La psicología, en tanto que "logos" (discurso, lógica, decir) de la “psique”, seguramente tiene poco que ver con haces de neuronas, terminaciones nerviosas, localizaciones cerebrales y fórmulas bioquímicas. Pero ¿tiene acaso que ver con objetivos tales como “el crecimiento personal”, la “mejora en la cualidad de vida” o incluso con la “curación de los síntomas” o la “resolución de problemas y dificultades”?
Este parece ser el camino seguido por doctrinas tan diversas como la psicología gestaltica, los tratamientos conductistas, las diversas técnicas al estilo de la PNL, o las aún más dudosas y peligrosas como las “constelaciones familiares”. Lamentablemente, también parece ser el camino de la psicología junguiana oficial. Tales propuestas se alejan cada vez más de una vocación de “profundidad” y se afilian con una visión tecnológica de la realidad basada en la resolución de problemas, el control de las dificultades y la adaptación a un (no cuestionado) estilo de vida y/o “realidad”.
No fue así el comienzo del psicoanálisis y de la psicología llamada “profunda”. Ni es así para los pocos que se mantienen fieles a esta vocación. Por ejemplo, he aquí el comienzo de un artículo de 1996 de Wolfgang Giegerich:
El error básico de la psicología de la oposición entre 'individual' y 'colectivo': reflexiones sobre el Magnum Opus del Alma hoy (Publicado en Harvest: Journal for Jungian Studies, 1996. V. 42 nº 2, pp. 7-27)
No todo lo doloroso es verdad. Pero con frecuencia la verdad es dolorosa. Considero que la tarea de la psicología, del psicoanálisis, es tratar de producir y decir la verdad. Por supuesto, no sé si lo que escribiré aquí será de hecho la verdad; no soy yo quien deba decidirlo. Pero al menos sé que será doloroso.
Permitidme que comience con el lema de esta serie de lecciones, “La salvación de la propia alma consiste en la salvación del mundo”. Como autor de esta afirmación, podría tener derecho a someterla a una reflexión autocrítica. Y debo someterla a una reflexión crítica a fin de disipar desde el comienzo un posible malentendido respecto a mi posición básica, y una posible expectativa que la cita podría haber despertado respecto a la linea general de pensamiento de la siguiente exposición. Escuchando hoy esa frase, no estoy contento con la palabra “salvación” y la preocupación que ella expresa. Ciertamente, a pesar de los nuevos y estimulantes desarrollos en las ciencias y la tecnología, hay suficientes cosas en el mundo que provocan en nosotros un deseo de salvación del mundo: terrorismo, hambruna de millones, brutal injusticia social y represión política en muchas partes del mundo, guerras, millones de refugiados, desempleo, epidemias, la imbecilidad de gran parte del espectáculo televisivo, para mencionar sólo unas pocas vejaciones insoportables. Sin embargo, tal como lo veo hay dos problemas con la intención de salvación. Primero, la idea es grandiosa,¿no es hybris ya el hecho de jugar con la imaginaria de idea de salvar el mundo? ¿Quiénes somos para esperar ser capaces de contribuir de alguna manera a la salvación de algo, y nada menos que el mundo? Salvación, soteria, liberación, es un programa de un tipo demasiado grande, un programa adecuado exclusivamente para un sotér, un Salvador.
En segundo lugar, me parece que el proyecto de salvación contradice también el impulso mismo del psicoanálisis. Uno de los pacientes de Jung tuvo el sueño siguiente. Se le decía que descendiera en un foso lleno de material caliente y que se sumergiera en él. Obedeció, dejando tan sólo un hombro fuera del foso. Entonces Jung vino y la empujó del todo en el material caliente diciendo: “no fuera, sino a través”. Aniela Jaffé nos cuenta que cuando Jung relataba este sueño en un seminario, lo hacía con evidente placer (1). Este es un ejemplo simple y claro del impulso de la psicología profunda. El instinto psicológico ante una dificultad, una patología, un síntoma, en tanto es un instinto verdaderamente psicológico, no consiste en salirse de ello, ni en desear "corregirlo". El anhelo del alma es que la consciencia entre cada vez más profundamente en el problema, hasta el corazón mismo del asunto, no por un masoquismo enfermizo, sino para preservar la visión alquímica de que, para comenzar, la confusión en que nos hallamos es la materia prima a la que están dedicados el eros psicológico y toda la Obra. En este sentido, uno incluso podría decir que no es ni el mundo ni somos nosotros los que deben salvarse de la dificultad; al contrario, es el problema o la patología misma lo que debe salvarse o liberarse, en el sentido de la exigencia platónica de “sozein tà phainómena”, "salvar el fenómeno".
El sueño de la paciente de Jung muestra que la primera obligación del analista es con el opus, y no con los deseos de la persona empírica. Vemos que la inclinación del soñante en tanto que persona empírica o ego-personalidad es salirse del foso. Pero Jung no le tiende una mano auxiliar con este sueño. La idea implícita de psicoterapia que subyace tanto a este sueño como al deleite de Jung con él, es que la psicoterapia no es una profesión de ayuda en el sentido usual de la palabra. Su propósito no es corregir, curar, mejorar, ya sea el mundo o la gente individual. Tales intenciones son deseos subjetivos que surgen de nosotros como ego personalidades. Por supuesto, no hay nada malo con tales objetivos. Son muy naturales y muy humanos. Y con frecuencia la psicoterapia tiene de hecho un efecto curativo. Pero como ya el mismo Freud advirtió, el efecto curativo es un mero producto colateral (si bien deseable) del trabajo analítico, no su objetivo inmediato. El objetivo inmediato de la psicoterapia es el “análisis”, esto es, obtener conocimiento, hacer justicia a los fenómenos psicológicos penetrando en su núcleo más profundo y comprendiéndolos. Así, aunque los deseos de curarnos, de liberarnos de los síntomas, de mejorar y de crecer son legítimos intereses, no son las metas dadas para el proyecto llamado psicología o psicoterapia. Si, como dice el título de un libro, hemos tenido cien años de psicoterapia y el mundo va peor, ¿acaso había que esperar que fuera mejor? Y lo más importante, ¿sería tal expectativa una expectativa psicológica? No. La psicología no tiene que ver con mejorar el mundo, ni con la esperanza o con la desesperación. Tiene un trabajo que hacer. Este es su compromiso. Aquél que desee entrar en el campo de la psicología debe por ello cruzar un umbral, el umbral que separa nuestros sentimientos, necesidades y deseos de la intencionalidad “objetiva” que es propia de la psicología.
Este parece ser el camino seguido por doctrinas tan diversas como la psicología gestaltica, los tratamientos conductistas, las diversas técnicas al estilo de la PNL, o las aún más dudosas y peligrosas como las “constelaciones familiares”. Lamentablemente, también parece ser el camino de la psicología junguiana oficial. Tales propuestas se alejan cada vez más de una vocación de “profundidad” y se afilian con una visión tecnológica de la realidad basada en la resolución de problemas, el control de las dificultades y la adaptación a un (no cuestionado) estilo de vida y/o “realidad”.
No fue así el comienzo del psicoanálisis y de la psicología llamada “profunda”. Ni es así para los pocos que se mantienen fieles a esta vocación. Por ejemplo, he aquí el comienzo de un artículo de 1996 de Wolfgang Giegerich:
El error básico de la psicología de la oposición entre 'individual' y 'colectivo': reflexiones sobre el Magnum Opus del Alma hoy (Publicado en Harvest: Journal for Jungian Studies, 1996. V. 42 nº 2, pp. 7-27)
No todo lo doloroso es verdad. Pero con frecuencia la verdad es dolorosa. Considero que la tarea de la psicología, del psicoanálisis, es tratar de producir y decir la verdad. Por supuesto, no sé si lo que escribiré aquí será de hecho la verdad; no soy yo quien deba decidirlo. Pero al menos sé que será doloroso.
Permitidme que comience con el lema de esta serie de lecciones, “La salvación de la propia alma consiste en la salvación del mundo”. Como autor de esta afirmación, podría tener derecho a someterla a una reflexión autocrítica. Y debo someterla a una reflexión crítica a fin de disipar desde el comienzo un posible malentendido respecto a mi posición básica, y una posible expectativa que la cita podría haber despertado respecto a la linea general de pensamiento de la siguiente exposición. Escuchando hoy esa frase, no estoy contento con la palabra “salvación” y la preocupación que ella expresa. Ciertamente, a pesar de los nuevos y estimulantes desarrollos en las ciencias y la tecnología, hay suficientes cosas en el mundo que provocan en nosotros un deseo de salvación del mundo: terrorismo, hambruna de millones, brutal injusticia social y represión política en muchas partes del mundo, guerras, millones de refugiados, desempleo, epidemias, la imbecilidad de gran parte del espectáculo televisivo, para mencionar sólo unas pocas vejaciones insoportables. Sin embargo, tal como lo veo hay dos problemas con la intención de salvación. Primero, la idea es grandiosa,¿no es hybris ya el hecho de jugar con la imaginaria de idea de salvar el mundo? ¿Quiénes somos para esperar ser capaces de contribuir de alguna manera a la salvación de algo, y nada menos que el mundo? Salvación, soteria, liberación, es un programa de un tipo demasiado grande, un programa adecuado exclusivamente para un sotér, un Salvador.
En segundo lugar, me parece que el proyecto de salvación contradice también el impulso mismo del psicoanálisis. Uno de los pacientes de Jung tuvo el sueño siguiente. Se le decía que descendiera en un foso lleno de material caliente y que se sumergiera en él. Obedeció, dejando tan sólo un hombro fuera del foso. Entonces Jung vino y la empujó del todo en el material caliente diciendo: “no fuera, sino a través”. Aniela Jaffé nos cuenta que cuando Jung relataba este sueño en un seminario, lo hacía con evidente placer (1). Este es un ejemplo simple y claro del impulso de la psicología profunda. El instinto psicológico ante una dificultad, una patología, un síntoma, en tanto es un instinto verdaderamente psicológico, no consiste en salirse de ello, ni en desear "corregirlo". El anhelo del alma es que la consciencia entre cada vez más profundamente en el problema, hasta el corazón mismo del asunto, no por un masoquismo enfermizo, sino para preservar la visión alquímica de que, para comenzar, la confusión en que nos hallamos es la materia prima a la que están dedicados el eros psicológico y toda la Obra. En este sentido, uno incluso podría decir que no es ni el mundo ni somos nosotros los que deben salvarse de la dificultad; al contrario, es el problema o la patología misma lo que debe salvarse o liberarse, en el sentido de la exigencia platónica de “sozein tà phainómena”, "salvar el fenómeno".
El sueño de la paciente de Jung muestra que la primera obligación del analista es con el opus, y no con los deseos de la persona empírica. Vemos que la inclinación del soñante en tanto que persona empírica o ego-personalidad es salirse del foso. Pero Jung no le tiende una mano auxiliar con este sueño. La idea implícita de psicoterapia que subyace tanto a este sueño como al deleite de Jung con él, es que la psicoterapia no es una profesión de ayuda en el sentido usual de la palabra. Su propósito no es corregir, curar, mejorar, ya sea el mundo o la gente individual. Tales intenciones son deseos subjetivos que surgen de nosotros como ego personalidades. Por supuesto, no hay nada malo con tales objetivos. Son muy naturales y muy humanos. Y con frecuencia la psicoterapia tiene de hecho un efecto curativo. Pero como ya el mismo Freud advirtió, el efecto curativo es un mero producto colateral (si bien deseable) del trabajo analítico, no su objetivo inmediato. El objetivo inmediato de la psicoterapia es el “análisis”, esto es, obtener conocimiento, hacer justicia a los fenómenos psicológicos penetrando en su núcleo más profundo y comprendiéndolos. Así, aunque los deseos de curarnos, de liberarnos de los síntomas, de mejorar y de crecer son legítimos intereses, no son las metas dadas para el proyecto llamado psicología o psicoterapia. Si, como dice el título de un libro, hemos tenido cien años de psicoterapia y el mundo va peor, ¿acaso había que esperar que fuera mejor? Y lo más importante, ¿sería tal expectativa una expectativa psicológica? No. La psicología no tiene que ver con mejorar el mundo, ni con la esperanza o con la desesperación. Tiene un trabajo que hacer. Este es su compromiso. Aquél que desee entrar en el campo de la psicología debe por ello cruzar un umbral, el umbral que separa nuestros sentimientos, necesidades y deseos de la intencionalidad “objetiva” que es propia de la psicología.
Esto es parte del artículo de Giegerich que estoy traduciendo, y que puede consultarse picando aquí
(1) Aniela Jaffé: Aus Leben und Werkstatt von C. G. Jung, Zurich & Stuttgart (Rascher) 1968, p. iii