Wolfgang Giegerich, el gran psicólogo junguiano, ha insistido sistemáticamente en que “el alma” está “afuera” del individuo, está “en” el mundo. Este “en” (o “dentro de”) no debiera interpretarse literalmente, como si fuera “un hecho” más entre los hechos. El alma (“la vida lógica”) es “la interioridad” misma del mundo. Así ha declarado: “El proceso del alma nunca ha estado dentro de la gente, siempre ha estado en la cultura en general, en cómo se construía objetivamente la realidad para cada cultura dada; en la mitología del cielo y la tierra, el sol y la luna, los árboles y los ríos, los pájaros y la muerte, etc., o en la metafísica del mundo, en lo que el Kant tardío y el Heidegger tardío llamarían ontoteología. Jung dijo que el alma está alrededor nuestro. Y así también hoy, cuando ya hace mucho que el alma dejó atrás la metafísica (por no decir la mitología) como expresión válida de su verdad, tenemos que mirar a nuestro alrededor a las condiciones del mundo en el que nos hallamos -a nuestra civilización científica, tecnológica, a la economía (con su bolsa, su consumismo, sus productos de deshecho, su publicidad, etc.), a la red (Internet), al mundo de los medios en general, que inundan a la gente desde fuera y la envuelven en información e imágenes- para acaso advertir dónde está hoy el proceso del alma… Podemos advertir que el proceso en el que estamos hoy, expresado en términos alquímicos, pareciera ser un proceso de solutio, evaporatio, distillatio. 'Todo lo que es sólido se funde en aire', ya había observado Marx hace 150 años. Las cuestiones que hoy vive el alma parecen ser la superación de la alteridad a favor de lo mismo (Self), la transformación de “entidad” o “substancia” en relación, funcionalidad, movilidad y fluidez, de la “semántica” en “sintaxis””, así como la sustitución de cualquier fundamento, centro, hogar y tradición por una infinita “futuridad” (una apertura fundamental y una orientación centrífuga hacia adelante, hacia constante innovación)”
Naturalmente, este “movimiento” del alma se expresa también en todas las manifestaciones del espíritu de la época, como su vida cultural, como las grandes obras de arte. El proceso de evaporatio es perceptible, por ejemplo, en las obras características del siglo XX, y como ejemplo vaya este hermoso movimiento del Concierto para violín de Igor Stravinsky. Hasta la idea misma de belleza sufre su propia transformación.