lunes, 13 de septiembre de 2010

Nietzsche denuncia del instinto de querer-castigar-y-juzgar

Hoy, cuando continuamente se hacen denuncias en contra de los amos del mundo, los políticos, los banqueros, los materialistas, las multinacionales, los terroristas, los inmigrantes, los fieles islámicos, los países ricos, los medios de comunicación, la conspiración judeo-masónica internacional, etc. etc., resulta al menos saludable detenerse a leer reflexivamente este apunte de Nietzsche.

Ello permite reflexionar sobre si se aprehende realmente a la historia en su íntima dinámica, cuando de antemano se da ya por supuesto que es consecuencia de la libre voluntad de agentes humanos (lo humano-demasiado-humano, diría Nietzsche), al menos psicológicamente hablando, o si acaso esta sobredeterminación de la "libre" voluntad humana no es sino otra forma de cegarnos ante "la inocencia del devenir". Ya han pasado más de 130 años desde que Nietzsche filosofara con el martillo a fin de liberarnos de toda mirada "moral" (y "moralista").

Pero, a pesar de todo, los ídolos perviven....y los teólogos y sacerdotes contemporáneos ya no llevan los conocidos hábitos, sino que ahora toman la forma de bloggeros, de sanadores y terapeutas, de periodistas que ejercen el derecho a la libre expresión, de activistas sociales, de asesores expertos, de serios psicólogos, de eminentes científicos que predicen las circunstancias, de esmerados salvadores del mundo, de ayudadores de la humanidad, de cruzados del espíritu, de informadores objetivos, de portavoces de la cultura y afines.

El subrayado en la siguiente cita es mío.


Nietzsche: El ocaso de los ídolos

Error de (la idea de) la voluntad libre.

-Hoy no tenemos ya compasión alguna con el concepto de «voluntad libre»: sabemos demasiado bien lo que es: la más desacreditada artimaña de teólogos que existe, destinada a hacer «responsable» a la humanidad en el sentido de lo teólogos, es decir, a hacerla dependiente de ellos... Voy exponer aquí tan sólo la psicología de toda atribución de responsabilidad.


- En todo lugar en que se anda a la busca de responsabilidad suele ser el instinto de querer-castigar-y-juzgar el que anda en su busca. Se ha despojado de su inocencia al devenir cuando este o aquel otro modo de ser es atribuido a la voluntad, a las intenciones, a los actos de la responsabilidad: la doctrina de la voluntad ha sido inventada esencialmente con la finalidad de castigar, es decir, de querer-encontrar-culpables.


Toda la vieja psicología de la voluntad, tiene su presupuesto en el hecho de que sus autores, los sacerdotes colocados en la cúspide de las viejas comunidades, querían otorgarse el derecho de imponer castigos: querían otorgarle a Dios ese derecho... A los seres humanos se los imaginó «libres» para que pudieran ser juzgados, castigados, - para que pudieran ser culpables: por consiguiente, se tuvo que pensar que toda acción era querida, y que el origen de toda acción estaba situado en la consciencia ( -con lo cual el más radical fraude in psychologicis quedó convertido en principio de la psicología misma...)


Hoy (esta obra se publicó en 1889) que hemos ingresado en el movimiento opuesto a aquél, hoy que sobretodo nosotros, los inmoralistas, intentamos, con todas nuestras fuerzas, expulsar de nuevo del mundo el concepto de culpa y el concepto de castigo, y depurar de ellos la psicología, la historia, la naturaleza, las instituciones y sanciones sociales, no hay a nuestros ojos adversarios más radicales que los teólogos, los cuales, con el concepto de «orden moral del mundo», continúan infectando la inocencia del devenir por medio del «castigo» y la «culpa». El cristianismo es una metafísica del verdugo...”

(Los cuatro grandes errores, § 7)