porque la sincronicidad no es sino una IDEA y no una “cosa”) trata de ofrecer una “solución” a la dualidad de dos mundos, uno de “dentro” y otro de “fuera”. Y naturalmente, analiza lo que esas NOCIONES implican. Ud. se limita a decir que son metáforas (etiquetas), pero ¿metáforas de qué?

Bueno, por hoy ya tiene suficiente. Hay que aprender a leer para poder comprender. Y leer en los términos que usa el autor, y no traducir los términos del autor a los propios. Giegerich habla de la lógica inevitablemente implícita en una explicación, nunca habla de la supuesta “realidad”. Por ahí hay que empezar.


José Vila dice:
20 mayo, 2011 - 10:31
Sr.XY,
Le agradezco el interés y el trabajo en su crítica a los postulados de Giegerich, como respuesta al sr. Eskenazi. Lamentablemente creo que usted no ha entendido lo que Giegerich quiere decir y que el sr. Eskenazi trata de explicarle. Tan solo me gustaria hacerle ver algunas contradicciones en las que usted cae en su respuesta. Será solamente, sobre las primeras frases de su respuesta, que quizás nos valgan como medida, para mostrar la sintaxis desde la que usted se expresa. Usted dice:
Toda la discusión sobre si el alma es o no “profunda” es estéril, partiendo del punto de que Giegerich está literalizando una forma simbólica.
Giegerich, en su artículo, plantea la pregunta: es profunda el alma?. La plantea como punto de partida. Hace psicologia, o sea: atiende el “logos” de la imagen. No habla de lo que es o no es el alma. De hecho Giegerich, acerca del fragmento 45 de Heráclito, comenta: “….Su interés es por el alma, pero como el alma no puede tratarse directamente, este estilo de investigación psicológica tiene que asumir la forma de comentario sobre “documentos del alma” dados. La pregunta psicológica no es ni puede ser qué y cómo es el alma, sino cómo se refleja el alma en sus manifestaciones. No somos tan ingenuos como para querer confrontar el alma directamente. Hemos entendido que la psicología es el estudio del reflejo en algún espejo y no el estudio de aquello de lo cual la imagen en el espejo es un reflejo”.
Como ve Giegerich no habla de si el alma es o no profunda, no habla de si el alma es tal cosa o tal otra, como usted hace sin darse cuenta, calificando el debate de estéril. Justamente este aspecto es de vital importancia y es lo que no le permite a usted poder “entrar”. Usted habla directamente del alma. Y no se da cuenta que la pierde, que la cosifica, que ya no está disponible. Solo está disponible para el ego, que en su necesidad de explicación, convierte el pensamiento vivo de Jung, en una cosa muerta, una especie de “plantilla” que usted aplica a cualquier manifestación del alma; sin darse cuenta además, de que en usted se está atendiendo el ámbito del alma, desde ese estilo de consciencia.
Giegerich expone en ese mismo artículo, acerca de como hemos de acercarnos al texto de Heráclito: “Sería un insulto a Heráclito suponer que lo único que pretendía hacer con este fragmento era establecer una especie de “máxima áurea de sabiduría” acerca de la profundidad del alma; no se trata de sabiduría, ni de máximas, ni de una verdad estática y acabada, sino de un pensamiento. Tenemos que entrar en el preciso y complejo proceso de pensamiento que Heráclito condensó en este fragmento, y pensarlo, reconstruirlo, es decir, seguir su movimiento interno; tenemos que desarrollar lo que nos presenta en la brevedad de una frase. Para hacer esto, tenemos que dejar atrás todo el equipaje que traemos, todas nuestras ideas preconcebidas acerca de la naturaleza del alma, así como de su “profundidad”, y someternos de hecho al viaje mismo al que nos envía nuestro texto, a fin de descubrir adónde conduce este movimiento y cuáles son sus resultados”.
Como ve, intenta seguir “el movimiento interno” del texto, no lo que él cree a priori que es o no es. Permite que el texto muestre su lógica, su pensamiento, que “diga”. Es la consciencia la que toma consciencia de sí ( compara el fragmento 45 con el Salmo 139), y se reconoce como profunda. Pero que significa profunda? Hay que pensar (evidentemente no me refiero a la función pensamiento (otra plantilla) sino a lo que Giegerich hace con el fragmento de Heráclito. Eso es pensar y a su estudio le remito). Hay que pensar la expresión “houto bathys” ( tan profundo), en sus propios términos. Dese cuenta, de que en este punto, usted ha levantado el vuelo, ha huido de la tarea de “pensar”, hacia una abstracción que además de que no quiere decir nada, no tiene sentido. Tal abstracción es :
La “profundidad” del inconsciente es una metáfora, un símbolo imaginativo para representarlo.
Ya tenemos plasmada la huida ante la tarea de tener que pensar el movimiento interno del texto. Resulta que “ la profundidad” es una metáfora del inconsciente ( a saber lo que entenderá usted por inconsciente, parece que es un saco donde cabe todo y uno se queda tan ancho). Un símbolo imaginativo: esto no tiene sentido, un símbolo no es imaginativo. Al final de su Tipos Psicológicos, C. G. Jung escribió, “Mientras un símbolo se mantiene vivo es que constituye la mejor expresión de una cosa. El símbolo sólo se mantiene vivo mientras está cargado de significación. Mas en cuanto alumbra su sentido, es decir, en cuanto se encuentra la expresión que formula mejor que el símbolo la cosa buscada, esperada o presentida, puede decirse que el símbolo muere. Ya sólo tendrá significación histórica” (Tipos psicológicos, Capítulo XI,). Que es eso de un símbolo imaginativo, un símbolo que imagina? La imaginación, lo imaginal, lo imaginario, no son atributos del símbolo. Vincular alegremente “ símbolo imaginativo” es no decir nada, con el agravente de creer, que usted está diciendo mucho. Le sugiero que vuelva a leer el artículo. Es la mejor manera de darse cuenta de lo que le estoy diciendo. Es un artículo maravilloso en el que Giegerich, además de tratar la temática del artículo, nos muestra como se puede pensar.
Además, sobre “ la profundidad como símbolo” y parafraseando a A. Bica:” Cuando un símbolo está vivo anímicamente no hay tres “símbolos” de lo mismo -1) lo que era cuando estaba vivo (el símbolo cargado de significación anímica, compartido comunalmente y que determinaba la vida de cada individuo), 2) lo que es hoy en su positividad (aquello que ha explicitado el símbolo y que hoy es lo que efectiva y comunalmente es compartido por todos), y 3) lo que era para otro tiempo en tanto vestidura mítica o imaginal como cáscara muerta que contenía la vida que ya no tiene (como una pieza de museo para visitar o para dedicarle un estudio arqueológico, o también como una experiencia subjetiva individual (el mundo del entretenimiento y del espectáculo))”.
Partiendo de la pregunta acerca de la profundidad, Giegerich llega a penetrar la imagen de “profundidad”, entendiéndose ahora como absoluta interioridad. Llegar a entender “profundidad” como “ absoluta interioridad”, es algo que no se puede hacer hablando de “símbolos imaginativos” o “metáforas del inconsciente”. Simplemente, porque si usted lo hace de esa manera, se queda en la más árida de las superficies. Se queda usted “fuera”. No usted: la consciencia desde la que usted se acerca al tema.
Tiene razón Giegerich, cuando comenta ( y lo hace en el mismo artículo, que le pido vuelva a leer), que el mundus imaginalis, no puede ser sino una manifestción de la res extensa. Voy a citar una última frase de su respuesta:
El “mundo del alma” se expresa en formas simbólicas, sean profundas o altas, pero no es por si mismo alto o bajo ya que estas son propiedades del mundo físico, no del mundo del alma.
Aqui se pone en evidencia la contradicción que se vive en usted y que aún no ha sido resuelta. Quizás Descartes pueda serle de ayuda…Usted califica de “profundas o altas” (que son atributos físicos), las formas simbólicas en las que se expresa, según usted, el alma. Para después pasar a decir “ que no es alto o bajo” porque esto es físico…O sea, califica con atributos físicos, lo que para usted no es físico, pero no sabe como designarlo de otra manera. No le parece que esto es quedarse en la superficie, que carece de rigor. No se puede decir es”como si fuera así, pero sin serlo..” y quedarse tan ancho.
Justamente Giegerich, le muestra en ese artículo, como se puede ir “ más allá” de la superficie en la que , inadvertidamente, está usted instalado. Ya hablar de anima mundi, implica el estar viviendo en un mundo que ha perdido el anima. La ha perdido, porque el alma ya no se encuentra donde se encontraba. Eso lo vió Descartes y usted se empaña en negar a Descartes, pero a pesar suyo, usted la da tanto la razón a Descartes!! Usted está ya situado en la escisión y por eso lo ve todo escindido: físico/mental, interno/externo…y utiliza la “plantilla” en la que ha convertido el pensamiento de Jung, en algo que le permite vivir fuera de la historia del alma.
Jung no sabia de “plantillas” ( esa especie de mapa que usted superpone a cualquier acontecimiento, para negarle su “verdad” y pasar a explicárselo desde “ la plantilla”: animus por aqui y anima por allá, arquetipos por aqui y complejos por allá, inconscientes personales por aqui y inconscientes colectivos por allá, si-mismo por aqui y proceso de individuación por allá, yo por aqui y sombra por allá…) Imágenes que esataban vivas en Jung, pero que en su movimiento lógico, han dado paso al pensamiento que habitaba en ellas y que supone su muerte como imagen.
Parece que usted es partidario de practicar el más absoluto inmovilismo en la sintaxis, para luego en la semántica hablar de toda clase de fluideces y símbolos e imaginaciones. Eso es una neurosis. No suya. Sino de la verdad atrapada en la consciencia desde la que usted vive, en forma de rechazo.
Desde estos presupuestos, no pensados, es muy difícil que usted pueda entender a Giegerich. Pero es mucho mas difícil aún, que usted se de cuenta de la cárcel en la que tiene encerrado al pensamiento de C.G.Jung.
Un saludo.