lunes, 8 de septiembre de 2008

Heidegger profético


Los “Beiträge zur Philosophie -von Ereignis" (Aportes a la Filosofía -Acerca del Evento) son unos manuscritos de Martin Heidegger de 1936-1938, que fueron publicados por primera vez en alemán en el tomo 65 de las Obras Completas, en 1989, a los cien años del nacimiento del autor, y editados por primera vez en castellano en 2003 (ed. Biblos, Bs. As.)

El pensamiento de Heidegger, que ha sido tema frecuente en mis blogs, no es de fácil comprensión porque, como ya apuntaba Hegel, el pensamiento es un “mundo al revés” del mundo “positivo” (y “positivista”) del sano sentido común, que da por supuestas tantas cuestiones y que incluso se incomoda ante preguntas aparentemente “vacías” como la pregunta por el Ser y la pregunta por la Verdad, que no son otra cosa que la pregunta por el ser de la verdad y por la verdad del ser, temas fundamentales en el camino de Heidegger.

Pero al margen de entrar en el meollo de sus preguntas, el pensamiento de Heidegger -como también el de Nietzsche- se destaca por su carácter profético, en el sentido de prever una época mucho antes de su implantación, como cuando escribió:

“El desierto está creciendo. Esto quiere decir; la devastación se va extendiendo. Devastación es más que destrucción. Devastación es más inquietante que aniquilamiento. La destrucción elimina solamente lo crecido y construido hasta ahora; la devastación, empero, obstruye el futuro crecimiento e impide toda construcción. La devastación es más inquietante que el mero aniquilamiento, el cual también elimina, hasta la misma nada, mientras que la devastación cultiva precisamente y propaga lo obstructor y lo impedidor. El Sahara en el África es solamente una determinada especie de desierto. La devastación de la tierra es igualmente compatible con la consecución del más alto standard de vida de los hombres como con la organización de un uniforme estado de felicidad de todos los hombres. La devastación puede identificarse con ambos cundiendo por doquier de la manera más inquietante, que es ocultándose. La devastación no es un mero enarenamiento. La devastación es la expulsión de la Mnemosine (Memoria) a alta velocidad. La palabra “el desierto está creciendo” proviene de otro lugar que los juicios corrientes de nuestro tiempo. “El desierto está creciendo” lo dijo Nietzsche hace ya muchos años; y añadió:“¡Desventurado el que alberga desiertos!”

O, cuando en 1938, en su “La época de la imagen del mundo”, apuntó:

“El hombre está a punto de lanzarse sobre la tierra íntegra y sobre su atmósfera, de usurpar y de sujetar, bajo la forma de ‘fuerzas’, el reino secreto de la naturaleza y de someter el curso de la historia a la planificación y al dominio de un gobierno planetario. Ese mismo “hombre rebelde” no está en condiciones de decir simplemente lo que es, de decir lo que significa, en general, que una cosa sea”

En este tenor de cosas, valdría la pena meditar en el parágrafo 155, La naturaleza y la tierra, de sus “Aportes a la Filosofía -Acerca del Evento” (1936/38):

“La naturaleza, apartada del ente a través de la ciencia natural, ¿qué le sucede a través de la técnica? La destrucción creciente de la “naturaleza” o, mejor, desplegándose hacia su fin. ¿Qué era antiguamente? El sitio del instante del advenimiento y de la estancia de los dioses, cuando aún physis descansaba en el esenciarse del ser mismo. Desde entonces devino pronto un ente y luego hasta el contrajuego de la “gracia” y, después de esta destitución, completamente separada en el forzamiento de la maquinación y economía calculadora. Y finalmente quedó todavía como “paisaje” y ocasión de reposo y esto ahora también calculado aún de modo gigantesco y preparado para las masas. ¿Y luego? ¿Es esto el fin? ¿Por qué calla la tierra en esta destrucción? Porque no le está permitida la contienda con un mundo, la verdad del ser. ¿Por qué no? ¿Porque la gigantesca cosa hombre deviene más gigantesca y así más pequeña? ¿Tiene que ser abandonada la naturaleza y entregada a la maquinación? ¿Somos aún capaces de buscar nuevamente la tierra? ¿Quién atiza esa contienda, en la que ella encuentra su abierto, en la que se cierra y es tierra?” (p. 227 de la ed. castellana)

En este breve pasaje Heidegger delinea la progresiva transformación de la naturaleza (y de la conciencia, puesto que van a la par, sino son lo mismo) desde sitio y estancia de los dioses en el mundo antiguo, para devenir “ente creado” y contrapuesto a la “gracia” en el cristianismo y la Edad Media, para ser transformada en recursos calculables y disponibles a partir de la modernidad. Y finalmente se ha transformado, junto con ello,  en “paisaje” también calculado aún de modo gigantesco y preparado para las masas.

Esto, que en 1936 aún podía parecer remoto, ¿no es acaso una fiel descripción de lo que hoy ha devenido tan corriente que ya ni siquiera da qué pensar?