domingo, 6 de marzo de 2011

Reir o morir: cómo el "pensamiento positivo" engaño a América y al mundo



Excelente crítica del magnífico libro de Barbara Ehrenreich


Jenni Murray aplaude a una demorada demolición de la sugerencia de que el pensamiento positivo es la respuesta a nuestros problemas


por Jenni Murray

The Observer, Sunday 10 January 2010


De vez en cuando aparece un libro que repica tanto con tu propio pensamiento, y sin embargo, vuela de forma tan espectacular frente a la filosofía de moda, que llega como un alivio profundamente tranquilizador. Después de leer el libro de Bárbara Ehrenreich : “Sonríe o Muere: Cómo el Pensamiento Positivo ha engañado a América y al Mundo” siento como si pudiera regodearme en el dolor, la tristeza, la decepción o cualquier emoción negativa que llegue de forma natural sin preocuparme por haberme convertido en ese estereotipo terrible, la cascarrabias, la vieja gruñona. En cambio, puedo ser meramente humana: alguien que no tiene que convencerse de que cada rechazo o desastre es una oportunidad de oro para "seguir adelante" de una manera optimista.


Sonríe o Muere: Cómo el Pensamiento Positivo Engañó a América y al Mundo por Barbara Ehrenreich


Ehrenreich llegó a su crítica de la industria de miles de millones de dólares del pensamiento positivo (una marea de libros, DVD, instructores de la vida, entrenadores ejecutivos y oradores de motivación) en circunstancias desgraciadas similares a las que yo tuve. Fue diagnosticada de cáncer de mama y, como yo, se encontró cada vez más incómoda por el lenguaje marcial y la cultura “rosa” que ha llegado a rodear esta enfermedad. Cuando me he encontrado con la brigada de “la actitud positiva te ayudará a luchar y sobrevivir esta experiencia", mi respuesta ha sido protestar en contra del uso del vocabulario militar y preguntar cuán miserable el optimismo de los "sobrevivientes" haría que se sintiera la pobre mujer que se estaba muriendo de cáncer de pecho. Me parecía que una “invasión” de las células de cáncer era una pura lotería. Nadie conoce la causa. Como Ehrenreich dice: "Yo no tenía factores de riesgo conocidos, no hay cáncer de mama en la familia, había tenido a mis bebés relativamente joven y los amamanté a los dos. Comía bien, bebía con moderación, hacía ejercicio y, además, mis pechos eran tan pequeños que imaginé que un bulto o dos podría mejorar mi figura”. (Gracias a Dios, no ha perdido su sentido del humor.)


Ya hacía mucho tiempo que había sospechado que las tasas de mejora de supervivencia para las mujeres que tenían cáncer de mama no tenían absolutamente nada que ver con el “poder” del pensamiento positivo. Pues se esperaba que de las mujeres diagnosticadas entre 2001 y 2006, el 82% sobrevivieran cinco años, en comparación con sólo el 52% diagnosticado 30 años antes. Las cifras pueden relacionarse directamente con el perfeccionamiento de la detección, la mejores técnicas quirúrgicas, una mayor comprensión de los diferentes tipos de cáncer de mama y el desarrollo de tratamientos personalizados. Ehrenreich presenta la prueba de numerosos estudios que demuestran que el pensamiento positivo no tiene ningún efecto sobre las tasas de supervivencia y ofrece los tristes testimonios de mujeres que han sido asoladas por lo que un investigador ha llamado “una carga adicional a un paciente ya devastado”.

Qué pena, por ejemplo, la mujer que escribió al gurú médico mente/cuerpo Deepak Chopra: "A pesar de que sigo los tratamientos, y he llegado lejos descargándome de sentimientos dañinos, he perdonado a todos, he cambiado mi estilo de vida para incluir la meditación, la oración, la dieta adecuada, el ejercicio y los suplementos, el cáncer sigue reproduciéndose. ¿Hay alguna una lección aquí que no entiendo, que hace que continúe apareciendo? Soy positiva y voy a vencerlo, sin embargo, con cada diagnóstico se hace más difícil mantener una actitud positiva."

Como Ehrenreich continúa explicando, las exhortaciones a pensar positivamente (ver el vaso medio lleno, incluso cuando se encuentra hecho pedazos en el suelo) no se limitan a la cultura rosa del cáncer de mama. Ella refiere la susceptibilidad de los Estados Unidos a la filosofía del pensamiento positivo al pasado calvinista del país y muestra cómo, en sus primeros días, una puritana “exigencia de esfuerzo permanente y auto-examen hasta el punto de detestarse a sí mismo” aterrorizaba a niños pequeños y empujaba a “adultos previamente sanos a una condición de retraimiento mórbido, marcado generalmente por enfermedades físicas así como espanto interior”.

Sólo a comienzos del siglo 19 comenzaron a desaparecer las nubes de lobreguez calvinista y comenzó a crecer un nuevo movimiento que llegaría a tener un séquito tan ferviente como había tenido el anterior. Fue la unión de dos pensadores, Phineas Parkhurst Quimby y Mary Baker Eddy, en la década de 1860, que llevó a la formalización de una visión del mundo post-calvinista, conocido como el Movimiento del Nuevo Pensamiento. Se imaginaba un nuevo tipo de Dios que ya no era hostil e indiferente, sino un espíritu omnipotente al que los seres humanos tenían meramente que acceder a fin de controlar del mundo físico.

Las mujeres de clase media encontraron particularmente beneficioso este nuevo estilo de pensamiento, que llegó a ser conocido como las “leyes de la atracción”. Al negárseles toda oportunidad de luchar en el mundo, se habían pasado sus días excluidas de cualquier otro papel que el de recostarse en una hamaca, pero el enfoque del Nuevo Pensamiento y su “terapia de conversación” desarrollada por Quimby abría nuevas e interesantes posibilidades. Mary Baker Eddy, una beneficiaria de la cura, fundó la Ciencia Cristiana. Ehrenreich toma nota de que, si bien este nuevo estilo de pensamiento positivo ayudó aparentemente en la desvalidez o la neurastenia, no tenía efecto alguno sobre las enfermedades como la difteria, la escarlatina, el tifus, la tuberculosis y el cólera - así como hoy no curará el cáncer.

Así el pensamiento positivo, la suposición de que sólo hay que pensar en una cosa o desearla para que esto ocurra, comenzó su rápido ascenso hasta ser influyente. Hoy en día, como muestra Ehrenreich, tiene un enorme impacto en los negocios, la religión y la economía mundial. Describe visitas a las conferencias de oradores motivacionales donde a trabajadores que acaban de ser despedidos y obligados a formar parte de la cultura de contratos a corto plazo se les enseña que un “buen jugador de equipo” es, por definición, “una persona positiva” que “sonríe con frecuencia, no se queja, no es abiertamente criticón y se somete con gratitud a cualquier exigencia del jefe ”. Estas son personas que tienen cada vez menos poder para trazar su propio futuro, pero gracias al pensamiento positivo se les da “una visión del mundo -un sistema de creencias, casi una religión- que les asegura que serían de hecho infinitamente poderosos con tan sólo poder controlar sus propias mentes”.

Y nadie fue más vulnerable a la tentación de esta filosofía que los autoproclamados “amos del universo”, los banqueros de Wall Street. Aquellos de nosotros educados en creer que el ahorro, tener una cuenta y vivir con los propios medios era la manera de proceder y quienes se preguntan cómo diablos se redujo el crédito y ocurrieron los desastres subprime no necesitan buscar más allá de la cultura que sostuvo que el pensamiento positivo permitirá a cualquiera realizar sus deseos. (O, como dice uno de los títulos de los capítulos del libro de Ehrenreich: “Dios quiere que seas rico”.)

El trabajo de Ehrenreich explica dónde comenzó el culto del individualismo y el impacto devastador que ha tenido en la carencia de responsabilidad colectiva. Debemos, dice, desprendernos de nuestra capacidad de auto-absorción y tomar medidas contra las amenazas a las que nos enfrentamos, sean el cambio climático, los conflictos, la alimentación de los hambrientos, la financiación de la investigación científica o la educación que nutra el pensamiento crítico. Está inquieta por acentuaren que “no escribo con un espíritu de amargura o desencanto personal, ni tengo ningún apego romántico al sufrimiento como una fuente de conocimiento o virtud. Por el contrario, me gustaría ver más sonrisas, más risas, más abrazos, más felicidad... y el primer paso es recobrarnos del engaño masivo que es el pensamiento positivo”. Su libro, me parece, es un llamado para el regreso del sentido común y, me temo, en lo que pretende ser una obra de crítica, sólo puedo encontrar cosas positivas que decir al respecto. ¡Maldita sea!