Acabo de publicar el artículo de Martín Heidegger: “El fin de la filosofía & la tarea del pensar”, en el cual el gran pensador muestra que la técnica, y la asimilación de la ciencia como único modo de conocimiento “verdadero”, equivalen a la consumación y cumplimiento mismos de la metafísica. De este modo no habría opción: o metafísica o ciencia, puesto que la ciencia y, sobre todo, la técnica, consistirían en el fruto último y culminación misma de la metafísica. Frente a la filosofía, entendida como metafísica, Heidegger postula la importancia y la vigencia del pensar
En este artículo Heidegger escribe una frase que bien podía considerarse el tema y motor fundamental del pensamiento psico-lógico de Wolfgang Giegerich:
“Las preguntas son caminos para una respuesta. Esta consistiría -en el caso de que alguna vez se accediera a ella- en una transformación del pensar, no en un enunciado sobre un contenido.” (el subrayado es mío)
La transformación del pensar (lo que Giegerich llama “la sintaxis de la lógica del alma”) no es lo mismo que la adición o supresión de diversos “contenidos” -temas, materias, objetos- del pensamiento (“la semántica”). De ahí que hablar de dioses, de arquetipos o de átomos, no implique ninguna transformación del pensar, sino tan sólo un cambio de un tema a otro, no muy diferente de un telespectador que, intocado en su esencia, cambiara de un canal a otro, de un programa a otro, permaneciendo sin embargo fuera de y frente a los temas, preservando así intacta su estructura de pensamiento. Y de ahí también que una transformación del estatus lógico no tenga necesaria ni principalmente que ver con los temas tratados; es por ello tan frecuente que, como en el caso de la psicología analítica o del esoterismo, se trate (se hable) del misterio de la manera más desvergonzada (con una sintaxis positivista, o metafísica -que según Heidegger serían lo mismo). Un paseo por los tópicos de la psicología analítica: mitos, símbolos, sueños, obra alquímica, gnosticismo, iniciación y teofanías, sólo manifiesta la semántica de un pensar que, inadvertidamente, sigue atrapado en una sintaxis positivista, técnica o literal, y por ello mismo esos temas resultan banalizados, sin importar que se les añada calificativos como "sublime", "misterioso", "trascendente", etc. etc. Es más, esos calificativos se vuelven necesarios para reforzar aquello que no está en el la manera misma de afrontar tales “contenidos”.