sábado, 31 de marzo de 2007

La tierra es nuestra madre...

Mensaje del Gran Jefe Seattle, de la tribu Dewamish, al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica Franklin Pierce en 1855

El Gran Jefe Blanco de Washington nos envió un mensaje diciendo que quiere comprar nuestras tierras. El gran jefe nos envió también palabras de amistad y de buena voluntad. Esto es muy amable por su parte, pues sabemos que él no necesita nuestra amistad. Sin embargo nosotros meditaremos su oferta, pues sabemos que si no vendemos vendrán seguramente hombres blancos armados y nos quitarán nuestras tierras.
Pero, ¿cómo es posible comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Nosotros no comprendemos esta idea. Si no somos dueños de la frescura del aire, ni del reflejo del agua, ¿cómo podréis comprarlos?

Nosotros tomaremos una decisión. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que diga el jefe Seattle, con tanta seguridad como en el transcurrir de las estaciones del año. Mis palabras son como las estrellas, que nunca tienen ocaso.

Cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante aguja de pino, cada grano de arena de las playas, cada gota de rocío de los sombríos bosques, cada calvero, el zumbido de cada insecto... son sagrados en memoria y experiencia de mi pueblo. La savia que asciende por los árboles lleva consigo el recuerdo de los pieles rojas.

Los muertos de los hombres blancos olvidan la tierra donde nacieron cuando parten para vagar entre las estrellas. En cambio, nuestros muertos no olvidan jamás esta tierra maravillosa, pues ella es nuestra madre. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas, el venado, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos.. Las cumbres rocosas, los prados húmedos, el calor del cuerpo de los potros y de los hombres, todos somos de la misma familia.

Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos comunica que piensa comprar nuestras tierra exige mucho de nosotros. Dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir agradablemente y que él será nuestro padre y nosotros nos convertiremos en sus hijos.

Pero, ¿es eso posible? Dios ama a vuestro pueblo y ha abandonado a sus hijos rojos. El envía máquinas para ayudar al hombre blanco en su trabajo y construye para él grandes poblados. Hace más fuerte a vuestro pueblo de día en día. Pronto inundaréis el país como ríos que se despeñan por precipicios tras una tormenta inesperada. Mi pueblo es como una época en regresión pero sin retorno. Somos raza distintas. Nuestros niños no juegan juntos y nuestros ancianos cuentas historias diferentes. Dios os es favorable y nosotros, en cambio, somos huérfanos.

Nosotros gozamos de alegría al sentir estos bosques. El agua cristalina que discurre por los ríos y los arroyos no es solamente agua, sino también la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos nuestras tierras debéis saber que son sagradas y enseñad a vuestros hijos que son sagradas y que cada reflejo fugaz del agua clara de las lagunas narra vivencias y sucesos de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz de mis antepasados.

Los ríos son nuestros hermanos que sacian nuestra sed. Ellos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras debéis recordar esto y enseñad a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y que, por tanto, hay que tratarlos con dulzura, como se trata a un hermano.

El piel roja retrocedió siempre ante el hombre blanco invasor, como la niebla temprana se repliega en las montañas ante el sol de la mañana. Pero las cenizas de nuestros padres son sagradas, sus tumbas son suelo sagrado, y por ello estas colinas, estos árboles, esta parte del mundo es sagrada para nosotros. Sabemos que el hombre blanco no nos comprende. El no sabe distinguir una parte del país de otra, ya que es un extraño que llega en la noche y despoja a la tierra de lo que desea. La tierra no es su hermana sino su enemiga y cuando la ha dominado sigue avanzando. Deja atrás las tumbas de sus padres sin preocuparse. Olvida tanto las tumbas de sus padres como los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el aire, como cosas para comprar y devastar, para venderlas como si fueran ovejas o cuentas de colores. Su voracidad acabará por devorar la tierra, no dejando atrás más que un desierto.

Yo no sé, pero nuestra forma de ser es diferente a la vuestra. La sola visión de vuestras ciudades tortura los ojos del piel roja. Quizá sea porque somos unos salvajes y no comprendemos. No hay silencio en las ciudades de los blancos. No hay ningún lugar donde escuchar cómo se abren las hojas de los arboles en primavera o el zumbido de los insectos. Quizá sea sólo porque soy un salvaje y no entiendo, pero el ruido de las ciudades únicamente ofende a nuestros oídos. ¿De qué sirve la vida si no podemos escuchar el grito solitario del halcón nocturno, ni las querellas nocturnas de las ranas al borde de la charca? Soy un piel roja y nada entiendo, pero nosotros amamos el rumor suave del viento, que acaricia la superficie del arroyo, y el olor de la brisa, purificada por la lluvia del medio día o densa por el aroma de los pinos.

El aire es precioso para el piel roja, pues todos los seres comparten el mismo aliento: el animal, el árbol, el hombre..., todos respiramos el mismo aire. El hombre parece no notar el aire que respira. Como un moribundo que agoniza desde hace muchos días, es insensible a la pestilencia.

Pero si nosotros os vendemos nuestras tierras no debéis olvidar que el aire es precioso, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que mantiene. El aire dio a nuestros padres su primer aliento y recibió su última expiación. Y el aire también debe dar a nuestros hijos el espíritu de la vida. Y si nosotros os vendemos nuestras tierras, debéis apreciarlas como algo excepcional y sagrado, como el lugar donde también el hombre blanco sienta que el viento tiene el dulce aroma de las flores de las praderas.

Meditaremos la idea de vender nuestras tierras, y si decidimos aceptar, será sólo con una condición: el hombre blanco deberá tratar a los animales del país como a sus hermanos. Yo soy un salvaje y no lo entiendo de otra forma. Yo he visto miles de bisontes pudriéndose, abandonados por el hombre blanco tras matarlos a tiros desde un tren que pasaba. Yo soy un salvaje y no puedo comprender que una máquina humeante sea más importante que los bisontes, a los que nosotros cazamos tan sólo para seguir viviendo.

¿Qué sería del hombre sin los animales? Si los animales desaparecieran el hombre también moriría de gran soledad espiritual. Porque lo que le suceda a los animales, también pronto le ocurrirá al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí. Lo que afecte a la tierra, afectará también a los hijos de la tierra.

Enseñad a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a nuestros hijos: la tierra es nuestra madre. Lo que afecte a la tierra, afectará también a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen a la tierra, se escupen a si mismos. Porque nosotros sabemos esto: la tierra no pertenece al hombre, sino el hombre a la tierra. Todo está relacionado como la sangre que une a una familia. El hombre no creó el tejido de la vida, sino que simplemente es una fibra de él. Lo que hagáis a ese tejido, os lo hacéis a vosotros mismos.

El día y la noche no pueden convivir. Nuestros muertos viven en los dulces ríos de la tierra, regresan con el paso silencioso de la primavera y su espíritu perdura en el viento que riza la superficie del lago.

Meditaremos la idea del hombre blanco de comprar nuestras tierras. Pero, ¿puede acaso un hombre ser dueño de su madre? Mi pueblo pregunta: ¿qué quiere el hombre blanco? ¿Se puede comprar el aire o el calor de la tierra, o la agilidad del venado? ¿Cómo podemos nosotros venderos esas cosas, y vosotros cómo podríais comprarlas? ¿Podéis acaso hacer con la tierra lo que os plazca, simplemente porque un piel roja firme un pedazo de papel y se lo entregue a un hombre blanco? Si nosotros no poseemos la frescura del aire, ni el reflejo del agua, ¿cómo podréis comprarlos? ¿Acaso podréis volver a comprar los bisontes, cuando hayáis matado hasta el último?

Cuando todos los bisontes hayan sido sacrificados, los caballos salvajes domados, los misteriosos rincones del bosque profanados por el aliento agobiante de muchos hombres y se atiborren de cables parlantes la espléndida visión de las colinas... ¿dónde estará el bosque? Habrá sido destruido. ¿Dónde estará el águila? Habrá desaparecido. Y esto significará el fin de la vida y el comienzo de la lucha por la supervivencia.

Pero vosotros caminaréis hacia el desastre brillando gloriosamente, iluminados con la fuerza del dios que os trajo a este país y os destinó para dominar esta tierra y al piel roja. Dios os dio poder sobre los animales, los bosques y los pieles rojas por algún motivo especial. Ese motivo es para nosotros un enigma. Quizás lo comprendiéramos si supiésemos con qué sueña el hombre blanco, qué esperanza trasmite a sus hijos en la largas noches de invierno y qué ilusiones bullen en su imaginación que les haga anhelar el mañana.

Pero nosotros somos salvajes y los sueños del hombre blanco nos permanecen ocultos. Y por ello seguiremos distintos caminos, porque por encima de todo valoramos el derecho de cada hombre a vivir como quiera, por muy diferente que sea de sus hermanos.

No es mucho realmente lo que nos une. El día y la noche no pueden convivir y nosotros meditaremos vuestra oferta de comprar nuestro país y enviarnos a una reserva. Allí viviremos aparte y en paz. No tiene importancia dónde pasemos el resto de nuestros días. Nuestros hijos vieron a sus padres denigrados y vencidos. Nuestros guerreros han sido humillados y tras la derrota pasan sus días hastiados, envenenando sus cuerpos con comidas dulces y fuertes bebidas. Carecen de importancia dónde pasemos el resto de nuestros días. Ya no serán muchos, Pocas horas más quizás un par de inviernos, y ningún hijo de las grandes tribus que antaño vivían en este país y que ahora vagan en pequeños grupos por los bosques, sobrevivirán para lamentarse ante la tumba de un pueblo, que era tan fuerte y tan lleno de esperanzas como el nuestro.

Pero cuando el último piel roja haya desaparecido de esta tierra y sus recuerdos sólo sean como la sombra de una nube sobre la pradera, todavía estará vivo el espíritu de mis antepasados en estas riberas y en estos bosques. Porque ellos amaban esta tierra como el recién nacido ama el latir del corazón de su madre.

Pero ¿por qué he de lamentarme por el ocaso de mi pueblo? Los pueblos están formados por hombres, no por otra cosa. Y los hombres nacen y mueren como las olas del mar. Incluso el hombre blanco, cuyo dios camina y habla con él de amigo a amigo, no puede eludir ese destino común. Quizás seamos realmente hermanos. Una cosa si sabemos, que quizás el hombre blanco descubra algún día que nuestro Dios y el vuestro, son el mismo Dios. Vosotros quizás pensáis que le poseéis, al igual que pretendéis poseer nuestro país, pero eso no podéis lograrlo. Él es el Dios de todos lo hombres, tanto de los pieles rojas como de los blancos. Esta tierra le es preciosa, y dañar la tierra significa despreciar a su Creador

También los blancos desapareceréis, quizás antes que las demás razas. Continuad ensuciando vuestro lecho y una noche moriréis asfixiados por vuestros propios excrementos.

Nosotros meditaremos vuestra oferta de comprar nuestra tierra, pues sabemos que si no aceptamos vendrá seguramente el hombre blanco con armas y nos expulsará. Porque el hombre blanco, que detenta momentáneamente el poder, cree que ya es Dios, a quien pertenece el mundo.

Si os cedemos nuestra tierra amadla tanto como nosotros la amábamos, cuidadla tanto como nosotros la cuidamos, y conservad el recuerdo de tal como es cuando vosotros la toméis.
Y con todas vuestras fuerzas, vuestro espíritu y vuestro corazón, conservarla para vuestros hijos y amadla como Dios nos ama a todos.

Pues aunque somos salvajes sabemos una cosa: nuestro Dios es vuestro Dios. Esta tierra es sagrada. Incluso el hombre blanco no puede eludir el destino común. Quizás incluso seamos hermanos. ¡Quién sabe!

Se ha argumentado que el discurso es invención de un guionista de Hollywood, Ted Perry, a partir de las notas que el Dr. Henry Smith tomó en diciembre de 1854, cuando el Jefe Seattle (que sí existió) dio un discurso -pero no ante el presidente de Estados Unidos, sino ante el Gobernador Territorial Isaac Stevens. Henry Smith escribió 33 años más tarde su versión del discurso a partir de esas notas, y las envió al Seattle Sunday Star. Ted Perry conoció ese artículo en 1970, casi 90 años después, cuando preparaba un film sobre el entorno. De todos modos, por su belleza y su mensaje, durante años y años se ha divulgado este texto como si fuera original del Jefe Seattle.

lunes, 26 de marzo de 2007

El oscurecimiento global

Si bien ya hay pocos que ignoren la problemática del calentamiento global, muchos desconocen los peligros del oscurecimiento global (global dimming), como se ha llamado al fenómeno hoy reconocido, y que añade un tinte aún más dramático al tema del cambio climático.
Este documental, producido para la BBC en el 2006, fue transmitido también por Documentos TV y ahora puede verse en la web, aunque no sé por cuánto tiempo...
*** video retirado de internet****

Aclaración posterior:
Pues, como me temía, el video ha sido inmediatamente retirado... Afortunadamente aún puede verse, en baja calidad y con mala sincronización entre voz e imagen, picando este enlace
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La versión en inglés y sin subtítulos en castellano, que puedes ver a continuación, fue presentada en el programa "Horizon" de esta manera:
Esta es una película que exige acción. Revela que hemos subestimado enormemente la velocidad con la que está cambiando nuestro clima. EN esencia es un nuevo fenómeno letal. Uno que hasta hace poco los científicos rehusaban creer que pudiera existir. Pero ya puede haber causado la inanición de millones. Hoy el programa "Horizons" revela por primera vez el poder de lo que los científicos llaman "el oscurecimiento global"

domingo, 25 de marzo de 2007

Imaginación y teorías de la conspiración

James Hillman, en una conferencia que publiqué en la web del Centro, declaró:

Sartre dijo: "Quien comienza con hechos nunca llegará a las esencias". Eso es. Es llegar a la esencia de las situaciones. Los hechos no nos llevan a las esencias. Reunimos los hechos. Tenemos comisiones para reunir hechos en cualquier acontecimiento. ¿Pero imaginamos?
Y entonces la imaginación continúa subrepticiamente como teorías de conspiración. El asesinato de Kennedy fue tratado como investigación de hechos en el Informe Warren. Cada condenada posibilidad de cómo entraron y salieron las balas y pasaron por otra cabeza y así sucesivamente, se contabilizó y se registró. Tenemos todos los hechos. Pero ello no afecta a la imaginación, que continúa y continúa y continúa en teorías de conspiración.
De modo que mi alegato es por la imaginación. Ahora ¿cómo imaginamos? ¿Y qué es imaginar? No es simple el modo en que lo entiendo: es entrar en el corazón del Otro. Es una actividad en el misticismo islámico. Es una actividad del corazón. El corazón imagina. Eso no es simplemente "sentir" al Otro, tal como aprendemos en psicoterapia: empatía y simpatía y así sucesivamente, o kibbutz. Es incluso otra cosa que la compasión, porque no tiene tanto que ver con el sentimiento como tiene que ver con imaginar al Otro.

Bien puede considerarse que el video sobre la caída de la Torres Gemelas que puse en este blog entra dentro de las teorías de la conspiración. También es el caso de este otro video, Loose Change, de Dylan Avery, un joven de un poco más de veinte años que hace tres años empezó a recolectar y estudiar la gran cantidad de material existente en la red, realizando junto con su amigo Korey Rowe - veterano de las guerras en Afganistán e Irak - un trabajo que ya ha sido visto en Google Video por más de dos millones de personas. Y finalmente puede ser visto con subtítulos en castellano


viernes, 23 de marzo de 2007

Neil Postman: ¿Orwell (1984) o Huxley (Un mundo feliz)?

“1984”, de George Orwell y “Un Mundo Feliz”, de Aldous Huxley son dos novelas que describen mundos futuros totalitarios, en cada una de las cuales el sometimiento de la población se logra por medios diferentes.

En “1984” la opresión era impuesta externamente, mientras que en el mundo feliz de Huxley, para privar a la gente de su autonomía, madurez e historia no hacía falta ningún Gran Hermano. Según Huxley, la gente llegaría a amar su opresión, a adorar las tecnologías que anulan su capacidad para pensar. Orwell temía que se prohibiesen los libros. Huxley temía que no fuese necesario prohibirlos porque nadie estaría ya interesado en leerlos. A Orwell le preocupaba que nos privasen de la información. Huxley, por el contrario, temía que nos diesen tanta que quedáramos reducidos a la pasividad. Orwell recelaba de que se nos escondiese la verdad. Huxley creía que la verdad se vería inundada por un mar de irrelevancia. Orwell temía que nos convirtiésemos en una cultura prisionera. Huxley, por su parte, temía que nos acabásemos convirtiendo en una cultura superficial, ocupada en experimentar sensaciones o en ñoñerías.

Años después de la publicación de ambas novelas, Huxley escribió “Retorno a un mundo feliz”. En este ensayo afirmaba que en “1984” se controla a la gente provocándole dolor, mientras que en “Un Mundo Feliz” se le controla provocando placer. Orwell creía que lo que odiamos, nos destruiría. Huxley pensaba que lo que nos destruiría sería precisamente... lo que amamos.

“La gente se ríe y no piensa, y lo peor de todo es que no sabe por qué se ríe, ni por qué dejó de pensar”.

Por Neil Postman


Otro recomendable artículo de Postman: Cinco cosas que necesitamos saber sobre el cambio tecnológico

martes, 20 de marzo de 2007

Una verdad incómoda

El documental de Al Gore, que -al margen de sus conclusiones y propuestas- ha servido para sacudir la anestesia (inconsciencia) colectiva ante el presente del planeta, un presente que raramente se muestra en los medios, en la publicidad, en la prensa masiva y que da ocasión de preguntarse por el valor de la vida y el valor de la Tierra

La película puede verse picando aquí

sábado, 17 de marzo de 2007

Verdades e ilusiones: la historia oficial

Mucha gente ha respondido a mi artículo anterior considerándolo "fatalista", "pesimista" o totalmente negativo. Casi como si hubieran preferido ignorar que en un artículo previo incluí el apartado "Qué hacer" , en el que allí mostraba avenidas no gubernamentales de acción, algo que no es justamente un síntoma de fatalismo, sino una iniciativa en contra de la mera pasividad resignada.

Realmente, la anestesia (inconsciencia) es tan grande que el mejor antídoto está en el siguiente lema:
Haga preguntas. Piense por sí mismo. Despierte y podrá lograr un cambio

Pensar por sí mismo. Pero ésto es algo muy difícil, cuando lo que hoy pasa por "pensar" es repetir información manipulada, slogans subliminalmente aceptados, y el recurso a una pobreza maginativa totalmente conformada por la publicidad y los medios.

Para ver la película subtitulada en castellano, picar aquí

Y aquí puede verse el documental en versión original subtitulada en francés:

jueves, 1 de marzo de 2007

El orden (criminal) del mundo

Nosotros somos palomas en el corazón, queremos la paz, pero somos los que debemos volvernos hacia la guerra y pensarla en profundidad. Porque si no lo hacemos, entonces le dejamos la guerra a los halcones. A los colegios de guerra. A los planificadores de la guerra... Se la dejamos a los belicistas, si los que estamos dedicados a la paz, y añoramos la paz, no ocupamos nuestras almas con la profundidad de la importancia de la guerra.
James Hillman
Los que están dispuestos a renunciar a la libertad por seguridad, no son merecedores ni de libertad ni de seguridad
Benjamin Franklin