miércoles, 9 de marzo de 2011

Reflexión “externa” y entendimiento


El siguiente texto es una traducción libre que he hecho de un fragmento del libro de Wolfgang Giegerich “The Soul's Logical Life” (La vida lógica del alma):


Para comprender realmente un texto tenemos que re-traducir el texto factual retrotrayéndolo al material primigenio desde el cual fue forjado, y luego regenerar el texto literal a partir de ello. Es indispensable este doble movimiento a lo largo de un eje vertical que conecta el texto superficial del comienzo, pasando por su propia profundidad oculta o su centro, con el texto reconstruido. Pues ello es lo que implica y significa “entender” (hacer justicia). “Entender” un cuerpo de ideas implica 1) distinguir dentro del texto mismo entre las formulaciones literales (el aspecto “gato”) y el basalto líquido (el aspecto “serpiente de Midgard”) que ha originado esas formulaciones, y 2) el complejo movimiento lógico de re-traducción del uno al otro y de regeneración del último a partir del primero. Puesto que los dos movimientos en direcciones opuestas tienen que realizarse instantáneamente (simultáneamente) y no uno después del otro, ya puede verse qué exigencias lógicas rigen para quien quiera entender. Se ha de ser capaz de pensar a la vez el estado líquido y el re-cristalizado. Cada afirmación individual, como el gato de Thor, tiene que poder representar toda la “serpiente de Midgard”. Tiene que tener dentro suyo la corriente original de lava. En tanto que movimiento vertical hacia dentro de la propia profundidad desde la superficie y de regreso a ella, para una orientación horizontal se permanecería en uno y el mismo punto. No se requiere comparación con lo que hay a la izquierda o a la derecha, ni está permitido.


Podemos acercarnos a la misma idea desde otro punto de vista. Es una intuición de la hermenéutica el que, para entender realmente un texto o un cuerpo de ideas, se tiene que poder percibirlo desde dentro y en sus propios términos. Esto quiere decir que se debe haber penetrado hasta su corazón o centro, y haberse ubicado firmemente en este (su) centro (aunque sólo sea “experimentalmente” y mientras dure el emprendimiento hermenéutico), a fin de interpretar todos los detalles de la doctrina en términos de este centro en tanto que corazón organizador del todo viviente del cuerpo de ideas en cuestión. Esto quiere decir que en lugar de mirar desde nuestra posición (nuestras propias convicciones, expectativas, prejuicios, necesidades), lo que es visible desde el “exterior” en su periferia (es decir, la multitud de enunciados tomados como tales), tenemos que aparcar nuestra propia convicción y dejarla atrás por el momento, y avanzar hacia el centro de nuestro objeto de estudio, entregándonos nosotros mismos a ello, a fin de ver los enunciados periféricos “desde atrás”, por así decirlo (reflexión inmanente) Un entendimiento real presupone un tipo de amor, el abandono de la propia subjetividad; no amor como sentimiento o emoción, sino amor lógico. Si no logramos entregarnos nosotros mismos (al menos experimentalmente) al núcleo inspirador de la obra que estamos examinando, no seremos capaces de criticarla. La crítica simplemente pasaría de largo. Sería la crítica de nuestro propio opuesto, nuestra propia contraparte rechazada.


Hay aún otro modo de plantear el problema, propiamente en términos de dos personalidades en una persona. Tendríamos que penetrar a través de la superficie textual escrita por Jung (o el autor en cuestión) en tanto que ego-personalidad, a fin de relacionarnos con el verdadero pensador “en el plano del Self” en tanto que autor efectivo de la obra de Jung (o de la obra estudiada). Sólo así podemos ver cómo este centro ha generado los enunciados factuales individuales y podremosre-generarlos y re-construirlos en nuestra propia mente.


¿Qué es el centro o el corazón de un cuerpo de ideas? Es la Noción a partir de la cual vive este cuerpo de ideas. La Noción es su alma dadora de vida, su núcleo organizador, generador, es la lava ardiente líquida, del mismo modo en que la lava ardiente líquida es Noción, “nada más que” Noción (y no basalto literal). Pero puesto que es el alma del cuerpo de ideas, no está presente como un concepto o un enunciado literal (explícito), no es un “contenido”. Sólo puede ser inferido a partir de sus enunciados manifiestos. Y el corazón de una filosofía o una psicología sólo puede deducirse de sus enunciados factuales en tanto nosotros a la vez podamos re-generar esos enunciados a partir del centro deducido (círculo hermenéutico).


Puesto que tenemos que llegar a su “alma” si queremos hacer justicia a la psicología de Jung (o a cualquier cuerpo de ideas), el acercamiento a ello ha de ser con alma (e inspirado por un amor [lógico]) desde el comienzo. Sólo el alma (como órgano de nuestro acercamiento) puede llegar al alma de una obra, esto es, a la Noción que la inspira. Y por lo mismo, podemos decir opuestamente que un acercamiento en el que el sujeto se contiene de abandonarse al “corazón del asunto”, y que por tanto puede percibir el cuerpo de la obra sólo periféricamente como un conglomerado de opiniones misceláneas, es un acercamiento sin alma. Tanto la reflexión externa o ajena y la presentación sin compromiso de enunciados misceláneos son dos lados de la misma moneda, y ambos son generados por la auto-reserva por parte del sujeto. A menos que nosotros, el sujeto, nos entreguemos al objeto de estudio, este objeto de estudio se desmorona en el escombro de abstracciones aisladas sin alma. Sin el auto-sacrificio implacable y el compromiso en el nivel de la propia posición metodológica en tanto que intérprete de una teoría dada, no hay alma en esta teoría.


Pero, nuevamente, el alma de una teoría es la Noción o el Concepto cuyo despliegue es la teoría. La teoría psicológica es un caso singular. La psicología es la única disciplina en la cual el alma dadora de vida de la teoría resulta ser la Noción de alma, y donde aquello de lo cual es la noción no es otra cosa sino la Noción. Pues el alma es Noción. No es la noción de un “factor” empírico o un “hecho” llamado alma. El alma no existe (ahí fuera, en la “realidad”), no es una entidad, no es nada ontológico. Es sólo (¿sólo?) lógica, “tan sólo” una Noción, una idea, una palabra (pero palabra no meramente como un flatus vocis). La palabra alma no es un significador que tenga un significado. No se refiere a nada afuera de sí misma, sólo a la noción o idea que significa dentro de sí misma, o que postula en y a través de sí misma. Por contraste, todas las ciencias están animadas por la noción de algún Otro. Se orientan hacia un objeto o referente externo. Esta es la razón de su alienación fundamental, pero también lo que les proporciona su conocimiento con la confiabilidad y seguridad que puede garantizar la positividad. La psicología no está (o no tiene que estar) alienada de sí misma. Es absolutamente idéntica (constituída por la identidad interna como la cual existe). Nuevamente, esta identidad inherente es algo que muestra que y por qué la psicología está en un estadio lógico superior que las ciencias.


domingo, 6 de marzo de 2011

Reir o morir: cómo el "pensamiento positivo" engaño a América y al mundo



Excelente crítica del magnífico libro de Barbara Ehrenreich


Jenni Murray aplaude a una demorada demolición de la sugerencia de que el pensamiento positivo es la respuesta a nuestros problemas


por Jenni Murray

The Observer, Sunday 10 January 2010


De vez en cuando aparece un libro que repica tanto con tu propio pensamiento, y sin embargo, vuela de forma tan espectacular frente a la filosofía de moda, que llega como un alivio profundamente tranquilizador. Después de leer el libro de Bárbara Ehrenreich : “Sonríe o Muere: Cómo el Pensamiento Positivo ha engañado a América y al Mundo” siento como si pudiera regodearme en el dolor, la tristeza, la decepción o cualquier emoción negativa que llegue de forma natural sin preocuparme por haberme convertido en ese estereotipo terrible, la cascarrabias, la vieja gruñona. En cambio, puedo ser meramente humana: alguien que no tiene que convencerse de que cada rechazo o desastre es una oportunidad de oro para "seguir adelante" de una manera optimista.


Sonríe o Muere: Cómo el Pensamiento Positivo Engañó a América y al Mundo por Barbara Ehrenreich


Ehrenreich llegó a su crítica de la industria de miles de millones de dólares del pensamiento positivo (una marea de libros, DVD, instructores de la vida, entrenadores ejecutivos y oradores de motivación) en circunstancias desgraciadas similares a las que yo tuve. Fue diagnosticada de cáncer de mama y, como yo, se encontró cada vez más incómoda por el lenguaje marcial y la cultura “rosa” que ha llegado a rodear esta enfermedad. Cuando me he encontrado con la brigada de “la actitud positiva te ayudará a luchar y sobrevivir esta experiencia", mi respuesta ha sido protestar en contra del uso del vocabulario militar y preguntar cuán miserable el optimismo de los "sobrevivientes" haría que se sintiera la pobre mujer que se estaba muriendo de cáncer de pecho. Me parecía que una “invasión” de las células de cáncer era una pura lotería. Nadie conoce la causa. Como Ehrenreich dice: "Yo no tenía factores de riesgo conocidos, no hay cáncer de mama en la familia, había tenido a mis bebés relativamente joven y los amamanté a los dos. Comía bien, bebía con moderación, hacía ejercicio y, además, mis pechos eran tan pequeños que imaginé que un bulto o dos podría mejorar mi figura”. (Gracias a Dios, no ha perdido su sentido del humor.)


Ya hacía mucho tiempo que había sospechado que las tasas de mejora de supervivencia para las mujeres que tenían cáncer de mama no tenían absolutamente nada que ver con el “poder” del pensamiento positivo. Pues se esperaba que de las mujeres diagnosticadas entre 2001 y 2006, el 82% sobrevivieran cinco años, en comparación con sólo el 52% diagnosticado 30 años antes. Las cifras pueden relacionarse directamente con el perfeccionamiento de la detección, la mejores técnicas quirúrgicas, una mayor comprensión de los diferentes tipos de cáncer de mama y el desarrollo de tratamientos personalizados. Ehrenreich presenta la prueba de numerosos estudios que demuestran que el pensamiento positivo no tiene ningún efecto sobre las tasas de supervivencia y ofrece los tristes testimonios de mujeres que han sido asoladas por lo que un investigador ha llamado “una carga adicional a un paciente ya devastado”.

Qué pena, por ejemplo, la mujer que escribió al gurú médico mente/cuerpo Deepak Chopra: "A pesar de que sigo los tratamientos, y he llegado lejos descargándome de sentimientos dañinos, he perdonado a todos, he cambiado mi estilo de vida para incluir la meditación, la oración, la dieta adecuada, el ejercicio y los suplementos, el cáncer sigue reproduciéndose. ¿Hay alguna una lección aquí que no entiendo, que hace que continúe apareciendo? Soy positiva y voy a vencerlo, sin embargo, con cada diagnóstico se hace más difícil mantener una actitud positiva."

Como Ehrenreich continúa explicando, las exhortaciones a pensar positivamente (ver el vaso medio lleno, incluso cuando se encuentra hecho pedazos en el suelo) no se limitan a la cultura rosa del cáncer de mama. Ella refiere la susceptibilidad de los Estados Unidos a la filosofía del pensamiento positivo al pasado calvinista del país y muestra cómo, en sus primeros días, una puritana “exigencia de esfuerzo permanente y auto-examen hasta el punto de detestarse a sí mismo” aterrorizaba a niños pequeños y empujaba a “adultos previamente sanos a una condición de retraimiento mórbido, marcado generalmente por enfermedades físicas así como espanto interior”.

Sólo a comienzos del siglo 19 comenzaron a desaparecer las nubes de lobreguez calvinista y comenzó a crecer un nuevo movimiento que llegaría a tener un séquito tan ferviente como había tenido el anterior. Fue la unión de dos pensadores, Phineas Parkhurst Quimby y Mary Baker Eddy, en la década de 1860, que llevó a la formalización de una visión del mundo post-calvinista, conocido como el Movimiento del Nuevo Pensamiento. Se imaginaba un nuevo tipo de Dios que ya no era hostil e indiferente, sino un espíritu omnipotente al que los seres humanos tenían meramente que acceder a fin de controlar del mundo físico.

Las mujeres de clase media encontraron particularmente beneficioso este nuevo estilo de pensamiento, que llegó a ser conocido como las “leyes de la atracción”. Al negárseles toda oportunidad de luchar en el mundo, se habían pasado sus días excluidas de cualquier otro papel que el de recostarse en una hamaca, pero el enfoque del Nuevo Pensamiento y su “terapia de conversación” desarrollada por Quimby abría nuevas e interesantes posibilidades. Mary Baker Eddy, una beneficiaria de la cura, fundó la Ciencia Cristiana. Ehrenreich toma nota de que, si bien este nuevo estilo de pensamiento positivo ayudó aparentemente en la desvalidez o la neurastenia, no tenía efecto alguno sobre las enfermedades como la difteria, la escarlatina, el tifus, la tuberculosis y el cólera - así como hoy no curará el cáncer.

Así el pensamiento positivo, la suposición de que sólo hay que pensar en una cosa o desearla para que esto ocurra, comenzó su rápido ascenso hasta ser influyente. Hoy en día, como muestra Ehrenreich, tiene un enorme impacto en los negocios, la religión y la economía mundial. Describe visitas a las conferencias de oradores motivacionales donde a trabajadores que acaban de ser despedidos y obligados a formar parte de la cultura de contratos a corto plazo se les enseña que un “buen jugador de equipo” es, por definición, “una persona positiva” que “sonríe con frecuencia, no se queja, no es abiertamente criticón y se somete con gratitud a cualquier exigencia del jefe ”. Estas son personas que tienen cada vez menos poder para trazar su propio futuro, pero gracias al pensamiento positivo se les da “una visión del mundo -un sistema de creencias, casi una religión- que les asegura que serían de hecho infinitamente poderosos con tan sólo poder controlar sus propias mentes”.

Y nadie fue más vulnerable a la tentación de esta filosofía que los autoproclamados “amos del universo”, los banqueros de Wall Street. Aquellos de nosotros educados en creer que el ahorro, tener una cuenta y vivir con los propios medios era la manera de proceder y quienes se preguntan cómo diablos se redujo el crédito y ocurrieron los desastres subprime no necesitan buscar más allá de la cultura que sostuvo que el pensamiento positivo permitirá a cualquiera realizar sus deseos. (O, como dice uno de los títulos de los capítulos del libro de Ehrenreich: “Dios quiere que seas rico”.)

El trabajo de Ehrenreich explica dónde comenzó el culto del individualismo y el impacto devastador que ha tenido en la carencia de responsabilidad colectiva. Debemos, dice, desprendernos de nuestra capacidad de auto-absorción y tomar medidas contra las amenazas a las que nos enfrentamos, sean el cambio climático, los conflictos, la alimentación de los hambrientos, la financiación de la investigación científica o la educación que nutra el pensamiento crítico. Está inquieta por acentuaren que “no escribo con un espíritu de amargura o desencanto personal, ni tengo ningún apego romántico al sufrimiento como una fuente de conocimiento o virtud. Por el contrario, me gustaría ver más sonrisas, más risas, más abrazos, más felicidad... y el primer paso es recobrarnos del engaño masivo que es el pensamiento positivo”. Su libro, me parece, es un llamado para el regreso del sentido común y, me temo, en lo que pretende ser una obra de crítica, sólo puedo encontrar cosas positivas que decir al respecto. ¡Maldita sea!


martes, 1 de marzo de 2011

El estado de la psicología junguiana según Wolfgang Giegerich


En un artículo de su libro recientemente publicado (“The Soul Always Thinks", vol. 4 Collected English Papers - "El Alma Piensa Siempre", vol. 4 de los Artículos en Inglés Reunidos”), Wolfgang Giegerich escribe:

“El problema surge cuando lo que es (también) inherente en la lógica de la psicología, es decir su carácter confesional “subjetivo” se toma como una licencia para que el ego se gratifique en su subjetividad con todas sus idiosincracias, defectos, y necesidades y deseos personales. Yo diría que este problema es el estado normal de la situación de la psicología junguiana. Para aquellos que se vuelven o son junguianos, la psicología usualmente está al servicio del propósito de autogratificación, autocomplacencia. Es un ego-trip. La gente que entra en la psicología junguiana o en la arquetipal en su mayoría se siente atraída por ella porque esperan que les proporcione consuelo para su profundo descontento con el mundo moderno, con las enormes exigencias intelectuales que plantea a cualquiera que participe en él, con la abstracción de la vida moderna, su vacío religioso y metafísico; y porque en segundo lugar puede ofrecer significado, un tipo de sistema de creencias, una ideología, y servir así como un sustito de religión; y en tercer lugar puede ofrecer todo éstoinmediatamente, sin mayor alharaca, porque se piensa que cada persona ya lleva dentro suyo todos los tesoros deseados. Respecto a este sistema de creencias, uno ni siquiera tiene que someterse a artículos de fe fijos que tuvieran que estudiarse a fin de entenderlos adecuadamente. Y no se tiene que creer realmente en nada, en el sentido de una creencia vinculante con consecuencias prácticas. Al contrario, todo lo que requiere es (a) experimentarse uno mismo y experimentarse uno mismo o (b) complacerse en imágenes, mitos, símbolos. En última instancia todo lo que se experimente vale, como vale cualquier imagen, cualquier mito. No hay criterios de verdad. No se requiere trabajo duro, ni disciplina, ni inteligencia. Bellas imágenes y algunos mantras toman el lugar del pensamiento. Una tierra intelectual de Cocaína que vuelve rápidamente disponible el significado mientras uno duerme (¡los sueños!) y que, para la mente en vigilia, tiene en reserva mucha comida-rápida (fast-food) intelectual y comida sentimental para bebés. Este tipo de psicología abastece las necesidades emocionales e ideológicas de las gentes.”

Y en un reciente e-mail en privado, a mi comentario de que los psicólogos junguianos no comprenden a Hegel ni tienen una preparación filosófica adecuada, Giegerich respondió escribiendo:
“No es sólo que los junguianos tengan una preparación filosófica defectuosa. También me parece que en su mayor parte no necesitan ni usan el pensamiento. Se vuelven junguianos precisamente porque lo que quieren es “experimentar” imágenes arquetipales y “sentirlas” y tener algo en qué creer. De modo que lo que hago es por tanto una injusticia para ellos. Es como ofrecer Bach o Mozart a alguien que compró una entrada para un concierto de rock"